Seis bebidas a evitar en verano si no quieres engordar a cada sorbo
Un zumo de desayuno, un par de vasos de sangría, dos copitas de vino y un mojito para cerrar la noche pueden ser un festival de calorías sin apenas darte cuenta
El verano y la relajación de costumbres van de la mano de unas cuantas bebidas, alcohólicas y no alcohólicas, que pueden suponer gramos —o kilos de más—. Partiendo de la base de que el alcohol solo supone ingerir calorías vacías, hemos de tener en cuenta también a sus acompañantes.
Si a nuestros descuidos veraniegos con la comida le sumamos un consumo de ciertas bebidas, la báscula podría enfadarse. Es cierto que en verano solemos beber más, comer menos y, cuando comemos, solemos excedernos. Planes de playa, de piscina, de barbacoa o darnos esos homenajes pendientes están a la orden del día. Y casi de la hora, pues las amenazas esperan casi a cada bocado y cada trago.
Una diatriba a la que también hay que sumar una necesidad de hidratación más recurrente. El simple hecho de sudar o de enfrentarnos a las altas temperaturas empieza llama al timbre de la sed, sin darnos cuenta de que algunos de estos sorbos no son tan saludables como pensamos.
Huelga decir que no nos referimos solo alcohol, caballo de batalla carente de nutrientes, sino incluso de otras bebidas más habituales y no por ello necesariamente saludables. Llenas de azúcar o llenas de grasa —pocas, pero las hay—, algunos de estos refrescantes tragos del verano pueden ir directamente a nuestros michelines sin contemplaciones.
A este ataque frontal a nuestra salud, que puede venir de frentes tan diversos como las calorías de los helados, por los patógenos de la comida o incluso por la buena fama de ciertas recetas como el sushi, en apariencia ligero, debemos ponerle cara y plantarle frente.
Seis bebidas a evitar en verano para no engordar
No dejemos de prestar atención al azúcar añadido y no le confundamos solo con una forma de consumir carbohidratos. Tampoco perdamos el foco en las trampas que la coctelería nos puede tener y, sobre todo, seamos conscientes de que refrescante no siempre va a significar ligero o sano.
Puede pasarnos en el desayuno, con un simple zumo, y puede pasarnos por la noche, cuando nos apetezca un cóctel, pero entre medias se desatan los enemigos, a los cuáles no es tan complicado identificar. Lo complicado realmente va a ser renunciar a ellos.
La trampa del cóctel: azúcar y alcohol en la misma bebida
Hay cócteles sin alcohol, bautizados profesionalmente como ‘mocktails’, pero no siempre son una alternativa 100% saludable. Claro que lo serán más que beber alcohol, aunque esto no quiera decir que no engorden o que no supongan calorías de más sin darnos cuenta.
Suelen venir cargados de zumos de frutas, de siropes o de concentrados, por lo que tienen una cantidad de azúcar añadido —aunque sea naturalmente presente en la fruta— elevado. En el otro caso de la coctelería, además del alcohol (recordemos que a más alcohol, más calorías) hay otro matiz: el del azúcar añadido.
Mojitos, caipirinhas y daiquiris suelen tener azúcar añadido o siropes, y otros como la piña colada suelen tener un licor ya de por sí dulzón y azucarados que puede añadir calorías sin casi notarse. Si bebemos con alcohol, mejor cuanto más secos sean —si buscamos no engordar a través del azúcar—.
Sangrías y limonadas: bebidas de fiesta (y de calorías)
La misma guerra que sucede en el anterior caso acontece aquí. Además del azúcar que lleva el vino, que recordemos tiene una pizca de azúcar residual importante tras la fermentación, hemos de pensar en lo que echamos a estos barreños. Muy populares en festejos, festivales y otras fiestas populares, los ingredientes de una sangría o una limonada son muy variopintas.
Vino, por supuesto, y luego a veces se engordan con azúcar, bebidas carbonatadas —y también azucaradas, como distintos refrescos— y no menos importante es la cantidad de fruta que se echa. Si encima nos comemos esa fruta —por ejemplo trozos de melón o de melocotón— estamos haciendo un flaco favor a nuestra cintura.
Combinados, la responsabilidad de la bebida por partida doble
Aunque la proliferación de los refrescos light ha permitido reducir las calorías de los típicos copazos, el alcohol que llevan sigue siendo una bomba de calorías. Whisky, ron, ginebra, tequila, vodka y un sinfín de licores pueden suponer una gran cantidad de calorías vacías en cada trago.
Si las rematamos con bebidas carbonatadas como los típicos refrescos de cola, de naranja o de limón, las cuentas nos salen: calorías a tutiplén. Es cierto que con una bebida light recortamos parte de esa cantidad, pero no lo tengamos como la panacea, pues siguen siendo calóricas.
La precaución del zumo
Quizá los adultos no consumimos tantos zumos como los menores, si bien es cierto que en verano también abrimos la veda. Muy a menudo en los restaurantes de hotel y en los buffets, los zumos son muy protagonistas y una forma discreta de consumir azúcar. En el caso de nuestros hijos pasa lo mismo, sobre todo porque no suelen estar predispuestos a consumir agua constantemente, razón por la que los zumos se convierten en aliados.
Sin embargo, no olvidemos que sigue siendo una forma de concentrar azúcares en muy pocos tragos y que hay diferencias (entre los néctares, los zumos y los zumos de concentrados) que suponen calorías de más. Por tanto, no convirtamos al zumo en el mejor amigo del niño durante el verano —y menos aún por las noches, o dormir será una tarea hercúlea—.
Batidos: grasas y azúcares en el mismo trago
Lo que es aplicable a los zumos es extrapolable a los batidos. Sean de chocolate, de vainilla o los ejemplos de yogur líquido que vemos con frecuencia, son buenos amigos de las calorías de más. Volvemos a encontrar opciones light, pero no son las más abundantes y en cualquier caso supone integrar grasas lácteas con azúcares añadidos.
Fijémonos a conciencia en el etiquetado, veamos qué porcentaje de nutrientes llevan los batidos y, si es para niños, no dejemos que se conviertan en el sustituto del agua durante los días de verano.