El semen como alarma: cuatro razones para preocuparte
No hay que esperar a la cuarentena para preocuparse por nuestra salud sexual y sí prestar antes atención a lo que nuestro esperma nos ‘cuenta’
Es bastante frecuente que, hasta ciertas edades, nos preocupe poco nuestro semen o incluso nuestra salud sexual. Tabú por excelencia del género masculino, rehuir ciertos problemas como una mala calidad del esperma o la presencia algún tipo de disfunción eréctil como gatillazos o eyaculación retardada suelen ocultarse hasta que se hace demasiado tarde.
Suele ocurrir también que solo prestemos atención a nuestra salud sexual cuando notamos que algo no funciona de manera correcta. No por pequeños fallos o puntualidades, sino por reiteraciones o situaciones en las que incluso nuestro semen podría convertirse en la voz de alarma.
La calidad espermática va mermando a medida que envejecemos, marcándose como una frontera clave los 40 años. Aquí empezamos no solo a perder vigor en nuestras erecciones, que a priori es un mero gesto fisiológico, sino también a notar cómo nuestros espermatozoides no son los que eran. Menos soldaditos, menos móviles y con peor conformación se convierten en una lacra para la fertilidad masculina a partir de la cuarentena.
Los avisos se suceden, como esas erecciones que no perduran o una falta de libido que puede lastrar nuestra vida en pareja, pero hay ciertas señales de alerta que podemos ver con mucha facilidad. Hablamos de lo que nos cuenta nuestro semen a través de pequeñas alteraciones en la cantidad, consistencia, color u olor, que en buena parte de los casos van a significar malas noticias. Reversibles la mayoría, pero malas noticias.
Las señales de alarma que manda tu semen
Aunque nos preocupe nuestra salud sexual a partir de una determinada edad, revisiones de urólogos mediante, pues nuestra próstata empieza a dar problemas al superar los 40 años, algunas señales de alarma que el semen transmite pueden producirse bastante antes, incluso en la adolescencia y juventud.
Se debe desmitificar que los problemas de salud sexual son un añadido más en la madurez y que no existen en la primeras etapas de la vida, aunque sea cierto que notamos una pérdida de vigor o calidad a medida que cumplimos años. El cruel paso del tiempo acecha a cualquier órgano del cuerpo y como era de esperar, el reproductivo no iba a ser una excepción.
También sería relevante conocer lo que tenemos allí abajo para comprobar que está saliendo mal y comprender que por un lado está la función reproductiva y por el otro la función urinaria, donde a veces se comparten canales que nos permitirán entender ciertos porqués.
Elementos como la próstata, el epidídimo, los conductos deferentes o la vesícula seminal comparten tareas en en las funciones que aluden al semen, pero otras partes de nuestro cuerpo como la uretra, el uréter o la vejiga son relevantes también en la función excretora y en la función renal, pudiendo encontrar parte de culpa en nuestro semen de distintos problemas en ellas.
Señales que manda el color del semen
En un color blanco lechoso, más o menos uniforme, podríamos catalogar la gama cromática habitual del semen. Salirnos a tonos amarillentos, a blancos desleídos o a marrones indicará que no está todo en orden allí abajo. También si vemos que de repente empieza a clarear con asiduidad, convirtiéndose en un líquido transparente.
Si es totalmente transparente es que algo falla en la colección de secreciones que toman parte (la próstata, los testículos, el epidídimo o la vesícula seminal), bien sea por un tipo de desorden en el tracto espermático o por una obstrucción, generalmente cuando hay algún tipo de obstrucción en algunos de los conductos.
Si los colores tienden a amarillear o a ser marrones puede ser por diferentes causas. El amarillo relativamente oscuro puede venir relacionad con infecciones, tanto del tracto urinario como de la zona genital, aunque a medida que envejecemos el semen también amarillea. Si estamos sanos, el amarillo también puede obedecer a la dieta, sobre todo si consumimos productos ricos en sulfuros como ajo, cebolla o espárragos.
Los tonos marrones o rojizos pueden estar relacionados con trazas de sangre en el semen, que suelen ser señal de alguna infección bacteriana. No conviene tampoco dejar correr estas señales, pues puede ser síntoma de algo más.
Señales que manda la consistencia y cantidad del semen
Alarmarse por la cantidad de cada eyaculación no debería ser muestra de gran preocupación salvo que se repita como patrón de manera recurrente. Se calcula que una eyaculación promedio derrama alrededor de 1,5 mililitros de semen, pero puede aumentar la cantidad hasta los tres o cuatro mililitros en función de muy diferentes causas. Entre las más citadas, el grado de excitación sexual, el tipo de dieta e incluso el tamaño de los testículos.
Solo deberíamos preocuparnos si el nivel del semen decrece cuando nuestros ratios eran bastante más altos o, sobre todo, si vemos que clarea. Debe es un líquido viscoso y blanquecino que no ha de tener un carácter acuoso o transparente como hemos comentado anteriormente. Si es acuoso puede deberse a un déficit de zinc, pero también a un bajo recuento espermático y a ciertas infecciones bacterianas, así como a un consumo elevado de alcohol o una masturbación excesiva.
Señales que manda el olor del semen
Aunque la dieta sea un factor que suele alterar con cierta facilidad, no es tan grave su influencia en el olor del semen como puede interpretarse. Es cierto que el consumo desmesurado de carnes rojas y carnes procesadas cambian el olor con facilidad hacia olores potentes. Por contra, la ingesta de ciertos tipos de frutas y hortalizas como la piña, el tomate, la sandía o el aguacate ofrecen aromas más dulces, aunque tampoco debería preocuparnos en exceso.
La señal que sí debe preocuparnos es encontrar semen con un olor demasiado agresivo, casi ácido, y particularmente persistente. En este caso es habitual que se deba a la presencia de algún tipo de infección bacteriana como podría ser la sífilis o la clamidia, motivos que deberíamos analizar cuanto antes para consultar con el médico de Atención Primaria.