Los alcaldes con sus bomberos de gala, los europeístas con su piscina de estrellas para los burócratas, como un anuncio de champán; los políticos de autonomía todos como castellanos de castillo. Va a resultar difícil pensar en ellos el domingo, pensar en el camión de la basura o en el precio mundial del cereal, cuando aún no hemos podido olvidar las elecciones generales. La sensación es que quedamos todos, los votantes y los políticos, mal votados, así que el voto del domingo tiene algo de testamento, de refutación, de segunda oportunidad, de arrepentimiento y de castigo.