La muerte pública
«Sea como fuere, de lo que no cabe duda es de que la muerte de quienes llevan décadas en la vida pública constituye un amargo recordatorio del destino común: su muerte es también la anticipación de la nuestra»
«Sea como fuere, de lo que no cabe duda es de que la muerte de quienes llevan décadas en la vida pública constituye un amargo recordatorio del destino común: su muerte es también la anticipación de la nuestra»
Tiene así uno la sensación de que el mundo de las salas de cine se encuentra en un lento proceso de desaparición
Manuel Arias Maldonado se lanza en ese río turbulento que es la nueva ola feminista para reflexionar, en forma de libro, sobre las relaciones hombres-mujeres en la contemporaneidad. El resultado: (Fe) Male Gaze: El contrato sexual en el siglo XXIpublicado por la editorial Anagrama a principios de este año.
Parece mentira que, después de cinco siglos, no tengamos todavía mejor manual de instrucciones para comprender la vida política que el que nos dejara Nicolás Maquiavelo.
Dentro de unos días, se iniciará en el Tribunal Supremo la vista oral del juicio contra los instigadores del procés, circunstancia que con previsible automatismo ha renovado la atención de los medios extranjeros sobre España. Hemos leído comentarios editoriales sobre la inquisición medieval y recomendaciones de indulto, mientras el independentismo redoblaba su campaña para presentarse como víctima de un injusto delito de opinión.
Desde que el filósofo británico Jeremy Bentham lanzase la pregunta fundacional del animalismo moderno allá por 1780, algo hemos avanzado: cada vez son más los seres humanos conscientes de que el animal, aunque no habla, sufre. Desde luego, sufre cuando se le hacina o mantiene en condiciones de inmovilidad, total o parcial, en beneficio humano; igual que sufre cuando se le mata con idéntico fin. Y aunque a menudo empleamos la palabra «sacrificio» para designar esta acción, parece difícil encontrar ecos religiosos en el sistema alimentario industrial.
Que podamos conocer la opinión de nuestros conciudadanos a través de las redes sociales constituye una novedad formidable sobre cuya importancia acaso no hemos terminado de reparar.
El año 2019 nos depara retos interesantes y decisivos y para poder estar preparados decidimos echar un vistazo adelante con la ayuda de 18 expertos en áreas que van desde la ciencia y la tecnología, hasta la cultura y los medios.
En el curso de una entrevista con el periódico Bild en noviembre de 2004, se preguntó a Angela Merkel por las emociones que le despertaba Alemania. Su respuesta es conocida: «Estoy pensando en ventanas herméticas. Ningún país hace ventanas tan herméticas y hermosas». En un instante, Merkel pasa de la abstracción nacional a la concreción artesanal: preguntó la poesía y le respondió la prosa. Es verdad que no todos los países tienen la historia de Alemania; tampoco abundan las naciones capaces de aislar tan ejemplarmente sus casas del frío invernal. El caso es que con esta declaración Merkel rendía un homenaje indirecto a Helmut Schmidt, el gran canciller socialdemócrata de los años 70. A Schmidt su época le demandaba una visión ideológica de gran calado, pero él no estaba de acuerdo y de ahí su célebre prescripción: «Quien tenga visiones, que vaya al médico».
Media España se ha lanzado estos días a un frenesí opinativo que ha tenido en las redes sociales su altavoz privilegiado.
Desde 1842, según leemos, no llegaba hasta Portugal un huracán de la magnitud de Leslie. Se trata del quinto huracán tropical en alcanzar la península, conforme a los registros existentes. Y aunque sus efectos no parecen haber sido demasiado severos, el episodio trae a la memoria uno de los más conocidos desastres naturales: el terremoto de Lisboa.
Aunque son muchos los aspectos de este tortuoso proceso de salida que merecerían comentario, la humillación que según la prensa británica habría sufrido Theresa May sufrido en la reciente cumbre de Salzburgo sugiere un interesante paralelismo con esa variante española del Brexit que es el procés.
No cabe duda: la de post-verdad es una de las etiquetas más exitosas de nuestra época. Palabra del año a juicio de los Oxford Dictionaries en 2016, forma junto al populismo y el nacionalismo una santa trinidad causal para explicar las turbulencias políticas de nuestra época.
Pocos demonios son tan familiares como los demonios de la otredad: porque con los otros tenemos que convivir. Salta a la vista, sin embargo, que las sociedades europeas viven estos meses la reaparición de un tipo particular de otredad, representada no por quienes viven entre nosotros, sino por quienes aspiran a hacerlo en busca de una vida mejor. Es una otredad imaginaria, desmentida sin ambages por antropólogos y genetistas, que sin embargo produce efectos políticos reales. Porque no son ficticios los mecanismos psicobiológicos que saturan afectivamente nuestra percepción del otro: la historia de la xenofobia se ha escrito sobre los renglones torcidos de un rasgo evolutivo que nos empuja a colaborar con los miembros de nuestro grupo y competir con sus presuntos enemigos. De esa disposición atávica se aprovechan los actores políticos que agitan el fantasma de la islamofobia o alertan contra la contaminación cultural de las viejas tradiciones nacionales: en Italia, Estados Unidos, Hungría, Cataluña. De modo que si queremos evitar que la crisis migratoria se lleve por delante el proyecto europeo, el realismo es el primer mandamiento: ninguna apelación lírica a la coexistencia fraterna logrará persuadir a quienes aplauden la idea de elaborar un censo para gitanos.
