¿Tienes insomnio? Quizá sea por una de estas seis razones
Beber, comer mal (o tarde) o pasarnos con el deporte a altas horas de la noche no le van a hacer bien a nuestra forma de dormir
Puntualmente o de manera crónica, el insomnio afecta a más del 30% de la población adulta al menos una vez al año. Datos poco halagüeños sobre el no dormir y el incorrecto descanso nocturno que va asociado en muchas ocasiones a una mala higiene del sueño y a constantes cambios de nuestros hábitos que torpedean el momento de irse a la cama.
Resulta evidente recordar que el insomnio, más allá de una experiencia puntual, puede ser el desencadenante de diversas patologías que, a largo plazo, pueden hacer mella en nuestro organismo como para tomarlo como una casualidad. Son muchas las afecciones que se relacionan con su aparición y es por ello que no conviene dejarlo correr.
Entre algunos de los ejemplos más citados por Mayo Clinic se mencionan el dolor crónico, la diabetes, las enfermedades cardíacas, el reflujo gastroesofágico, el asma y otras enfermedades degenerativas como son el Parkinson y la enfermedad de Alzheimer, señales que nos deben alertar de las complejidades que entraña sufrir ciertos trastornos del sueño.
Es también obvio aunque necesario señalar que no deben tomarse por igual los episodios de insomnio puntual que los casos en los que el insomnio se hace crónico. Aunque en ambos escenarios es conveniente acudir a una consulta médica para intentar comprender los motivos que nos hacen dormir mal y directamente no conciliar el sueño, es aún más trascendente que pongamos remedio a este trastorno del sueño que afecta de manera crónica a más de cuatro millones de españoles.
Entre un 10% y un 15% de los españoles (alrededor de cuatro millones) sufren insomnio crónico.
Son datos de 2022 que pone sobre la mesa la Sociedad Española de Neurología, que además hace hincapié en los perjuicios del insomnio, explicando que «afecta al rendimiento diario y produce déficits cognitivos y de memoria así como problemas de ansiedad y depresión, hipertensión, diabetes, obesidad, entre otros».
También, desde la citada sociedad, recuerdan que «el ritmo de vida actual y el envejecimiento de la población hacen, además, que
insomnio sea un trastorno cada vez más común». Una realidad cruenta que, explica el doctor Hernando Pérez Díaz, coordinador del Grupo de Sueño de la SEN, además tiene distintas vertientes.
«Actualmente, y en sus distintas variantes: conciliación, fragmentación o mantenimiento, despertar precoz, sensación
de sueño no reparador y paradójico, es el principal motivo de consulta en sueño. Pero no todos los casos se tratan igual: no todos los pacientes sufren insomnio por las mismas razones y existen muchos factores que pueden ser responsables», explica. Es por eso que, antes de aterrizar en la consulta del especialista, deberíamos analizar cuáles pueden ser las razones por las que no dormir comienza a erigirse en una tónica cotidiana.
Seis motivos habituales que provocan insomnio
La ironía del insomnio es que es una afección que se retroalimenta con algunas de sus propias causas, lo que hace aún más perjudicial algunas de las razones por las que lo podemos sufrir. Es evidente que no dormir genera situaciones de estrés y ansiedad que, a su vez, pueden repercutir en ciertos malos hábitos como el alcoholismo, el sedentarismo o en tener una dieta que suponga una ingesta elevada de grasas y pueda desembocar en sobrepeso u obesidad.
Lo también preocupante es que, según explica la SEN en una nota de prensa del 13 de marzo de 2022, con motivo de la conmemoración del Día Mundial del Sueño, es que hay ciertos parámetros que repercuten en una buena higiene del sueño y que no siempre cumplimos, a pesar de que estén en nuestra mano. Entre los que citan, es de menester mencionar:
- Llevar un ritmo de vida regular manteniendo estables los horarios de sueño y comidas y aprovechar los ciclos de luz para ajustar los horarios.
- Evitar agentes externos que puedan importunar nuestro descanso, como el ruido o los estímulos externos (televisión, móviles,…).
- Evitar las comidas copiosas y las bebidas estimulantes, sobre todo antes de dormir.
- Realizar deporte y llevar un estilo de vida activo.
- No tomar medicamentos para dormir sin consultar antes con un especialista.
- Consultar con los especialistas si se piensa que puede padecer algún trastorno del sueño.
Veamos ahora cuáles son esas razones que nos impiden conciliar el sueño y que, si se van prolongando, pueden suponer un riesgo potencial de insomnio, una afección de la que tampoco se libran los menores de edad y que, además, es especialmente violenta en las personas ancianas. Por esta razón, conviene controlar y tener en cuenta su descanso para que las enfermedades cognitivas que se detentan en la tercera edad no se hagan particularmente virulentas.
Estrés, ansiedad y depresión
Puede parecer un uróboro (la famosa figura de la serpiente que se muerde la cola) pues a veces desconocemos si el insomnio es el que precede al estrés o es el estrés y otras patologías propias de la salud mental las que acaban desembocando en el insomnio. Sea por la razón que sea, lo cierto es que estas preocupaciones activan la mente durante la noche, momento en que nuestros pensamientos negativos se disparan ya que es el momento que tenemos de soledad con ellos.
