El 22 de julio de 2011, disfrazado de policía, Breivik mató a 69 jóvenes, en su mayoría adolescentes, de las juventudes socialistas, que se encontraban en la isla de Utoya. Antes de la matanza en la isla, que duró una hora, Breivik había matado a ocho personas haciendo estallar un coche bomba cerca de la sede del gobierno noruego en Oslo. En agosto de 2012, el autor del ataque más sangriento en Noruega desde el fin de la Segunda Guerra Mundial fue condenado a 21 años de prisión que podría ser ampliada indefinidamente.
En la cárcel, Breivik se encuentra en una celda con televisión, videojuegos y aparatos de musculación. Si embargo, en abril de 2016, el Estado noruego fue condenado por trato «inhumano» y «degradante», al haberle mantenido en situación de aislamiento prolongado y separado de los otros presos, violando el artículo 3 de la Convención Europea de Derechos Humanos. Este régimen de encarcelamiento «vulnera mentalmente» al detenido, dijo su abogado, Øystein Storrvik, que exige que su cliente pueda ver a otros presos. «Estoy gravemente afectado por el aislamiento, y la radicalización es quizá la secuela más grave de mi aislamiento», ha insistido Breivik. Sus declaraciones contrastan con el retrato hecho en la víspera por el fiscal del Estado, Fredrik Sejersted, quien aseguró que el preso está «en una forma física y psicológica extraordinaria». Breivik se ha negado a expresar remordimiento por la matanza cometida en 2011.