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Howl, el aullido de la revolución beat

Howl (Aullido), estandarte de la Generación Beat con el que Allen Ginsberg insufló nuevos y polémicos aires a la literatura. Letras convulsas, proféticas y rabiosas que dan la bienvenida a uno de los poemas más famosos del siglo XX…

Howl, el aullido de la revolución beat

“I saw the best minds of my generation destroyed by madness, starving hysterical naked, dragging themselves through the negro streets at dawn looking for an angry fix angelheaded hipsters burning for the ancient heavenly connection to the starry dynamo in the machinery of the night…”

Estos son los primeros versos de Howl (Aullido), estandarte de la Generación Beat con el que Allen Ginsberg insufló nuevos y polémicos aires a la literatura. Letras convulsas, proféticas y rabiosas que dan la bienvenida a uno de los poemas más famosos del siglo XX.

howl-aullido-allen-gingsberg-cartoonGinsberg vio a las mejores mentes de su generación “destruidas por la locura, famélicos histéricos desnudos, arrastrándose de madrugada por las calles de los negros en busca de un colérico picotazo…”. Nosotros, hemos visto a las mejores mentes de la nuestra devorar sus versos durante la adolescencia, sintiendo una inexplicable atracción hacia su prosa ágil, enrevesada, sucia y provocadora.

Desde Bukowski a Irvine Welsh, son muchos los autores que han demostrado que no hay nada mejor para el ávido lector adolescente que la palabra explícita revelando oscuros tabúes. Y si además se utiliza una forma poética inspirada en Leaves of Grass de Walt Whitman y consigue calar en la percepción de los estados de conciencia, como lo haría William Blake, el poema se torna un viaje (en el sentido más amplio de la palabra), cuyo éxito está casi garantizado.

…who passed through universities with radiant cool eyes hallucinating Arkansas and Blake-light tragedy among the scholars of war, who were expelled from the academies for crazy & publishing obscene odes on the windows of the skull…

La primera edición de Howl, que este otoño cumple su 60 aniversario, costaba solo 75 centavos, pero había algo de incalculable valor entre sus páginas. Fue un alarido incómodo y estridente que retumbó en la conservadora sociedad estadounidense tras la II Guerra Mundial, donde algunos jóvenes ya empezaban a sembrar las semillas de la corriente hippie que florecería poco más tarde.

Escrito en 1955, el poema fue publicado un año después por la editorial de San Francisco City Lights, de la que Lawrence Ferlinghetti, poeta y amigo de Ginsberg, era copropietario.

Pero las primeras copias fueron confiscadas; Alarido y Otros Poemas, fue sometido a juicio por obscenidad. Ocurrió de verdad, tal y como reproduce de forma fiel la película dirigida por Rob Epstein y Jeffrey Friedman con James Franco encarnando a un jovencísimo Ginsberg.

En la sala del juzgado se reunieron expertos para discutir el valor literario del poema, la necesidad de usar tal o cual palabra, y en definitiva, dilucidar los límites entre obscenidad y libertad creativa. Sesenta años más tarde, para los más  jóvenes resulta casi descabellado que un poema pueda llegar a ser el motivo de celebración de un juicio, pero a finales de los 50, gran parte de lo que contenía el texto superaba lo «aceptable». Drogas, sexo homosexualidad, alguna que otra blasfemia… Si en San Francisco Howl levantó revuelo, en la España franquista de aquel entonces era inimaginable que llegara a publicarse, y como bien señaló Bernardo Atxaga en un homenaje al poema, de haber llegado a hacerlo, Howl hubiera sido un auténtico ovni.

…who let themselves be fucked in the ass by saintly motorcyclists, and screamed with joy, who blew and were blown by those human seraphim, the sailors, caresses of Atlantic and Caribbean love…

Durante el juicio, un destacado crítico del momento fue llamado a declarar. Tras escuchar uno de los pasajes especialmente explícitos sobre culos y peyote, se vio obligado a contestar bajo juramento la siguiente pregunta: “¿Cree que el poema valor literario?, ¿trascenderá?”. El crítico adivinó con honestidad el destino del poema: “No puedo predecirlo, pero le aseguro que este juicio le ayudará a perdurar”. 

La demanda no era hacia el autor, sino hacia Ferlinghetti, su editor, quién salió del paso de forma exitosa cuando el juez Clayton dio su veredicto: El poema es “inocente” de obscenidad. El resultado del juicio fue una afirmación de la libertad individual y la expresión creativa, y por lo tanto, una bandera de rebelión contra la mera reproducción de buenas maneras que otros se esforzaban por patrocinar. El legendario poema de Ginsberg, fue una encrucijada en la historia de la poesía norteamericana y su influencia poética, cívica, social, cultural, incluso sexual, se propagó como un incendio cruzando fronteras progresivamente. Desde entonces, Howl se ha erigido casi como una reliquia sagrada.

