Después del verano
Es una lata, el trabajar cantaba Luis Aguilé. Tradicionalmente, para la gran mayoría, volver al trabajo después del verano, ha sido una tortura.
Es una lata, el trabajar cantaba Luis Aguilé. Tradicionalmente, para la gran mayoría, volver al trabajo después del verano, ha sido una tortura.
En realidad la vida ocurre en un mismo lugar, lo que cambia es el atrezzo. Digamos que el decorado en el que se lleva a escena nuestra existencia no cambia mucho, incluso si no dejamos de viajar, el plató es una proyección mental, una extensión de uno mismo y sus circunstancias.
Durante el último fin de semana de agosto, el Notting Hill londinense es Río de Janeiro pasado por el Támesis. Si me ven bailando salsa en alguna terraza con una pinta de cerveza a medio terminar en la mano, no duden, si son tan amables, en invitarme a otra.
Los saltos al vacío siempre son premeditados. Casi exitosos en un 90 por ciento de las veces. Siempre peligrosos si vamos de la mano del dudoso. Que no nos engañen.
Mujeres ¡ya pueden ser sirenas!; hombres ¡ya pueden ser tritones! Es una aventura basada en algo que todos tenemos: sueños. Y perseguir los sueños es una de las maneras más hermosas de felicidad.
Me alegro que Venecia haya dicho basta. Sus calles, su plaza de San Marcos, sus escondrijos sí que merecen una visita. Pero reposada. No a un camarote que flota en unas aguas tan ondulantes como la felicidad que vende la agencia de viajes.
Las bendiciones de la vida de soltero en Madrid son tan dulces para el alma como desastrosas para el hígado
Disfruten de sus fiestas, convivan con sus amigos y conocidos para que el mes de hecatombeon (julio/agosto) ayude a cargar las pilas para afrontar un nuevo año laboral y el curso escolar que está a la vuelta de la esquina.
¿Y ahora que Google ha hecho verídico el verbo inmortalizar se cuelgan imágenes sin ton ni son? Sospecho que este rollito amateur será visto en el futuro como una excentricidad de comienzos de siglo.
Me gusta una barriga blandita donde apoyar mi cabeza cuando leo, una barriga que no piense que se le va a salir un abdominal y me va a dar en el ojo, pero, sobre todo, una barriga que me diga al verla «no sólo seré tu novio, también seré tu compañero de birras».
Lo que sí que parece una verdad indudable es que uno no puede adentrarse en los bares a impartir doctrina y a mandar a sus políticos a tomar viento a la farola mientras bebe zumitos de frutas o tés de hierbas aromáticas.
El repugnante virus del cosmopolitismo se extiende mucho vía low cost. El brasas del gintonic pide un pincho de foie a la plancha y yo otra caña estilo añejo. Hay una parte del verano que sólo consiste en escuchar a los de al lado y beber cerveza.
¿Madrugar cuando uno podría estar en la cama hasta las tantas? ¿Por qué se sigue poniendo el despertador, uno de los monstruos más infames de toda la historia de la humanidad, cuando no hay ninguna necesidad?
Volveremos a Londres una y otra vez, a sabiendas de que no es placentera, ni agradable, ni fácil ni gozosa pero sí sencillamente- magnífica
Puede que la única lealtad de verano sea la selfidelidad, que es ese obviar todo cuanto monumento haya alrededor. Afanado en posar, al final recuerda el turista lo que retrata, no lo que ve.
Uno parece que camina por las calles en busca de sus rayos, y cuando empiezan a salir de entre las nubes, los de aquí comparten sonrisas y un entusiasmo real, como si recibieran un regalo ansiado por tanto tiempo
Propósito de estío: olvidarnos del rey y del profeta, conseguir que descanse el alma durante estas semanas, que la tenemos maltratada, al alma, sólo porque no existe un aparato con el que medirle la tensión, ni un yogurt para regular su flora.
Si no me equivoco, es una medusa llamada de compases. Cuando leí el nombre, creí que se refería a la manera hermosísima en la que se desplaza por el agua, como si bailara o siguiera el compás de la música muda del fondo del océano.
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