Ser madre, ser viuda, ser padre, ser feliz, ser infeliz. ¿Qué significan estas palabras realmente? Porque sabemos lo que significan según el diccionario, pero no tienen ni pueden tener el mismo significado para unos y otros, por mucho que memoricemos las definiciones. La palabra madre no significa lo mismo para un hijo que para un padre, para un hombre que para una mujer que desea tener hijos y sufre el revés de las circunstancias. No es lo mismo para aquel que perdió a su hijo o para quien jamás se propuso tenerlo.
Qué fácil es educar a los hijos de los demás. Sus niños siempre son ruidosos porque nadie les ha puesto límites, o no saludan porque sus padres no les han inculcado buena educación. Otros escritores de éxito escriben libros de éxito porque se pliegan a los gustos de la masa, o escriben libros de no-éxito porque pretenden ser puros e intelectuales. Un amigo es puntilloso, demasiado, y quizá lo es demasiado porque obviamente, nosotros lo somos demasiado poco.
Esperaban una cascada de reconocimientos internacionales y se han encontrado con algún reconocimiento, implícito y con la boca pequeña, del fracaso del proceso separatista por parte de algunos de sus protagonistas. Se ensimismaron en su lucha contra el Estado de derecho y olvidaron los sentimientos y los intereses de sus conciudadanos. El estropicio parece obvio, pero el atrincheramiento de una parte no pequeña del independentismo en un búnker cognitivo es notable. La frustración les hace aún más impermeables. Lo que nos indica que el problema entre catalanes no va a solucionarse en los próximos meses. Va para largo y los giros sentimentales no ayudan. Ahora se trata de exigir a todo el mundo empatía y solidaridad con los políticos fugados o encarcelados.
Cada tanto alguien bienintencionado recomienda empatía contra los males del mundo. Me refiero, naturalmente, a esa empatía que pretende meterse en la piel del otro para tomar decisiones, y no a ésa otra que sólo intenta conocerlo, tan elemental que a nadie se le ocurriría recomendarla. Las consecuencias suelen ser moralmente nefastas. No sólo porque […]
En el año 1969, el historiador Owen Chadwick ofreció su lección inaugural como Regius Professor en la Universidad de Cambridge. Todo el texto estaba inspirado en el concepto de la amistad y su relación con la historia
¿Cuánto vale la vida de una persona? Quienes vivimos en democracias liberales pensamos que el valor del individuo tiende al absoluto. Pero no siempre ha sido así. Se trata de una convención. Históricamente, las personas no han gozado de los mismos derechos, ni siquiera de la misma dignidad. Aún es así en buena parte del mundo. Qué poco vale la vida de una mujer en Afganistán. La vida de una persona en Venezuela vale menos que un iPhone. Hay lugares donde los niños se tienen por cálculo de utilidad: son una fuerza de trabajo. Qué desgracia ser gitano en Hungría, homosexual en Pakistán, cristiano en Irak. Quién querría verse en la piel de un reo en Tailandia. Y en China, en India, nadie quiere hablar de la misteriosa desaparición de cien millones de niñas: según las estadísticas, la ratio de mujeres por cada hombre en estos países es de 0,94, mientras en el resto del mundo es de 1,05.