Opinión permanente revisable
Una secuela que me dejó mi educación aristotélico-tomista es el principio de no contradicción. Con eso en la mochila, no tengo manera de adaptarme al mundo actual. Ya no me hallo ni como espectador.
Una secuela que me dejó mi educación aristotélico-tomista es el principio de no contradicción. Con eso en la mochila, no tengo manera de adaptarme al mundo actual. Ya no me hallo ni como espectador.
Toda religión hace referencia a algo que sucedió antes del tiempo y que puso en marcha el tiempo.
Por ti, ¡vota la mujer!
Con ocho basta. Consejos de Edith Wharton para el 8 de marzo
Es difícil hacer predicciones; especialmente sobre el futuro, como afirmara un viejo chiste danés. Pero quizá figura esta entre las menos complicadas: según pase el tiempo, nuestros conocimientos científicos serán cada vez más amplios y nuestras capacidades tecnológicas mayores. También parece que el nivel educativo de la humanidad sigue y seguirá aumentando (desde el porcentaje de alfabetizados al de universitarios).
El columnista de elSubjetivo Fernando Hernández Valls opina sobre lo que le espera al PSOE
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De la conveniencia de la ficción
El mismo esfuerzo que Marta Sánchez culminó el otro día en el teatro de la Zarzuela, al cantar con letra propia y mucho énfasis y convicción el himno nacional— se viene repitiendo periódicamente. “Cómo es posible que el himno no tenga letra, vamos a resolverlo ahora mismo.”
¿Un Pla desconcertante?
¿Alguna vez te has preguntado si eres feliz? En tal caso, ¿qué es para ti la felicidad? ¿Un recuerdo? ¿Una canción? ¿Una persona? La felicidad es un término relativo y cada uno lo entiende de una manera diferente. Todos queremos sentirnos bien, queremos que nos quieran, queremos disfrutar en el trabajo y queremos dejar las preocupaciones a un lado, pero ¿qué hace que un día sea mejor que otro? La falta de incidentes, como perder el tren por milésimas de segundo o mancharte de café la camisa blanca, no vale.
Alguna vez lo he mencionado ya, con tono medio (pero solo medio) jocoso; que, dado que los economistas fueron incapaces de predecir la última gran crisis económica, y los politólogos no vieron venir casi ninguno de los convulsos resultados electorales que nos legó 2016, es el momento en que se nos dé una oportunidad a otros profesionales, a menudo postergados: los filósofos. De hecho, alguien que hubiera seguido con atención los últimos treinta años de filosofía no se habría sorprendido demasiado por el éxito que ha cobrado últimamente el término “posverdad”, declarado “Palabra del año” por los diccionarios Oxford en 2016.
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