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Ricardo Lezón (McEnroe): «El amor se idealiza, esconde cosas que nunca te gustan de ti»

Publica ‘Lento y salvaje’, un repaso a una vida celebrada con las letras de uno de los grupos más importantes en español

Ricardo Lezón (McEnroe): «El amor se idealiza, esconde cosas que nunca te gustan de ti»

Ricardo Lezón, vocalista de McEnroe. | Fotografía cedida por el entrevistado

Una amiga me dice después de enseñarle una actuación de McEnroe que Ricardo Lezón (Zaragoza, 1969) tiene un aire a Bud Spencer y ya no puedo dejar de pensar en eso durante toda la entrevista. Al otro lado de la pantalla aparece con un gorro de invierno. Bebe café y se lía un cigarrillo, y mientras hablamos sobre su carrera y su nuevo libro, Lento y salvaje (Plaza y Janés), yo solo puedo imaginarme al tipo que repartía tortazos legendarios en los westerns que veía los sábados por la tarde con mi padre enfundado en una gorra de camionero estadounidense, una camisa de franela a cuadros y unos vaqueros cantar despacio sobre el escenario de la Riviera eso de «Acuérdate de mí cuando pises algún charco, cuando escuches algún pájaro cantar; acuérdate de mí cuando veas algún rayo agrietando todo el cielo como un cristal».

Estábamos en que Ricardo Lezón no es Bud Spencer. Tampoco me atrevo a preguntarle si sabe repartir tortazos, aunque ha escrito y cantado algunas letras que como poco son una tunda de puñetazos al corazón. Dice que antes le daba cierta rabia escuchar que McEnroe era un grupo de letras tristes porque siempre han escrito sobre el amor y ese es un tema feliz. Yo no me atrevo a rebatirle y hasta entiendo lo que dice, pero me quedo para mí que muchas de sus canciones han sido la banda sonora de algún que otro paseo volviendo a casa después de ponerle punto y final a ciertas cosas. 

Antes que músico ha sido agente inmobiliario, ha tenido un bar, ha sido profesor de tenis y hasta trabajó en una pollería. Nunca ha vivido del todo de la música, aunque celebra que ha aprendido a vivir gracias a ella. Siempre describe a McEnroe como unos tipos de Getxo que hablan poco. Yo añado ahora que en cada frase dicen mucho, un mundo entero. Ahora ha decidido que tampoco es escritor aunque haya dejado con su nombre una biografía que aspiraba a parecerse a la de Agassi y que ha conseguido trazarse su propio camino, sin ajustes de cuentas ni reproches, solo 220 páginas de recuerdos desordenados que recorren todas las experiencias vividas y aprendidas al ritmo de la música de uno de los grupos más influyentes de la música en español.

PREGUNTA.- ¿Quién es el mejor tenista de todos los tiempos?

RESPUESTA.- Hay una parte subjetiva que es que más te guste y hay otra que es objetiva que no se puede negar, que es quién es el que más ha ganado y ese es Djokovic, pero no es el que más me gusta.

P.- ¿Y quién es tu favorito?

R.- Son muchos, pero casi siempre han sido así un poco loosers. Me gustaba mucho Rafter, que era un australiano que jugaba de puta madre, Pat Cast, todo ese tenis australiano de ataque que ya no se puede ver, como unos kamikazes que se iban a la red. Me gustaban mucho los tenistas indios. Tú eres joven y ya no han llegado, pero en mi época eran Amritraj, Krishnan, jugadores muy elegantes que ganaban poco pero que hacían un tenis muy bonito. 

P.- ¿Has visto más tenis o has hecho más música en toda tu vida? 

R.- Mucho más tenis. Me gusta muchísimo, me emociona, me calma el sonido. En realidad es un uno contra dos porque juegas contra uno mismo y contra el contrario. Es un deporte muy mental, tío. Se parece un poco a la vida por las decisiones: hay jugadores que son mucho mejores que otros pero no tienen bien amueblada la cabeza y no pueden ganar, hay otros que entrenan mucho pero les falta el punto ese de magia como para ganar más cosas. Cada decisión, cada punto parece fácil cuando lo ves por la tele, tío, pero es dificilísimo.