Además, los eventos estresantes y traumáticos también pueden causar insomnio, como explican desde el blog de la farmacéutica Normon, por lo que encontramos que llueve sobre mojado en una afección que, cuando se solapa, debe ser reconocida por un especialista y donde no se debe minimizar el riesgo de unas y otras.
Por este motivo, la SEN en palabras del doctor Hernando Díaz reconocía que es «importante recordar que las benzodiacepinas no se deben de utilizar para el tratamiento del insomnio crónico más de 12 semanas porque entorpecen cognitivamente por sus efectos sedativos o depresores del sistema nervioso central y, por sus efectos de relajación muscular».
Una mala alimentación
No solo se trata de que comamos mal o que nuestras cenas estén abarrotadas de un exceso de cantidad, sino también de lo que comamos o cuándo lo comamos. Por ejemplo, cenar y acostarse, por muy ligera que sea nuestra cena, es una mala opción y puede desembocar en insomnio si se realiza a menudo, por muy nimio que sea lo que consumamos. Pongamos por caso un poco de arroz blanco, una tortilla francesa o un pescado a la plancha, pues mandamos al estómago una información y estímulo que es contraproducente con lo que el cerebro va a ordenar al marcharnos a la cama.
Además, una dieta desequilibrada en la que abunden los fritos, las proteínas y las grasas saturadas será también pésima compañera de cama porque las digestiones son más lentas y más pesadas. A eso se suma un incremento de las probabilidades de sufrir gastritis, reflujo gastroesofágico o acidez estomacal, razón por la que las cenas deben ser ligeras y, al menos, un par de horas antes de irnos a dormir. Ya lo dice el refrán: de grandes cenas están las sepulturas llenas.
El alcohol
Si aún creéis en ese otro tópico de ‘no hay mal que por bien no venga’, olvidaos del alcohol en esta ecuación por mucho que a veces os dé somnolencia o consiga haceros dormir rápidamente el día que venís con unas copas de más, pues realmente nos está haciendo un flaco favor. Sí, como ya te hemos explicado en este reportaje de mitos sobre el alcohol (leyendas sobre sus beneficios que son totalmente mentira), el alcohol es un inductor del sueño, pero no nos vale solo que dé el primer paso.
Lo que sucede con la ingesta de alcohol es que acaba generando un sueño más ligero y fragmentado a lo largo de la noche, aumentando las posibilidades de soñar y de sufrir pesadillas, lo cual genera notables interrupciones a medida que las horas de sueño se van esfumando. Por este motivo, si no dormís o tenéis insomnio y el alcohol está muy presente en vuestra vida tened en cuenta que puede ser su culpa. De esta manera, el consumo de alcohol debe ser mínimo por las noches o, cuanto menos, no debe realizarse nunca antes de dormir.
La edad y el envejecimiento
Tan triste como cierto, pero por desgracia nuestro cuerpo y organismo duermen y descansan peor a medida que nos hacemos mayores. Cambian los patrones de sueño, cambian las horas que necesitamos dormir y además hay una merma en los niveles de actividad que también repercute en la ligereza del sueño y a veces redunda en episodios de insomnio, motivo por el que suelen tomarse más siestas de lo habitual.
A ello hay que asociar también el consumo de ciertos medicamentos que también pueden generar somnolencia y que, en determinados momentos del día, supongan un beneficio para esas microsiestas tan habituales en la tercera edad. La contrapartidas es que deja de ser sueño que se consigue por la noche.
Deporte a deshoras
El deporte es salud, pero no siempre. No cojamos esta información con pinzas, pero sí tengamos claro que el deporte no se debe realizar, salvo que seamos profesionales, apenas un rato antes de irnos a dormir. Sí, es cierto que el deporte genera una cierta fatiga que, tras una ducha, luego puede hacernos dormir fácilmente, pero tengamos en cuenta otros factores.
Es el caso de las hormonas que secretamos cuando practicamos ciertos deportes con alta intensidad, donde nuestro torrente sanguíneo se convierte en un frenesí de oxitocina, dopamina y serotonina. Algunas tienen la ventaja de que nos tranquilizan y sirven como relajante (lo que sucede con la serotonina y la endorfina), pero otras son altamente estimulantes como sucede en el caso de la dopamina, que nos invita a seguir con la actividad física.
Estimulantes
Hay personas a las que un café por la noche, incluso con cafeína, no le supone un traspiés para conseguir dormir, pero a muchas personas sí les supone un freno que, extendido, significa aumentar el riesgo de insomnio. También sucede con productos demasiado azucarados que suponen una carga de energía extra, con el chocolate (tanto por contener teobromina, un estimulante similar a la cafeína, como por el azúcar) o incluso con los tés (no olvidemos que siguen teniendo teína).
En este caso, si no pasas la noche sin una bebida caliente, mejor apostar por una infusión relajante o tranquilizante como pasa con la manzanilla o la valeriana. Ambas son buenas opciones para renunciar a bebidas calientes estimulantes por la noche y un intento de minimizar los efectos del insomnio el cual, recordamos, no debe tomarse como algo menor.