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Esta es la parte del pollo que no debes comer si quieres vigilar los kilos de más

No solo depende de cómo preparemos el pollo para saber cuántas calorías de más vamos a meter, sino también de qué partes conviene evitar

Esta es la parte del pollo que no debes comer si quieres vigilar los kilos de más

Un pollo entero | Freepik

Barata, saludable y versátil. Puede que relativamente sosa o poco sabrosa, pero así es la carne de pollo. Sus virtudes las conocemos de sobra, al menos desde el plano nutricional. Desde el gustativo tampoco caben muchas dudas y, sobre todo, de su facilidad de consumo y de cocinado tampoco se pueden poner peros.

Gusta a mayores y gusta a pequeños; también gusta a deportistas y a aquellas personas que no quieren gastar demasiado en la lista de la compra. Sin embargo, el pollo también tiene pequeñas complicaciones que no hacen que su consumo total sea siempre el más adecuado.

Obviamente, no estamos entrando en terrenos pantanosos en lo culinario donde añadamos grasas de más. Es algo muy evidente si, por ejemplo, recurrimos a pollos fritos o rebozados, que meten un extra de grasa innecesaria. Sobre todo cuando hablamos de una carne blanca que, por norma general, es bastante ligera.

Por eso, el consumo de pollo —siempre dentro de una dieta equilibrada— suele tener buena prensa. Al contrario que sucede con las carnes rojas, más caras y menos recomendadas, las carnes blancas como el pollo tienen mejores prebendas. Algo que también sucede con el pavo o con el conejo, que cerrarían la terna de carnes blancas más habituales.

Los beneficios de la carne de pollo

Dos alitas de pollo sobre una tabla
Dependiendo de cómo consumamos el pollo puede engordar más o menos. | Freepik

Cuando hablamos de carne de pollo siempre ponemos sobre la mesa que se trata de proteínas de alto valor biológico. Este concepto, que ya te hemos explicado en varias ocasiones en THE OBJECTIVE, apunta a que tiene todo los aminoácidos esenciales. Algo que no sucede con las proteínas vegetales.

Por contra, se suele pensar que las carnes y demás alimentos proteicos siempre van a ser buenas fuentes de hierro. Esto no sucede con el pollo ni con la carne roja. Sí con las vísceras y la casquería, pero siempre se ha de puntualizar. La carne de pollo, independientemente del origen, no suele superar los 1,5 miligramos de hierro por cada 100 gramos de producto. Razón por la que debemos buscar este mineral en otros alimentos.

En un sentido parecido, el pollo tiene ciertas vitaminas. No en demasía, es cierto, pero sí relevantes. Se estima que unos 90 gramos de carne de pollo contiene dosis relevantes de vitamina B6 y de vitamina B12. Esta última, por cierto, muy vinculada a la conocida como anemia perniciosa.

A ello se debe sumar la presencia de otros minerales, en cantidades relativamente altas, como el selenio y el fósforo. Más allá de eso, el pollo no es rico en otros minerales, siendo poco reseñable la cantidad que tiene de zinc, potasio o cobre. Algo que no sucede con el pescado, que sí es rico en este tipo de minerales.

La cuestión, como sucede con otros alimentos de origen animal, es que no siempre son tan útiles sus porcentajes de grasa. No hay que pasarse de purismo, evidentemente, pues las carnes de pollo no son especialmente grasas, pero sí hay que prestar algo más de atención.

La parte del pollo que deberías evitar

Dos muslos de pollo
En las pieles están las partes más sabrosas del pollo, pero también las más grasas. | Freepik

El despiece del pollo no suele tener demasiada trampa, pero sí algo de precaución en la cocina. Alitas y alones, muslos y pechugas entran entre lo más habitual. Luego también se trabajan los cuartos y los contramuslos, que son las partes más jugosas y que más se utilizan para guisos y cocciones prolongadas.

Justo lo contrario que pasa con la pechuga o las alas, por ejemplo, que no son tan jugosas y quedan más secas en esas cocciones. Por eso mismo, también conviene no pasarse las salsas que utilicemos para intentar hacer más sabrosas estas partes que no tienen tanto sabor.

De cualquier manera, el principal peligro del pollo si lo que queremos evitar son las calorías de más no entiende tanto de cortes, sino de partes. Por este motivo, si lo que pretendemos al comer pollo es perder peso, debemos tener claro lo que hay que evitar y, en el sentido opuesto, saber qué comer, buscando partes más magras.

Especialmente cuando consumimos carne de pollo por considerarla menos calórica que otras carnes e incluso que ciertos pescados. Dentro de dietas de adelgazamiento donde importe el déficit calórico, es fundamental contar de más las grasas que tomamos. Especialmente cuando tenemos claro que aportan más calorías que las proteínas y los hidratos de carbono.

La importancia de las grasas

Dos pechugas de pollo aliñadas
La pechuga de pollo es la parte del pollo con menos grasa. | Freepik

De hecho, es habitual que queramos perder peso a costa de ingerir más proteínas. Antes de eso debemos tener claro que no toda la carne de pollo está repleta de proteínas. Tal y como ya te explicamos hace tiempo, es importante también comprender qué es la termogénesis inducida por la dieta, que va a ser lo que nos permita consumir más calorías por efectos tan triviales como masticar o hacer la digestión.

Esta es la razón por la que debemos evitar comer la piel del pollo. Sí, sabemos que es la parte más sabrosa, pero es también la parte más grasa. Se estima que de cada 100 gramos de piel de pollo, alrededor del 32% son grasas. De este porcentaje, alrededor de dos terceras partes son grasas insaturadas, ya que el otro tercio son grasas saturadas.

Sin embargo, lo que pretendemos evitar en este caso con las grasas del pollo no es buscar un balance entre los tipos de lípidos, sino que intentamos no añadir calorías al resultado final —con el objetivo de no engordar—, razón por la que nutricionalmente no es tan conveniente comerse esta sabrosa piel.

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