P.- Me gusta esta idea del uno contra dos, contra tu propia cabeza. En Lento y salvaje desglosas todos los problemas de salud mental que has arrastrado en estos años. ¿Cómo estás ahora mismo?

R.- Estoy muy bien, la verdad. También tiene mucha culpa haber terminado el libro y haber podido colocar muchas cosas en su sitio. Cuando me puse a escribir, estaba claro que tenía que hablar de la ansiedad porque lo he tenido toda la vida, pero no quería que fuese… ¿sabes? Hay una cierta tendencia a amarillear eso como si fuera lo importante, y creo que todos tenemos un un nivel de ansiedad, más alto o más bajo, y algunos lo llaman de otra manera. Es un poco encajar en la vida: a veces estás más cerca de la calma o de la serenidad, otras estás más lejos, pero es un proceso de ir entendiéndote, comprendiendo lo que pasa y cómo tienes que vivirlo. 

«Lo del malditismo siempre nos ha perseguido a McEnroe. Todo el rollo ese de la tristeza era muy frustrante porque escribíamos desde la alegría, hacíamos canciones de amor y eso nunca es triste»

P.- ¿McEnroe ha sido un éxito? 

R.- ¡Sí, hombre! Lo fue desde el momento en el que nos pusimos a tocar. Y la clave de todo lo que ha venido después creo que ha sido vivirlo así y seguir haciéndolo, porque todo lo que nos llegaba era como un como un regalo más que un premio.

P.- En el mundo de la música lo que se ha entendido como éxito es llenar estadios, millones de escuchas, legiones de fans, giras de 25 conciertos, festivales. Vosotros habéis ido por el camino contrario, prefiriendo salas pequeñas y yendo a algunos festivales en los que admites que no te sientes cómodo.

R.- El éxito es un término muy íntimo. Te preguntan muchas veces ¿no habéis querido?, y no es cuestión de que no hayamos querido, es que ni siquiera nos lo hemos preguntado. Hemos tocado donde nos apetecía y no tengo ni idea si podíamos haber hecho otras cosas también. Sería un poco vanidoso decir: «No, pues hemos dejado de tocar en»… No tengo ni puta idea de si hubiésemos podido tocar en otros sitios o no. Sé que hemos estado en sitios donde no hemos estado cómodos y nos notábamos como un grupo de amigos que llega y ve que el plan no mola. El rollo este de los festivales son casi la única manera que tienes de vivir de la música porque si te sales del circuito, que cada vez empieza antes y termina más tarde, es muy difícil que sobrevivas como banda y que puedas vivir de eso.

P.- ¿Los McEnroe nunca habéis vivido de la música?

R.- Eso siempre se mira un poco desde el punto de vista económico. A mí la música me ha ayudado económicamente hablando, me he apoyado en ella, pero siempre he tenido otros trabajos y los demás miembros del grupo también. Siempre hemos tenido nuestra vida encauzada y no voy a decir que no ganaba ni un duro o la música, pero cuando hablo de esto más que el tema económico es a nivel vital. La música me ha ayudado muchísimo, pero también he conseguido tener una vida aparte de ella. 

Portada de Rápido y salvaje, el nuevo libro de Ricardo Lezón, vocalista de McEnroe. Foto: Carmen Suárez.
Portada de ‘Lento y salvaje’, el nuevo libro de Ricardo Lezón, vocalista de McEnroe. | Foto: Carmen Suárez.

P.- Habéis cumplido 20 años hace poco. Vuestra carrera es casi la de un grupo de culto. ¿En qué momento os disteis cuenta de que esto iba muy en serio?

