La situación del escritor frente al poder político, que le vigila y le castiga si no se adapta a las normas de lo que se ha de decir en pos del bien general que dictan los gobernantes, tuvo su máxima expresión, por duración y contundencia, en la vieja Rusia rural, en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas del siglo XX, en sus consecutivas dictaduras sanguinarias. «Mi patria, Rusia, es un campo de pruebas donde la historia realiza sus experimentos sociales, y donde además no tiene en cuenta el destino de cada uno de los hombres aislados», dijo el ucraniano Izraíl Métter. Y ciertamente, no es otra la conclusión que uno extrae tras revisar la relación entre el poder, el ciudadano y sus derechos en el campo del arte en aquel país ya desaparecido por desmembrado, casi desconocido por su acercamiento en sus usos y costumbres a Occidente.
En la isla caribeña de Trinidad hay una ciudad que se llama Maracas. Otra que se llama Matelot. Otra que se llama Valencia. Otra que se llama Brighton. Otra que se llama Toco. Otra que se llama Chaguanas. En esta última ciudad –que era más bien un pueblo que se hacía llamar ciudad- nació V. […]
Alice Munro es una mujer de otra época. Pero también de ésta para fortuna nuestra. Es un ejemplo de tenacidad.