No había mejor escenario que un teatro –el Teatro Nacional de Cataluña- para acoger el discurso lleno de mentiras del presidente de la Generalitat. A diferencia del teatro convencional, no obstante, su discurso no ha conseguido ni emocionar ni a los más convencidos ni aportar un atisbo de esperanza en esta enésima nueva hoja de ruta que indefectiblemente culmina con el muro del Estado.
La huelga fue unánime, sin duda. Fue la primera huelga feminista de la historia.
Pocas veces como este 8 de marzo ha aflorado a la superficie esta brecha que existe entre los medios de comunicación y los ciudadanos de a pie a la hora de contar la realidad. A las 7:15h de la mañana la línea 1 del metro, la que cruza Madrid desde los barrios humildes del sur, estaba llena de mujeres que iban a trabajar. Para ellas era un día normal. Horas más tarde, en la plaza del Callao de Madrid, muchas periodistas decidían hacer un parón para reivindicar el Día de la Mujer. Algunas optaban por hacer huelga de 24 horas.
Están ocurriendo tantas cosas extrañas en política que cada vez se diría más evidente que estamos ante un cambio de época. En el caso de Francia, el decurso supuestamente natural de las elecciones presidenciales ha cambiado por el hecho que un candidato que como François Fillon, con ventaja en todas las encuestas, esté en la gran incertidumbre por las revelaciones de “Le canard enchâiné” sobre anomalías cometidas por el candidato en la contratación de su mujer en condición de asistenta parlamentaria. Es todo tan fungible y volátil que después de la concentración pro-Fillon de ayer en Le Trocadéro –inquietantemente crítica con el poder judicial y con no más de 50.000 participantes- quien sabe qué hará el candidato en los próximos días aunque sería lógico que se retirase de la campaña electoral. Si Fillon pretende mantener su candidatura, el panorama irá haciéndose de cada vez más caótico, con provecho del socialdemócrata Macron y Marine Le Pen para la segunda vuelta.