R.- Tampoco hay un momento. Nosotros hemos seguido igual, no ha cambiado demasiado y aunque esto suena un poco a tontería siempre hemos vivido todos los conciertos con los mismos nervios y con mucha ilusión. Esto ha ido creciendo y lo más bonito ha sido hacer la gira esta de los 20 años y ver que venía gente joven. Esa es una parte muy grande del éxito que estoy descubriendo ahora también porque nos hacemos mayores. El tema de la permanencia, de trascender de cierta manera, de ver mis hijos que escuchan McEnroe y decir: «Bueno, esto se va a quedar aquí, ¿sabes? No va a ser como una cosa que de repente va a desaparecer y podrá seguir unos años». Pensar que vas a trascender da vértigo, pero es muy bonito.

 P.- ¿Cómo se siente un padre cuando sus dos hijos le dicen que escuchan su música?

R.- Que a tus hijos les guste lo que haces es de puta madre. A Ricky (su segundo hijo) le va menos. Ha venido a conciertos y me hace una ilusión de la leche, pero Jimena, que es más musiquera, ha hecho esa evolución bonita de ver que al principio le aburría mucho y estaba en otras cosas, otras músicas más actuales, incluso a veces con artistas que que le han gustado y han ido pasando y desaparecen y en cambio nosotros pasamos de no existir o de ser « el grupo de Papá», que es una pereza, a ir creciendo y que veas que aquí hay algo.

P.- Hay padres a los que les da vergüenza el abrirse en canal delante de sus hijos y hacerse un estriptis sentimental. Gente a la que le daría una vergüenza tremenda el escribir un libro en el que confiesa que está jodido, que está cascado o que ha tenido ansiedad.

 R.- Los hijos ya lo saben. Viven contigo y te ven que estás cascado y que tienes ansiedad. Es bueno que sepan, no hay nada que esconder. Sé que les está costando leer el libro, pero es bueno. He vivido con cierto temor el haber hablado de otras personas, el hablar de mi familia por cómo lo iban a recibir y cómo se lo iban a tomar; pero creo que ha sido muy esclarecedor darme cuenta de que puedo hablar de muchas cosas que a las que hacía tiempo que no miraba o que había mirado siempre de reojo desde otro sitio y ver que la mirada que tengo sobre eso y lo que me queda es bastante serena y no hay ningún tipo de ajuste de cuentas ni de cuita. Hay muchas cosas que necesitas escribir para poder entenderlas.

P.- Tienes una frase que te he escuchado antes de algún concierto: «Somos gente de Getxo, así que hablamos poco». ¿Cómo se lanza un tipo así a escribir más de 220 páginas? 

R.- Hay mucha diferencia entre escribir una canción y ponerte a escribir un libro. También lo hay entre escribir poesía y escribir canciones. Solo Bob Dylan puede escribir una de 220 páginas. Las canciones son pequeñas historias más concentradas y van acompañadas, no estás solo, sino que están al servicio de una atmósfera. Estoy muy orgulloso de haber hecho el libro porque me cuesta mucho alargar las historias, voy muy directo a lo que quiero decir. Como grupo tampoco le hemos dado muchas vueltas, por mucho que parezca, a las letras. Hay muchas veces que te dicen que una letra está súper trabajada y no es así. Es una forma de autoconfianza en lo que nos sale de primeras. Es como decía Kavafis, hacer canciones sin otro propósito que dejar que salgan. Cuando te sale algo que no sabes muy bien de dónde viene, hay que confiar en ella. Darle vueltas solo ha hecho que pierda la esencia. 

P.- La Electricidad es un tema que me obsesiona y que toca un punto central en vuestras canciones: el desamor. ¿Se superan las rupturas o aprendemos a convivir con la herida?

R.- Claro que se superan, hombre. Se superan aunque no quieras a veces, aunque te creas que nunca más te va a pasar eso. Pero sí te va a pasar y muchas veces la barrera para que no ocurra eres tú, por cerrarte a querer hacer que las cosas no sigan su curso natural. Cuesta más o cuesta menos según la unión que hayas tenido, pero por supuesto que se supera.