Durante los últimos años, los comentaristas más sofisticados de la esfera pública española se han familiarizado con la literatura científica sobre los déficits de la racionalidad individual: han aprendido que los sesgos ideológicos o afectivos se interponen en el camino de la deliberación racional.
No sabemos en qué estaba pensando David Byrne cuando escribió «Once in a Lifetime», la memorable canción incluida en Remain in Light, álbum de Talking Heads publicado en 1980. Pero sí sabemos que hoy podría aplicarse con facilidad no tanto a Pablo Iglesias -quien debería saber por qué se encuentra hipotecado y a las puertas de la paternidad- como al partido que lidera y sus votantes. Su perplejidad es más que comprensible. Ya que nos hemos acostumbrado a pensarlo todo en términos de «relato», el famoso chalé en la sierra hace algo más que suministrar un inesperado giro narrativo: nos sugiere, como en algunas novelas de Nabokov, que el narrador nos había estado engañando. Quizá sigamos leyendo, pero ya no confiaremos en él.
Que uno de los acontecimientos decisivos de la vida política es la repentina visibilidad pública de aquello que antes permanecía oculto, puede comprobarse en buena parte del cine político.
Tiene escrito en algún sitio Sánchez Ferlosio que decir que el tiempo todo lo cura es aceptar que el tiempo todo lo traiciona. Uno de los narradores de Graham Greene lo expresa así: por más que usemos superlativos o nos demos golpes en el pecho, nadie muere por amor y eso nos convierte en comediantes. O sea, en usufructuarios de ideas y sentimientos que cambiamos por otros cuando toca. Sin embargo, de ETA no puede decirse semejante cosa: siguen siendo lo que fueron. La diferencia es que hace tiempo que ya no pueden hacer lo que solían.
la herencia semántica que identifica decimonónicamente los golpes de Estado con la toma del poder estatal a manos de militares y, por tanto, la reticencia de tantos comentaristas y ciudadanos a identificar como tal el intento de voladura del orden constitucional perpetrado por el separatismo catalán; el correspondiente éxito internacional del relato victimista confeccionado sin descanso por el soberanismo, que ha permeado las más excelsas redacciones de la romantizante prensa europea
¿Cómo interpretar los signos que salen a nuestro paso? Sobre ese interrogante construyó Thomas Pynchon una novelita prodigiosa, La subasta del lote 49, publicada hace más de medio siglo. Su protagonista, la inefable Oedipa Mass, ama de casa californiana a la que su difunto marido deja un peculiar legado, cree descubrir en la California del Sur de los años 60 los restos activos de un sistema postal alternativo al oficial cuya existencia clandestina se remonta al siglo XVIII.
Ya se trate de una mesa redonda, una conversación de sobremesa o un trayecto en taxi, la fórmula es infalible: para no pelearse y terminar con una dosis reconfortante de indignación, basta con apelar a la educación y su reforma, solución a todos los problemas conocidos y por conocerse.
Conversamos con Manuel Arias Maldonado acerca de su más reciente libro: Antropoceno. La política en la era humana.
El columnista Manuel Arias Maldonado analiza en #elSubjetivo en vídeo sobre el incremento histórico del precio del alquiler en España en la era digital.
El columnista Manuel Arias Maldonado analiza en #elSubjetivo en vídeo sobre el incremento histórico del precio del alquiler en España en la era digital.
Durante los últimos meses, el feminismo occidental se ha convertido en protagonista indiscutible de la vida pública: no hay día que pase sin que sus reivindicaciones sean apasionadamente discutidas en medios y redes. Su impacto es, o parece estar siendo, sobresaliente. Pero si dejamos ahora a un lado el debate sobre el contenido de esas reivindicaciones y nos fijamos en la estrategia mediante la cual se presentan al público, toparemos con una de las paradojas que aquejan a cualquier activismo mínimamente exitoso.
Para abordar uno de los temas más relevantes de la actualidad política y periodística en la era de la posverdad, The Objective Media y Casa América celebran el martes 13 de febrero la mesa de debate ‘La democracia y sus trolls. España y América en tiempos de fake news’.
Ha dicho Artur Mas, en su despedida de la política activa, que el independentismo carece de mayoría suficiente para imponer nada. ¡Albricias! He aquí una verdad palmaria, incuestionable: hora era de que el nacionalismo la hiciera suya.
¡Año nuevo! Y con él, cuando todavía no se ha apagado el eco de las campanadas a lo largo del continente, aparecen los propagandistas del «tiempo nuevo».
