Viernes Santo
Según los cristianos, el Apocalipsis constituye el extraño pronóstico que hace la Iglesia sobre su propio final

Según los cristianos, el Apocalipsis constituye el extraño pronóstico que hace la Iglesia sobre su propio final
Hay cosas que parecen inmortales porque, de una manera misteriosa, apelan a todos los hombres
Hace mucho que las elecciones andaluzas son sólo el espectáculo de ver si el PSOE se baja de la Junta de Andalucía como un caballito rojo que se bajara de su tiovivo, o sea una cosa entre infantil, mágica e imposible, una espera adventista o un milagro pentecostal, algo sólo para creyentes o alucinados
Conversaciones que en las redes sociales se definen como “guerras culturales” no pasan de anodino intercambio de impresiones en la sobremesa. Lo que en un lugar se predispone a palabras como “incendiar”, “polémica” o “ruido”, en el trato personal no va más allá de un debate moderado donde se exponen dos versiones de un mismo hecho.
El prestigioso Manuel Castells ha decidido encabezar la lucha mundial contra el fascismo, olvidadizo (como diría Borges) de que lleva tiempo luchando por el fascismo. Bueno, no exactamente por el fascismo (su autoimagen no se lo permitiría), pero sí contra el Estado de derecho, que es contra lo que está el fascismo.
Vox quiere escribir su apunte en la historia del fin del bipartidismo, y el gentío de Vistalegre más los apuntes de las encuestas le otorgan cierta esperanza de conseguirlo.
Por la noche me autodiagnostiqué estrés electrónico. Apagué el iphone y lo arrojé al cajón de la mesilla. Me había llevado un libro a la cama, El hilo de la verdad de Eugenio Trías, pero no leí nada: me enredé una vez más en internet, en Twitter; hasta que, estragado, corté. Tomé la decisión de desintoxicarme. No fue racional, sino por puro asco.
Hay un sinfín de causas del populismo que vemos, unas más profundas, otras más obvias, pero hay una, la más sencilla y cotidiana, que lo mantiene vivo como ninguna otra. Y es la antipatía de nosotros los liberales que nos hemos declarado su enemigo. Insisto, no es un tema ideológico (el populismo, vale redundar, no es un tema ideológico), ni de si preferimos fronteras abiertas o cerradas o si creemos en el matrimonio homosexual o si en el individuo es naturalmente bueno o naturalmente malo. Tampoco es un desacuerdo historiográfico, en el que se designan tales o cuales minorías y se busca conseguir justicia en sus nombres. Es simplemente eso, antipatía.
Esperaban una cascada de reconocimientos internacionales y se han encontrado con algún reconocimiento, implícito y con la boca pequeña, del fracaso del proceso separatista por parte de algunos de sus protagonistas. Se ensimismaron en su lucha contra el Estado de derecho y olvidaron los sentimientos y los intereses de sus conciudadanos. El estropicio parece obvio, pero el atrincheramiento de una parte no pequeña del independentismo en un búnker cognitivo es notable. La frustración les hace aún más impermeables. Lo que nos indica que el problema entre catalanes no va a solucionarse en los próximos meses. Va para largo y los giros sentimentales no ayudan. Ahora se trata de exigir a todo el mundo empatía y solidaridad con los políticos fugados o encarcelados.