«El error de casi todo es tomarnos la vida como un trueque, como que tienes que recibir lo mismo que das cuando esto se trata de dar, no de recibir»

 P.- ¿Mitificamos demasiado el amor?

R.- Claro. Se coloca mal. Cada uno lo tiene que colocar en su sitio. Yo solo puedo hablar de mí, pero creo que muchas veces lo he colocado en un sitio que no era. Se idealiza, tapa muchas cosas que no te gustan de ti, sirve un poco de niebla para esconder cosas. Entonces, cuando hay una ruptura, esas cosas salen a la luz. Tienes que aprender a vivir sin esa persona y sin lo que te tapaba. Te tienes que mirar otra vez y eso es difícil. En general, está mal mitificar cualquier cosa: es verso… un verbo bastante dañino.

P.- Tenías todas las cartas para el malditismo y en todo el libro no hay un solo ajuste de cuentas contra excompañeros, exparejas o examigos.

R.- Es que no tengo ningún reproche que hacer. Todo esto me ha servido para aprender, para llegar a donde estoy ahora. No me arrepiento de casi nada de lo que he hecho, pero en el fondo arrepentirse es una forma de aprender. Lo del malditismo siempre nos ha perseguido un poco a McEnroe. Todo el rollo ese de la tristeza era muy frustrante porque escribíamos desde la alegría, hacíamos canciones de amor y eso nunca es triste. Cuando se acaba pues sí, tiene su parte de ruptura, pero también significa que lo has vivido y lo que te deja te va a seguir toda la vida. El tema de la tristeza nos persiguió y nos aburría mucho, pero también llegó un momento en el que dijimos que uno tampoco es dueño de lo que transmite y es una pelea en la que vas a perder siempre. 

P.- ¿Qué has aprendido de la paternidad?

R.- Todo. Es lo único que te sacude totalmente. Dejas de pensar tanto en ti, algunos más, otros menos; pero a mí me permitió dejar de tener el foco tan puesto en mí. Me enseñó todo y de hecho ellos me siguen enseñando. Ahora que han crecido y veo cómo se enfrentan a las cosas… es lo único que te cambia la vida de una manera positiva.

P.- Hay quienes utilizan la paternidad para enmendar los errores que sus padres tuvieron con ellos.

R.- A mí precisamente me enseñó que mi padre no cometió errores. Siempre que lo hagas como puedas y como mejor puedas, con la mejor intención, no hay errores porque tampoco hay un canon de cómo está bien ni cómo está mal ser padre. Eso no lo sabes nunca. Ahora les veo enfrentarse a la vida y pienso que algún triunfo, que alguna cosa buena viene de mí; pero también me veo a mí y me digo que eso es mérito de mi padre. Hay un momento en el libro en el que pongo que la única clave que hay para intentar ser una buena persona es querer serlo. Es el primer condicionante previo porque si no partes de ahí nunca te vas a conseguir acercar y a partir de ahí los errores que cometas son normales.

P.- ¿Crecer te ha hecho más consciente del tiempo?

R.- Soy consciente del tiempo que he perdido. Es un discurso un poco siniestro, pero tampoco se puede mirar hacia otro lado, pero he llegado a una edad en la que llega ese momento en el que empiezas a soltar lastre, a dejar de poner energía en cosas que ya sabes que no merece la pena, que no te aportan nada. Y mira, hablando de volver también te das a pensar que muchas veces el error de casi todo es tomarnos la vida como un trueque, como que tienes que recibir lo mismo que das cuando esto se trata de dar, no de recibir. Y bueno, el tiempo toma otra dimensión, claro. Ahora todo me parece que va más rápido. Intentas ahorrar todo el tiempo que pasas con la mano y dedicarlo a lo que de verdad te llene. 

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