mentira

Mentirosos

Mentirosos

«Sin credibilidad de quienes nos gobiernan no puede existir una democracia creíble, y sin una democracia creíble cualquier demagogo puede abrirse paso»

¿Por qué nos da miedo decir verdades a la cara si tiene tantas ventajas?

¿Por qué nos da miedo decir verdades a la cara si tiene tantas ventajas?

Siempre se hace difícil ser completamente honesto con los demás. No es agradable explicar a un compañero de trabajo que se está equivocando o decirle a un amigo que no te gusta algo en lo que ha puesto mucho esfuerzo. Incluso cuando se trata de algo positivo, podemos sentir reparos. Sin embargo, muchas veces nos reservamos estas palabras por miedo a la reacción de la otra persona, cuando lo cierto es que escuchar lo que otros tienen que decirnos es fundamental para ser mejores en nuestros trabajos o en nuestras vidas. Básicamente para conocer nuestros puntos fuertes y nuestros defectos.

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Por lo que respecta a la mentira, quizás el tiempo la pondrá en su lugar. Pocos se creen ya, por ejemplo, la publicidad en televisión. De que por comprarse un vehículo nuevo se conseguirá a la chica que aparece junto a ese modelo cuatro ruedas. Para ello, no obstante, es más importante que nunca el papel del periodismo y su constricción a la veracidad de los hechos.

Verdades ponzoñosas y mentiras saludables

Verdades ponzoñosas y mentiras saludables

En Las mentiras convencionales de la civilización (1883), Max Nordau intentó fundar un régimen político basado en una concepción científica del mundo y que, en consecuencia, fuera refractario a cualquier tipo de mentira: religiosa, aristocrática, política, económica, erótica, de prensa… Le salió una bonita fábula literaria.

La intención era buena

La intención era buena

Es entrañable ver a esos periodistas que le dieron bola a las mentiras del padre de la niña Nadia (Pedro Simón, Mamen Mendizábal, Susanna Griso, Ana Pastor y Jordi Évole entre muchos otros) reconvertir lo que ha sido un pecado mortal de sentimentalismo en un pecadillo venial de falta de profesionalidad. “Debimos comprobar los datos”, dicen. No, hombre, eso es lo de menos. Lo que deberían haber comprobado más bien es su sensiblería. Porque no hay jeta, estafador y vendemotos de este mundo que no sepa ya que en la era de las ideologías bobitas y la pornografía sentimental se pesca antes a un incauto con el cebo del drama lacrimógeno que con el de la avaricia. Ahora la cosa ya no va por lo visto de cubiletes y pelotitas sino de niños enfermos o bombardeados.

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