La principal prestación de esta nueva consola es que se trata de un dispositivo híbrido portátil, por lo que se puede utilizar tanto como un dispositivo doméstico como de mano, además de conectarse a internet y la televisión. Nintendo pretende con esta consola reflotar su división de hardware ante la falta de consolidación de su predecesora, la Wii U, la consola peor vendida de la historia de la compañía. Pero su precio, 299,99 dólares, no ayuda. Es superior al de sus más directos competidores PlayStation 4 de Sony y la Xbox One de Microsoft. La reacción del mercado no se hizo esperar y las acciones de Nintendio cayeron un 5,75% los 23.750 yenes (194,65 euros/ 207 dólares) en la bolsa nipona. Otra de las críticas que ha recibido la nueva consola es que sus servicios en red serán de pago a finales de este año por primera vez en una consola de la compañía, una novedad que ha incendiado las redes sociales. Otra de las inquietudes que despierta es la autonomía de la batería cuando no está conectada a la base. Nintendo se refirió a ello durante la presentación vagamente: entre dos y seis horas y media -tres si se usa un software con altos requisitos, explicó en una nota a pie de imagen en las pantallas del pabellón-, durabilidad inferior a las de la familia de portátiles 3DS (entre 3 y 8 horas).