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España

Bien está que fuera tu tierra. Prólogo de 'La España de Abel'

Bien está que fuera tu tierra. Prólogo de ‘La España de Abel’

Hoy es el lanzamiento oficial de La España de Abel: 40 jóvenes españoles contra el cainismo en el 40 aniversario de la Constitución Española, un ensayo coral coordinado por dos de nuestros colaboradores en elSubjetivo: Juan Claudio de Ramón y Aurora Nacarino-Brabo, y editado por Deusto, quienes asumiendo que todo aniversario invita a la recapitulación serena, han querido invitar a cuarenta jóvenes españoles a que contribuyan con cuarenta textos cortos a dibujar el paisaje de esta travesía.

El volumen cuenta con el aporte de muchas de nuestras firmas: Aloma RodríguezAndrea MármolCarlos Mayoral, Daniel CapóIgnacio PeyróJorge San Miguel, Josu de Miguel, Laura Fábregas, Manuel Arias MaldonadoPedro HerreroRicardo Dudda. De ahí que, orgullosos, en The Objective hayamos querido compartir con vosotros, y en exclusiva, el prólogo a cargo de Juan Claudio y Aurora. 

Esperamos que disfrutéis de este adelanto y que os unáis a la conversación usando: #LaEspañaDeAbel.

 

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Bien está que fuera tu tierra

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… densa como una lágrima cayendo, brotó de pronto una palabra: España.

Luis Cernuda

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La idea ha sido juntar a cuarenta jóvenes españoles para hablar bien de España. No para glorificarla, como tanto se hizo en el pasado, pero tampoco para denigrarla, como ha sido de buen tono hacer desde la recuperación de las libertades en 1978. En tiempos en los que es fácil dejarse llevar por el derrotismo, hemos creído importante alzar la voz y decirnos la verdad: que vivimos no sólo en un país normal, sino en un buen país, un país que, sin negar ninguno de sus problemas, posiblemente sea de uno de los mejores sitios del mundo donde poder haber nacido en el último tercio del siglo xx.

Nos hemos querido juntar gente joven, unida en el pañuelo de una generación y media. El punto de anclaje ha sido 1975, año de la muerte del dictador, pero hemos sido flexibles: algún joven carroza nacido antes de esa fecha y de cuya voz no queríamos privarnos ha sido invitado a decir la suya. Tampoco hemos querido prescindir del testimonio de dos personas que, aunque carezcan del pasaporte, son ya españoles de corazón y dan color a nuestro crisol con las voces de Europa y de América.

A los participantes les hemos dado completa libertad artística. Aquí han cabido desde evocadores de esa patria que es la infancia hasta piezas analíticas basadas en hechos y cifras. Solo hemos puesto una condición: que la pieza rehuyese el tono lasti- mero con el que los españoles solemos hablar de nuestro país. Lo que queremos es oponer a un relato otro relato, a una visión otra visión; contra la triste salmodia de una España cutre, oscura y opresora, la balada de la España que hemos conocido: alegre, libre y pluralista (y, como cualquier otra democracia, imperfecta). Queremos celebrar nuestra normalidad. De los defectos de España, que los tiene y no son pocos, nos ocupamos el resto de los días del año.

Hemos buscado la máxima pluralidad geográfica. En las páginas que siguen desfilan españoles y españolas de todas la Españas, hablantes de todas sus lenguas. Hemos buscado también la amplitud ideológica. Las ideas de España de los participantes de este libro pueden diferir, y sus planes de reforma, si los tienen, caminar en sentidos diversos y puede que contrarios. Unos son monárquicos; otros republicanos. A algunos les apasiona la historia; otros miran al futuro. La mayoría siente en su vida esa condición que ha sido una constante en nuestra historia: la doble pertenencia a España en general y a una de las Españas en particular. Solo están unidos en algo: se reconocen como españoles y se encuentran a gusto siéndolo, sin énfasis superfluos ni afectados lamentos.

Otra manera de decirlo sería esta: aunque para algunos participantes de este libro España pueda no ser una nación —sabemos que este término puede ser problemático—, para todos ellos es una realidad. No cualquier tipo de realidad, sino una realidad valiosa, disponible para quien la sepa apreciar como un tesoro común. Se reconocen como conciudadanos. Son la España de Abel. No quieren que España vuelva a ser ese «triste trozo de planeta / por donde cruza errante la sombra de Caín» cantado melancólicamente por Machado, ni que sea cierto que en nuestro país todas las historias terminen mal, como vaticinó Gil de Biedma. Sí se ven reflejados, en cambio, en el verso de otro querido poeta español, el que encabeza la segunda parte del díptico español: «Bien está que fuera tu tierra». Porque si esto lo pudo decir Luis Cernuda, un poeta homosexual que conoció guerra y exilio en una época de represión y de homofobia, sería una frivolidad imperdonable que no podamos decirlo también aquellos que no hemos conocido otra cosa más que la libertad.

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