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Versión transcrita a máquina de Howl, incluida en la edición de Harper Perennial por el 50 aniversario . (Foto: Clara Paolini / The Objective)

En el sexagésimo aniversario de su publicación, Howl parece haber conservado su rabiosa juventud, convertido, y quizá idealizado, en símbolo de un estilo y una actitud literaria libre e irreverente. Con Jack Kerouac como Quijote, a quien ‘Sancho’ Ginsberg conoció en la universidad de Colombia, y con William Burroughs como acompañante, tanto Ginsberg como el resto de beats dieron salida a movimiento basado en el ritmo jazz, la plasmación de un flujo de pensamientos, vivencias espontáneas y el renacimiento de una literatura que diera sentido a la libertad en su máxima expresión.

Ginsberg escribió Howl cuando tenía 29 años, haciendo un esfuerzo por hacer brotar las palabras como si nadie, o más concretamente su padre (también poeta), las fuera a leer. Según grabaciones luego reproducidas en el documental, Ginsberg opinaba que la única manera de alcanzar la libertad creativa, la auténtica inspiración, es “no distinguir lo que le cuentas a tus amigos y lo que les cuentas a tus musas, escribir de la forma que eres”.

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Allen Ginsberg fotografiado por William Burroughs en el ático de su apartamento del Lower East Side en 1956. (Foto: National Gallery of Art website)

Durante una época, Ginsberg trabajó como copy en la agencia Associated Press, pero vivía con yonkis y ladrones, mantenía relaciones con homosexuales con quien se le pusiera a tiro y llegó a contagiarse en pequeña medida del impulso autodestructivo de quien se sabe joven y rebelde con o o sin causa.

Ginsberg escribió Howl no sólo como un canto a la libre expresión en general, sino también como un devenir un acuerdo con su propia identidad, lo que resultaba todo un atrevimiento si pensamos en la percepción acerca de la homosexualidad en una época en la que aún se contemplaba como delito. Tras verse involucrado en un robo, Ginsberg conmutó su pena por el internamiento en un psiquiátrico por 8 meses, de donde salió prometiendo falsamente que sería heterosexual y aún más importante, habiendo conocido a Carl Solomon.

«…Carl Solomon! I’m with you in Rockland where you’re madder than I am, I’m with you in Rockland where you must feel very strange, I’m with you in Rockland, where you imitate the shade of my mother…»

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Un jovencísimo Allen Ginsberg en un barco en el puerto de Nueva York, 1947. (Foto: National Gallery of Art website)

Es a Solomon a quien dedica el poema y quien es el protagonista de la tercera parte: “¡Carl Solomon! Estoy contigo en Rockland”. ¿Pero quién es Carl Somolon? Se trata del hombre que conoció internado en el psiquiátrico Greystone Park de New Jersey, en Rockland. La historia de Solomon es la de la materia bruta de la poesía, el hombre que le recuerda a su propia madre para la que el mismo Ginsberg firmó una autorización para la lobotomía, el doppelgänger que le muestra el camino que el poeta se encargará de relatar.

Las convulsas palabras amalgamadas que construyen Howl hablan de toda una generación, de un deseo y un ansía de libertad, pero por encima de todo hablan del propio Ginsberg  y de quienes le rodean.

Convertido en símbolo, puede que sea uno de los poemas más homenajeados por artistas de todas las disciplinas contemporáneos o posteriores a Gingsberg, quienes han utilizado el aullido como excusa formal o contenedora de significados: Con motivo del sesenta cumpleaños de Ginsberg, el polifacético John Cage reinventó el poema Writing through Howl (escribiendo a través del aullido), Patti Smith ha recitado en más de un concierto el Footnote To Howl y en un contexto 100% contemporáneo, la banda de rock  Black Rebel Motorcycle Club utilizó el mismo nombre del poema para darle título a su disco del 2005. Los homenajes, referencias y pastiches son incontables.

Algunos dicen que Howl está sobrevalorado, que es un hype de dudosa calidad literaria, que su éxito se debe a la extendida tendencia de convertir la contracultura en producto de masas. Y en cierta medida, no se equivocan.  En 1956 Howl era un texto subversivo, pero 60 años después no nos extrañaría verlo impreso en una camiseta de H&M. Nació como poema radicalmente ofensivo y seis décadas más tarde, ya no existen lectores ofendibles cuyo miedo e indignación sigan llevando su esencia a la vida. ¿Ha perdido por ello su relevancia y valor?

Ginsberg no es a Celan, ni Vallejo, ni Rilke, pero he visto a las mejores mejores mentes de mi generación alabar un aullido que permanece pertinente. Es un grito desgastado, mercantilizado e idealizado, sí, pero al menos nos recuerda que hace 60 años los jóvenes todavía creían en eso de la libertad.

Para quien quiera leer el poema completo, aquí la versión original en inglés y traducido al español.

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