Nochevieja

Nochevieja en casa

Nochevieja en casa

«Esta Nochevieja, forzosamente íntima, sin entusiasmos obligatorios, tendrá menos de belén bebiente, o de botellón nupcial, y más de aquellas Nocheviejas de la infancia junto a la chimenea, cuando descubrimos que no todo lo que arde se pierde»

Una tradición

Una tradición

Ninguno de los cuentos de navidad que he escrito por encargo sucedía en realidad en navidad, siempre he hecho un poco de trampas. Me gusta la nochevieja, la noche de reyes, pero la navidad me resulta profundamente antipática.

Mochi, el pastel de arroz japonés que puede matarte

Mochi, el pastel de arroz japonés que puede matarte

Celebrar la llegada del año nuevo con un postre potencialmente letal es algo tan legítimo como dar la bienvenida al 1 de enero comiendo uvas a la carrera o tirando el mobiliario por la ventana. El mochi, un pastel hecho a base de una masa elaborada con arroz es un postre aparentemente inofensivo, pero mata cada fin de año a varios japoneses. Este snack, típicamente navideño en Japón, se toma para celebrar la llegada del año nuevo, pero el riesgo de este postre, muy difícil de masticar -especialmente para ancianos y niños- ha causado la muerte a dos personas solo este año. Varias otras llegaron a estar en estado crítico.

Los ánimos de inclinación aristocrática no deberían celebrar el Fin de Año

Los ánimos de inclinación aristocrática no deberían celebrar el Fin de Año

Ángel Garó transfigurado en el brillo de los vestidos, en la purpurina de los antifaces, en los colores de las serpentinas: no esperemos más. La noche de Fin de Año es una fiesta de José Luis Moreno pero sin José Luis Moreno ni plató de televisión, es decir, sin ficciones, sin posibilidad de huir mediante el mando a distancia: la realidad persigue, acecha, y contra ella no queda más solución que soportar, resignados, su inevitable compañía. Su galería de horrores, de horrores horteras, cuya horquilla de posibilidades va desde la ropa interior de este color o del otro, una obscenidad hablar de tales temas, hasta una cadena interminable de mensajes cursis deseando lo mejor para lo que, en el mejor de los casos, seguirá más o menos igual: nada se inaugura, nada se renueva, nada cambia. Entre tanto, queda el cotillón, que no es más que una fiesta por obligación de fiesta, o sea, una felicidad impostada, programada, previsible, artificial, una felicidad por mandato, que es algo muy triste, muy pobre.

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