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Intolerancia a la lactosa: cinco señales que avisan de que la leche te sienta mal

Más abundante a medida que envejecemos, esta patología que significa decir adiós a la mayoría de lácteos no es tan fácil de identificar como parece

Intolerancia a la lactosa: cinco señales que avisan de que la leche te sienta mal

Varios productos lácteos | Freepik

Considerada una patología emergente, la realidad es que en España se calcula en un tercio a los adultos que padecen intolerancia a la lactosa. En este caso, hablamos de una mala absorción del azúcar de la leche, nada que ver con una alergia a la proteína de la leche, que es otra patología.

Lo que no deja de ser cierto es que cada vez son más personas que sufren esta intolerancia que se puede manifestar por muy diversas ingestas. Tomar leche, batidos, mantequillas o ciertos tipos de quesos pueden ser los detonantes de esta molesta intolerancia que, además, empeora con la edad.

Si bien es cierto que la leche, especialmente la materna, es fundamental durante la infancia, parece que su necesidad decrece a medida que nos hacemos mayores. En esencia, debe resumirse como la incapacidad de generar lactasa, la enzima que descompone la lactosa, un azúcar complejo, en otros más simples. Sería el caso de la glucosa y de la galactosa, más fáciles de procesar y digerir que la citada lactosa.

También hay un patrón étnico, pues las personas de raza negra y las personas asiáticas presentan mayores índices de intolerancia a la lactosa. Sin entrar en debates nutricionales sobre la necesidad —o no— de consumir leche en la edad adulta, la realidad es que los lácteos son un elemento nutricionalmente relevante.

Aparte de la consabida energía que aportan también incluyen, en función de su tratamiento, proteínas, grasas y ciertos minerales como el calcio. Estas virtudes, aparte de fortalecer la salud dental y ósea, también contribuye a la regeneración muscular, por poner dos ejemplos sencillos de estas proteínas de alto valor biológico.

Con qué se puede confundir la intolerancia a la lactosa

Una mujer con intolerancia a la lactosa frente a un vaso de leche
La sintomatología puede confundirse con otras patologías gastrointestinales. | Freepik

Es muy habitual que la intolerancia a la lactosa se camufle con otros síntomas. Por poner un ejemplo, las personas que desarrollan celiaquía pueden encontrar una sintomatología parecida. También sucede con aquellas personas afectadas por el Helicobacter pylori, que se manifiesta de una forma también muy pareja.

También es muy frecuente que haya cierta confusión con el síndrome del intestino irritable, del que ya te hablamos en THE OBJECTIVE. Por estos motivos, conviene que la diagnosis de la intolerancia a la lactosa sea precisa para evitar los alimentos que más nos perjudican. A veces también sucede que las personas que la sufren aparcan por completo los lácteos, lo cual en según qué casos no es necesario.

Existen quesos, especialmente los más añejos, que debido a su proceso de curación han ido reduciendo sus cantidades de lactosa hasta considerarse un consumo seguro. Ejemplos de estos es el queso parmesano auténtico, por ejemplo, o por el queso manchego, que tendrán menos lactosa cuanto más viejos sean.

Entre otras evidencias conviene remarcar que no todas las personas sufren el mismo grado de intolerancia a la lactosa. Esta es la razón por la que la diagnosis es fundamental y por la que no podemos hablar en términos absolutos de lo que perjudica o beneficia a cada persona.

Por qué aparece la intolerancia a la lactosa

Una niña bebe leche con una pajita
La intolerancia a la lactosa es menos frecuente en menores de edad. | Freepik

Hay varias razones por las que aparece la intolerancia a la lactosa y también existe un componente genético, además de etario. Es muy habitual que, a medida que envejecemos, suframos lo que se considera una intolerancia a la lactosa primaria. En este caso simplemente dejamos de generar tanta lactasa y por tanto no absorbemos la lactosa.

No obstante, hay una parte genética que hace que ciertas razas sean más susceptibles de sufrirlo. Mencionábamos que asiáticos y personas de raza negra son más susceptibles, siendo los nórdicos y escandinavos las personas que menos ratios de intolerancia a la lactosa presentan.

Como es lógico, esta patología también puede aparecer por una concomitancia de otras enfermedades del intestino delgado, que es donde se genera la lactasa. Inflamaciones intestinales que, por ejemplo, se vinculen a la colitis o a la enfermedad de Crohn. Incluso a la celiaquía o al síndrome del intestino irritable formarían parte de la intolerancia a la lactosa secundaria.

De un modo parecido, igual que citábamos patrones genéticos, también puede haber condiciones congénitas que están vinculadas a mutaciones de genes que posibilitan que esta intolerancia exista.

Cómo identificarla

Un hombre vierte leche en un bol
No a todas las personas les afecta por igual esta intolerancia. | Freepik

La intolerancia a la lactosa se manifiesta con bastante velocidad, pues en apenas media hora ya está dando guerra. Entre los síntomas más frecuentes está la hinchazón y la flatulencia. También pueden ir aparejadas a diarreas, náuseas e incluso vómitos, además de estreñimiento o cólicos intestinales con una fuerte sensación de retortijones.

Esto pasa por que esa lactosa no digerida hace que se fermente en el colon, como sucede con la fibra insoluble, que genera hinchazón y gases. En el caso de la diarrea el origen es distinto, pues lo que genera es una gran cantidad de agua en el tracto intestinal.

Como es lógico, en esta intolerancia a la lactosa debemos suprimir el consumo de leches de cabra, oveja o vaca. También sus derivados. Quesos —con excepciones—, helados, yogures, batidos, natas o mantequilla. Del mismo modo, platos o ciertos procesados pueden suponer la presencia de lactosa o de trazas, ya que es uno de los alérgenos de obligado etiquetado.

No obstante, hay que matizar que no todos los productos tienen la misma cantidad ni a todas las personas les afecta por igual. Por este motivo, además de someterse a un diagnóstico para descartar la intolerancia a la lactosa, corre por cuenta de cada uno saber hasta dónde arriesgarse con estos malestares.

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