«En esta trama están todos los vestigios del vetusto rajoyismo. La nueva política, en cambio, nunca procedería de este modo»
Bárcenas declara ante la comisión de investigación del Parlamento. Naturalmente, no dice nada relevante. Ni siquiera se molesta en responder a las preguntas de sus adversarios: le ampara el pretexto de la investigación judicial. Que es como decir que la comisión parlamentaria es secundaria, y hasta insignificante. Además de que responder a sus señorías sería del género tonto, ya que ni ellas saben nada que no hayan publicado los periódicos o revelado la policía, ni para él se derivaría beneficio alguno de hablar.
En España la factura es a lo sumo un gesto incómodo. Y cuando vienen a arreglarle a uno la persiana de su casa le preguntan por delante si va a querer factura. Por el tema de Montoro y el veintiuno por ciento.
Por fin veo El hombre de las mil caras en Filmin, una de las plataformas digitales que me ha permitido abandonar las molestas salas de cine (nunca estaré lo suficientemente agradecido de darme de baja de hedores, susurros, verborreas, juegos de manos y roedores incombustibles). Factura solvente y narración fluida. No fui un entusiasta del anterior film de Alberto Rodríguez. La cosa de la isla mínima que tanto gustó y que se comparó, en hipérbole inaudita, con la inmensa serie True Detective. En fin.