«A pesar de todo, insisto: ¡dejad el móvil!, ¡dejad el móvil! ¿Por qué? Porque ya no se trata de aprovechar el tiempo, sino de salvaguardar nuestros derechos»
«Los datos son oro puro en manos, por ejemplo, de las aseguradoras a la hora de establecer primas ante las que el usuario no tiene margen de negociación y restringiendo su capacidad de elección»
The Great Hack, disponible en Netflix, ha sido quizás la verdadera película de terror de este verano. Y no es para menos.
Vivimos en un espacio mediático hipertrofiado por la información política. No sobre políticas, sino alrededor de detalles nimios y zafios, carentes de toda relevancia real que impiden la política. Lo estamos viendo con las primarias del Partido Popular que se votan hoy, y que muchos en televisión y diarios narran con la épica y el sentido trascendental de la crisis de los misiles de Cuba, y otros con el detallismo de un libro de Antony Beevor sobre la estrategia militar de los aliados en el Día D. Menudencias a las que, sin embargo, acudimos ansiosos para poder participar en la última tangana digital en Twitter o de un grupo de Whatsapp. Cuando todo indigna o interesa, nada indigna o interesa. Porque una indignación o un interés real no dura cinco minutos o una semana, que es lo que tardan en desaparecer nuestras polémicas cotidianas.
Da miedo entrar en una web y que la publicidad que aparezca sea exactamente de productos que estamos necesitando. Imagínese que usted quiere vivir en una cueva y desconectarse de Internet. Sus datos personales seguirán circulando de por vida.