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Ortodoncia en adultos: las señales que tu boca manda para ponerte brackets

No solo nuestra boca nos relata por qué necesitaríamos recurrir al aparato, aunque hayamos dejado muy lejos la adolescencia hace años

Ortodoncia en adultos: las señales que tu boca manda para ponerte brackets

Un hombre con dolor de muelas | ©Freepik.

Vulgarmente conocido como ‘ponerse brackets’, la realidad de la ortodoncia no entiende de edades, especialmente cuando notamos que nuestros dientes, más allá de desalinearse, empiezan a sufrir. Haber llevado ortodoncia durante la adolescencia puede ser relativamente habitual y, cada vez más, hacerlo durante la edad adulta también lo es.

Más allá de los matices estéticos que puedan hacer que una sonrisa luzca bonita, hay motivos saludable que recomiendan que nuestros dientes estén alineados. Sí, sabemos que los motivos estéticos pueden pesar bastante, e incluso a veces nos echen para atrás por la reticencia a llevar brackets.

No obstante, la ortodoncia ha evolucionado mucho en este par de décadas y encontramos ejemplos que son menos invasivos visualmente. Los clásicos brackets metálicos han dejado pasa a alineadores transparente —el famoso Invisalign—, pero también a ortodoncias invisibles. Este es el caso de la ortodoncia lingual, de la que ya te hablamos en THE OBJECTIVE, y cuya guía se pone detrás de los dientes.

La cuestión es que todos los métodos están orientados a corregir la alineación y posición de nuestros dientes, un matiz que va más allá de lo puramente visual. Por este motivo, nuestra boca a partir de una edad también nos manda señales para que recurramos a la ortodoncia. Puede ser cruel, sobre todo si pensamos que estaremos más de un año de nuevo con ortodoncia y lo que eso supone de alteración del día a día. Sin embargo, colocar nuestros dientes no es solo una cuestión de verse mejor, sino también una cuestión de salud.

Ortodoncia en adultos: los tres caminos de los brackets más allá de los 40

Son muchas las señales que nuestra boca, cuello o cabeza pueden mandar debido a una mala mordida. | Freepik

También suena cruel haber necesitado aparato durante la adolescencia y que 20 o 25 años después tengamos que volver a él. No es culpa de la primera ortodoncia, sino también de cómo evoluciona nuestra boca durante todo este tiempo. Por este motivo, más allá del prejuicio hacia los brackets, no hay razones lógicas para evitarlos.

Más aún cuando las opciones son cada vez más amplias y, sobre todo, más asumibles económicamente para no pasar por esa segunda adolescencia. Puede que los brackets de metal sean cosa del pasado, especialmente si recurrimos a alineadores transparentes, que es una opción menos invasiva, o los antes citados brackets invisibles.

Lo que sí es cierto es que todos cumplen una función más o menos parecida y su efectividad es muy similar, aunque algunos nos exigen más cuidado. Por ejemplo, los metálicos demandan una higiene bucal muy precisa, mientras que los alineadores invisibles piden al paciencia una gran regularidad en su uso.

Un enemigo llamado bruxismo

El dolor de cuello, mandíbula o cabeza también se puede vincular al bruxismo. | Freepik.

Tal y como explican desde la clínica odontológica madrileña Ferrús & Bratos, los brackets pueden corregir diferentes situaciones. Entre lo más habitual está el apiñamiento (los dientes montados), los dientes torcidos, los espacios entre piezas, además de malposiciones o las maloclusiones. Estas últimas se resumen en mordida abierta, cruzada y sobremordida y, como veremos a continuación, pueden aumentar con la edad.

¿Por qué? Por fenómenos como el bruxismo, que es una de las causas más frecuentes para recurrir a la ortodoncia de adulto. Debido al exceso de estrés, la articulación temporo mandibular hace que nuestros dientes rechinen unos contra otros de manera involuntaria. Este fenómeno, aunque se puede paliar con férulas de descarga, genera fricciones entre los dientes, desgastando su superficie y facilitando fracturas y roturas.

Además, también podemos fijarnos en las puntas de nuestros dientes y muelas, donde comprobaremos que empiezan a transparentarse ligeramente. Esto sucede porque esa fricción daña y debilita el diente, eliminando su esmalte, y lo hace más sensible a hipotéticas roturas por desgaste.

Detalles a los que prestar atención además de la maloclusión —mal cierre—, el apiñamiento o incluso algo tan elemental como la halitosis o mal aliento. Cuando esto sucede y no estábamos acostumbrado a ello puede ser por causa de una mala higiene en zonas a las que no tenemos acceso. De hecho, el dolor de cabeza o de cuello de manera recurrente sin que podamos achacarlo a otras causas también se vincula con esta excesiva tensión mandibular.

Otras razones para recurrir a la ortodoncia

Una mujer joven con ortodoncia
Las ventajas de la ortodoncia van allá de lo simplemente estético. | Freepik

Esto también se vincula con el apiñamiento y, por tanto, con una peor higiene dental. Al apiñarse, los dientes dejan menos espacios interdentales y facilitan que la caries pueda aparecer, ya que esos espacios no se consiguen limpiar bien. De la misma manera no todo sucede en nuestra boca. También nuestros oídos y la musculatura facial pueden protestar. Esto es lo que sucede muy a menudo por el bruxismo, relacionado con una modificación de la articulación temporo-mandibular.

Responsable de que abramos y cerremos la boca, esta articulación —cuyo dolor se manifiesta en la conexión de la mandíbula con el hueso temporal del cráneo. Un problema que también puede perseguirnos cuando perdemos piezas dentales, algo que es más habitual a medida que envejecemos. La pérdida de dientes supone dejar espacios que ocuparán otros dientes.

Una mujer utiliza una férula de descarga para el bruxismo
Aunque eviten la fricción entre dientes, las férulas para el bruxismo siguen suponiendo dientes que se aprietan. | Freepik

A ello también hay que añadir que se debilita el tejido óseo de la mandíbula y se puede producir una retracción gingival, dejando a los dientes más expuestos y, por tanto, susceptibles de sufrir más de la cuenta. Cuando esto sucede, la mordida también es más irregular y se pierde estructura facial, alterando el rostro, pero también la masticación.

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