Chelsea Hotel, enjambre de leyendas
Si las paredes hablaran, las del Chelsea Hotel relatarían algunos de los capítulos más salvajes, extraordinarios y legendarios de la enciclopedia cultural del siglo XX. Los libros de registros del hotel son un interminable paseo de la fama: Mark Twain, Marilyn Monroe, Tennessee Williams. Jonas Mekas, Warhol, Jackson Pollock, Los Ramones, Jonh Cale, Edith Piaf, Jimi Hendrix, Keith Richards, David Bowie… En el Chelsea escribían, componían, se drogaban, vivían y morían grandes leyendas de la literatura, la música, el cine y el arte, convirtiendo el edificio en una sinfonía compleja y estridente de biografías entremezcladas.
Si las paredes hablaran, las del Chelsea Hotel relatarían algunos de los capítulos más salvajes, extraordinarios y legendarios de la enciclopedia cultural del siglo XX. Los libros de registros del hotel son un interminable paseo de la fama: Leonard Cohen, Bob Dylan, Mark Twain, Marilyn Monroe, Tennessee Williams, Jonas Mekas, Warhol, Jackson Pollock, Los Ramones, Jonh Cale, Edith Piaf, Jimi Hendrix, Keith Richards, David Bowie… En el Chelsea escribían, componían, se drogaban, vivían y morían grandes leyendas de la literatura, la música, el cine y el arte, convirtiendo el edificio en una sinfonía compleja y estridente de biografías entremezcladas.
«Un caos espeluznante y optimista que predijo el futuro de las modas y al mismo tiempo ofrecía la sensación de ser un viejo refugio que protegía a su familia» Arthur Miller
Arthur Miller se mudó a la habitación 614 del Chelsea tras divorciarse de Marilyn Monroe en 1961, narrando su propia experiencia en el hotel en el ensayo El afecto Chelsea. En sus memorias, el que es considerado uno de los mejores dramaturgos del siglo XX, relata que el Chelsea «era la cima del surrealismo», un lugar donde tomar el ascensor contenía la posibilidad de salir colocado por el humo de la marihuana que inundaba el ambiente.
«Este hotel no pertenece a América», escribió Miller, «no hay aspiradoras, no hay reglas ni vergüenza». Para el escritor, el Chelsea era «un caos espeluznante y optimista que predijo el futuro de las modas y al mismo tiempo ofrecía la sensación de ser un viejo refugio que protegía a su familia».
Lugar idóneo para el desenfreno y la espontaneidad que caracterizó a los escritores de la generación beat, se dice que Jack Kerouac y Gore Vidal pasaron una noche en una de las habitaciones del Chelsea, y que en otro de los cuartos del hotel, William S. Burroughs escribió gran parte de El Almuerzo Desnudo. El que por aquel entonces era el manager del hotel, Stanley Bard, era extremadamente permisivo y respetaba el gusto por los narcóticos de sus huéspedes: «Conocí a Timothy Leary, Allen Ginsberg y toda esa generación beat. Pensé que todos tenían derecho a hacer lo que quisieran, siempre y cuando no fuera destructivo para el hotel», declaró en entrevistas años más tarde.
Pero la biblioteca engendrada en el Chelsea no termina aquí. Arthur C. Clarke escribió en una habitación 2001: Odisea en el espacio, algunos dicen que con ayuda de Kubrick, quien dirigiría después la versión cinematográfica, y el artista Yves Klein, conocido por patentar su propio color azul y utilizar cuerpos de modelos como «pincel», escribió allí The Chelsea Hotel Manifesto en 1961.
Dylan Thomas perdió allí la vida, según cuenta la leyenda, tras tomarse 18 whiskies y en la habitación número 100, Sid Vicious apuñaló a su novia Nancy Spungen en 1978.
Dylan Thomas perdió allí la vida, según cuenta la leyenda, tras tomarse 18 whiskies, y en la habitación número 100, Sid Vicious, líder de los Sex Pistols, apuñaló a su novia Nancy Spungen en 1978. La pareja se mudó al Chelsea tras la ruptura de la banda, regitrándose en el hotel como Mr. and Mrs. John Simon Ritchie, el verdadero apellido de Sid. Como resultado de la violencia, los abusos y la locura general que caracterizó a la pareja más famosa del punk, la cosa acabó en tragedia.
El cuerpo de Spungen fue encontrado debajo del fregadero en el cuarto de baño de su habitación, apuñalada en el abdomen. Vicious fue inmediatamente arrestado y acusado de asesinato en segundo grado, cargos sobre los que se declaró inocente. Fue puesto en libertad bajo fianza, pero cuatro meses después de la muerte de Nancy murió de una sobredosis de heroína, antes de que el juicio pudiera tener lugar.
Quizá sea la cantante y compositora Patti Smith, que vivió en el Chelsea con su ex pareja el fotógrafo Robert Mapplethorpe, la que explique mejor el efecto Chelsea: «No existe ningún artista que haya vivido en el Chelsea y que no fuera capturado de alguna manera por su encanto«.
En Just Kids, la autobiografía publicada por Patti Smith en 2010, la cantante relata su experiencia en la habitación 1017, conocida por ser la más pequeña del hotel: «Vivir en aquel hotel excéntrico y maldito nos dio sensación de seguridad y una educación excepcional. La buena voluntad que nos rodeaba demostraba que los Hados estaban conspirando para ayudar a sus entusiastas criaturas».
El Chelsea fue testigo de incontables historias sobre noches de inspiración, borracheras descontroladas y encontronazos entre algunas de las leyendas más emblemáticas de la contracultura que merecen ser rescatados del olvido. Las anécdotas sobre escritores, músicos y artistas se pierden en el torbellino de una época cada vez más distante, pero algunas permanecen en la memoria gracias a la música.
