Según me informa el traductor simultáneo de Google Chrome, 川谷 絵音 significa Kawatani Enon. Es el nombre del cerebro detrás de Indigo la End y ゲスの極み乙女 (Gesu No Kiwami Otome, o ‘Niña en la apoteosis de la grosería’), dos de los más grandes descubrimientos musicales de mi vida. Y la razón por la que este cínico exiliado, mal acostumbrado al tosco sonido del clavecín y la taciturnidad del jazz, ha vuelto a cantar caminando por la calle, tocando esa batería invisible que no percutía desde los quince años. Todo gracias a estar a las dos de la mañana explorando entre canales de Youtube de japoneses, haciendo voyeurismo con mi traductor de Chrome.
La semana pasada el mundo despertó con la noticia de que la fábrica de guitarras Gibson entraba en bancarrota. Según declaró el director ejecutivo, Henry Juszkiewicz, la compañía tendrá que refinanciar 375 millones de dólares, si no quiere desaparecer en los próximos meses.
Fui uno de los miles de ciudadanos que tuve la fortuna la noche del miércoles de ser testigo directo del concierto de sus satánicas majestades los Rolling Stones en Barcelona, la única parada en España de su gira «SIN FILTROS». Para entrar al Estadio OlÍmpico Lluis Companys tuve que superar una organización nefasta. Unas delirantes medidas de ¿seguridad?, colas infinitas, cacheos absurdos, desorden, caos y una rutina insoportable que convertía en una heroicidad llegar hasta la localidad por la que el personal había pagado una pasta, porque ver a los ancianos rockeros que nunca mueren es muy caro, excesivamente caro.
Ken Loach no es famoso por sus opiniones matizadas. Sus películas suelen ser siempre maniqueas, un bien virtuoso y perfecto contra un mal horrible y perfectamente identificado. Por eso no sorprende el artículo que ha escrito el cineasta británico en The Independent contra la banda Radiohead. Les acusa de blanquear el “apartheid” israelí al actuar en Tel Aviv. Para Loach, la decisión está clara: o estás con los oprimidos o con los opresores. Para los que no vemos el mundo con ese simplismo, el boicot cultural a Israel es una idea estúpida. Suele ser contraproducente, porque ataca a personalidades favorables a la paz y a la reconciliación. Es un acto narcisista e inefectivo que solo favorece a la derecha nacionalista israelí, siempre fomentando la idea del victimismo y de la amenaza exterior. Y suele coquetear con el antisemitismo: muchos antisemitas se esconden tras el concepto antisionismo. Los antisemitas vestidos de antisionistas confunden a todos los judíos con Israel. Loach, como muchos activistas anti-Israel, confunde el gobierno de Israel, y sus políticas, con todos los habitantes de Israel.
En cuanto supe que había muerto Chuck Berry fui a escuchar “You never can tell”, su alegre canción de 1964, también conocida como “C’est la vie”: música rock, letra bien articulada y tono afectuoso, levemente burlón, sobre el matrimonio de dos adolescentes de Nueva Orleans sin un chavo, que –“you never can tell”, nunca se sabe– sale bien; “Pierre” y la “mademoiselle” prosperan, él encuentra trabajo, ella aprende a cocinar, con el paso de los años su modesto piso se va llenando de estupendos artículos de consumo, incluidos 700 discos de jazz y rock, y, en fin, hasta trucan un viejo coche para volver a Nueva Orleans y celebrar el aniversario de su boda.
Aunque fuera de la teoría que este Papa es capaz de sacudir todo el lodo anquilosado por los siglos de los siglos en la Plaza de San Pedro, no creo que pudiera considerarlo un Rockstar.