Cataluña ante el espejo. ¿Qué imagen devolverá ese espejo después de 5 años de procés? ¿Qué puede construirse después del mismo?
Cataluña ante el espejo. ¿Qué imagen devolverá ese espejo después de 5 años de procés? ¿Qué puede construirse después del mismo?
En Navidad, de un tiempo a esta parte, uno siente nostalgia de la Navidad. O sea, de la Navidad tal como era antes o como uno la recuerda: breve, concentrada, sintética. Su modesta estructura se componía de una semana preparatoria y una quincena de ejecución: desde las vísperas de la lotería hasta la comida de Reyes.
Para evitar el oportunismo inherente a los obituarios, nada mejor que celebrar a los vivos mientras viven. Por eso está bien que el Ministerio de Educación y Cultura rinda homenaje hoy, cuando cumple noventa años, a Rafael Sánchez Ferlosio. Y ojalá que, a diferencia de lo que sucedió en Alcalá cuando recibió el Premio Cervantes, el augusto plumífero no tenga que pedir educadamente a la tuna que no le cante nada.
Hablamos mucho del obstáculo que, para el gobierno democrático de las sociedades contemporáneas, representa su complejidad. ¡Y con razón! Pero la crisis catalana nos demuestra que incluso los aspectos más sencillos de la organización política democrática constituyen una fuente inagotable de confusión ciudadana. Lo que de paso nos recuerda qué difícil es construir sociedades bien ordenadas y capaces de perseguir de manera justa la realización de principios básicos como la igualdad o la libertad.
Tenemos tiempo -hasta la noche del lunes- para reflexionar sobre el paso sin precedentes que ha dado el gobierno con la activación del artículo 155 de la Constitución: en la vida, en fin de cuentas, siempre hay una primera vez. Pero salga lo que salga a estas alturas del Parlament, difícilmente se detendrá su aplicación, a pesar del carácter disuasorio implícito en la elucidación de las medidas que con él se proponen. Siguen unas notas al respecto.
La celebración de la asamblea de cargos públicos convocada por Podemos, que tuvo lugar ayer en Zaragoza, dejó dos noticias. Una es el lamentable incidente protagonizado por la «masa de acoso» (la categoría es de Elías Canetti) de extrema derecha que se congregó en Zaragoza para proferir insultos a los asistentes, tirar una botella a la Presidenta de las Cortes de Aragón y romper las lunas de un coche de TV3. Sucedía esto al final de la semana en que fue ordenado el ingreso en prisión del líder de Falange española por el asalto a la librería Blanquerna durante la Diada de 2013. La segunda noticia es el fracaso de la asamblea misma. Era previsible, dada la extravagancia de la idea: reunir a representantes políticos de todo el país con objeto de crear una legitimidad paralela a la de las Cortes Generales. O sea, una suerte de poder dual capaz de debilitar la autoridad de Ejecutivo y Legislativo, haciendo frente común contra la «represión del PP» y defender el «derecho de autodeterminación de Cataluña». Pero la noticia no está en la pobre asistencia, sino en el hecho mismo de la convocatoria. Es, como otras iniciativas de Podemos durante las últimas semanas, síntoma de una degradación.
Volver a la realidad es duro, lo sabemos, es por eso que la rentrée es la época ideal para refugiarse en la lectura y permanecer -aunque sea por instantes- en mundos, tiempos e historias que no son los nuestros. Aquí las recomendaciones de cuatro de nuestros Subjetivos para dejar que el cuerpo regrese a los hábitos y los zapatos con calcetines, mientras el alma divaga un poco más.
Tiene el verano muchos detractores y no es difícil comprender por qué. En este mismo periódico, Antonio García Maldonado ha descrito con agudeza los horrores estéticos de las localidades turísticas españolas
Las fiestas populares que salpimentan el verano español han alcanzado ya su primera cima en los sanfermines pamplonicas, a la espera de que tengan lugar la así llamada tomatina de Buñol y la multitudinaria Feria de Málaga, sin desmerecer otras aglomeraciones de similar alcurnia y éxito turístico. Eso sí, ninguna puede competir en cobertura mediática con los encierros taurinos de la capital norteña: si se hace necesario interrumpir la llegada de la humanidad a Marte para que los españoles pueden ver a los Miura correr despavoridos entre miles de personas ataviadas con una camisa blanca y un pañuelo rojo, Televisión Española no tiene problema en hacerlo. ¡Solo faltaría! De creer a los más avezados intérpretes de la fiesta, el servicio público consiste aquí en mostrar a los ciudadanos un rito milenario que, enfrentando al ser humano y a la bestia arquetípica, nos recuerda la condición mortal de nuestra especie y su secular oposición simbólica al resto de la naturaleza. Todo ello, se entiende, mientras recogemos el palillo de dientes que se ha caído encima de nuestras chanclas en pleno mediodía canicular y nos disponemos a dormir una siesta de dos o tres horas.
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