«Staying up for day in the Chelsea Hotel Writing Sad-Eyed Lady of the Lowlands for you». Letra de la canción Sara de Bob Dylan
El Nobel de la la literatura, Bob Dylan, habitó la habitación 211. Prueba irrefutable es la canción dedicada a la que sería su primera mujer, y también residente del Chelsea, Sara Lownds. Tal y como canta en la canción, Dylan escribió para ella Sad-Eyed Lady of the Lowlands en el Chelsea. Sin embargo no todo es tan romántico como pudiera parecer: Bob Dylan y Sara vivían en habitaciones separadas pero pegadas, porque al principio de su relación, por aquel entonces, el músico estaba a punto de terminar su relación con Joan Baez.
En este torbellino de cotilleos del que es escenario el Chelsea, algunos aseguran que fue en el mismo hotel donde el cantante tuvo un affair con Edie Sedgwick, musa de Warhol, la chica ‘It’ de los 60’s. Cuando Edie se mudo al Chelsea conoció a Leonard Cohen, se enamoró de Bob Dylan y una noche acabó en una bola de fuego en un incendio en su habitación provocado, muy probablemente, por una mezcla de velas y consumo de opiáceos.
Algunos dicen que canciones de Dylan como Like a Rolling Stone y otras del álbum Blonde on Blonde como Leopard-Skin Pill-Box, Stuck Inside of Mobile with the Memphis Blues Again y Just Like a Woman estuvieron inspiradas en Sedgwick y la actriz fue una de las mujeres que apareció en el interior de la portada del álbum Blonde on Blonde. Las relaciones con Dylan terminaron cuando Sedgwick averiguó que éste se había casado con Sara Lownds en una ceremonia secreta. Murió a los 28 años por una probable sobredosis de barbitúricos.
«I remember you well in the Chelsea Hotel,
You were talking so brave and so sweet,
Giving me head on the unmade bed,
While the limousines wait in the street» Letra de Chelsea Hotel #2 de Leonard Cohen
Cada vez que suena Chelsea Hotel #2 Leonard Cohen revive el fantasma de la noche que conoció a Janis Joplin en un ascensor de Chelsea Hotel. Sin sacarina, la letra de la canción homenajea a Janis y a los encuentros entre segundos premios. Cohen cuenta que cogió uno de los ascensores esperando encontrarse con Briggitte Bardot. Otras veces, que buscaba a Lily Marlene. Ninguna de las dos le hubiera prestado atención, pero el canadiense tuvo la suerte de encontrarse con Joplin. Según cuenta la historia, mientras subían en el ascensor Cohen le preguntó:
-¿Estás buscando a alguien?
-Sí, a Kris Kristofferson- respondió ella.
-Hoy estás de suerte. Yo soy Kris Kristofferson.
Obviamente, Janis se echó a reír. Ni Cohen tenía los ojos de Kristofferson, ni ella el culo de la Bardot pero aquel par de patitos feos, que tanto han dado a la música, se conformaron el uno con el otro.
Janis hacía el amor con “25.000 personas en el escenario y luego volvía a casa sola”. Cohen aun no había empezado a componer y era todavía un novelista poco conocido. Ninguno estaba buscando al otro, pero el Chelsea Hotel tenía esas cosas y como no podía ser de otra manera, el recuerdo de aquel encuentro engendraría una canción años más tarde. Los 60 y Janis murieron a la par y aunque Cohen “no piensa en ella tan a menudo”, en el 71, en un bar polinesio en Miami escribió Chelsea Hotel #2 para ella.
«Adoro los hoteles en los que, a las cuatro de la madrugada, puedes traer un enano, un oso y cuatro mujeres, arrastrarles a tu habitación y que a nadie le importe» Leonard Cohen
Leonard Cohen decía del Chelsea Hotel: “Es uno de esos hoteles que tiene todo lo que me gusta tanto de los hoteles. Adoro los hoteles en los que, a las cuatro de la madrugada, puedes traer un enano, un oso y cuatro mujeres, arrastrarles a tu habitación y que a nadie le importe”
En la misma época en la que Janis y Cohen tuvieron su encuentro, Warhol rodaba allí su película experimental Chelsea Girls (1966). Nico, una de las protagonistas del film, utilizaría este mismo nombre para su álbum en solitario un año después. Cohen se enamoró perdidamente de la diva rubia de The Velvet Underground y empezó a perseguirla por toda la ciudad, víctima de una obsesión insana. Nico le rechazó, pero a cambio le presentó a Lou Reed (quien años antes compartía habitación y chutes con Janis en el mismo hotel). En el Chelsea las historias se entremezclan y los personajes se cruzan como en ningún lugar.
Con el tiempo, Cohen se trasladó con Suzanne a Nashville, dejando este mundo un 11 de noviembre de 2016. Dylan se convirtiría la estrella ganadora de un Nobel, los cuadros se tranformaron en obras de arte, las películas en emblemas y los libros allí escritos en obras maestras. Muchos de los que vivieron la época dorada del hotel murieron, y con ellos, el encanto del Chelsea fue desvaneciéndose poco a poco. Tras su múltiples traspasos, hace unos días se anunciaba la noticia de su venta para ser reconvertido en apartamentos.
Los huéspedes de la época dorada del Chelsea que aún viven, recuerdan con nostalgia las historias que aquel edificio rojo encerró en un tiempo, como hacía Leonard Cohen cada vez que entonaba Chelsea Hotel #2.