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Esta es la mejor parte del pollo para cuidarse sin renunciar al sabor de su carne

Muslo, contramuslo, pechuga, solomillo, alitas… ¿Existe una opción correcta para disfrutar con salud sin pensar que es una carne sosa?

Esta es la mejor parte del pollo para cuidarse sin renunciar al sabor de su carne

El despiece de un pollo. | ©Freepik.

Pocos productos son tan sanos y fáciles de digerir como el pollo, casi en cualquiera de sus versiones. Sin embargo, su sanidad y digestibilidad también topan, a menudo, con un gusto gastronómico que lo hace no demasiado sabroso salvo que recurramos a salsas, aliños o aderezos que le hagan ganar enteros, pero deje de ser tan sano.

Sí, podemos asumir que si nos gastamos algo más de dinero en el pollo que compremos tendremos un producto de más sabor y calidad, pero la realidad es que no todos los hogares españoles se pueden permitir comprar pollos de corral o tener cerca un proveedor de éstos que les deje un precio razonable.

Es la carne blanca más consumida en España con diferencia, según datos de 2021, recogidos por el Ministerio de Consumo en el Informe de consumo alimentario MAPA en el cual se advierte de que los españoles comemos cerca de 55 kilos de carne al año. Un dato que no debe agradar en exceso a la Organización Mundial de la Salud, pues sus recomendaciones aconsejan que ‘solo’ consumiéramos unos 21 kilos de carne anuales, sumando el conjunto de pollo, ternera, cerdo, cordero y otros animales, incluyendo posibles derivados como embutidos o carnes congeladas.

Sin embargo, si analizamos según el citado informe cuál es la carne fresca favorita de los españoles, comprobamos que somos muy fans del pollo, con cerca de 12 kilos anuales por persona, mientras que el cerdo, su más directo perseguidor, se encuentra rozando los 10 kilos. Curiosamente, aunque puedan parecer datos elevados, la realidad es que los españoles hemos consumido (siempre de media) cuatro kilos menos de carne en 2021 que en 2020.

Un hombre corta una pechuga de pollo.
Podemos recurrir a distintas especies para que nuestra carne sea más sabrosa, pero no abusemos de la sal. ©Freepik.

Con todo y con eso, puede parecer evidente que el pollo sea el rey de nuestras cocinas porque es barato, sencillo de preparar y tiene una ventaja añadida de ser una carne blanca con pocas grasas, razón que descabala de la persecución al cerdo, aunque éste, dependiendo del corte, también se puede asemejar a ese tipo de carne.

Por contra, el pollo tampoco es la panacea culinaria, pues de las carnes habituales en nuestras cocinas es de las más sosas —salvo que disparemos la inversión— compartiendo un peldaño dudoso de sabrosura junto al conejo o el pavo, otras dos carnes muy sanas y bajas en grasas, pero igualmente poco sápidas.

Esta es la razón por la que el pollo es una proteína de alto valor biológico muy demandada, como ya te explicamos en THE OBJECTIVE, y muy cotizada por deportistas que no quieren añadir grasas a su dieta, pero también para niños o personas mayores, pues es más fácil de digerir que otros productos como el cordero, la ternera o el cerdo.

El mundo del pollo nos persigue así, teniendo en cuenta que la mayor parte de su sabor va a estar siempre en lo que más se relacione con las partes más grasas —en especial la piel—, razón por la que nos cargamos parte de sus virtudes nutricionales. Por fortuna, hay margen de maniobra para disfrutar comiendo pollo y que sea, dentro de lo que cabe, lo más sabroso posible.

Este es el corte del pollo sabroso y sano al mismo tiempo

Un pollo despiezado sobre una tabla negra
cuanta más grasa tenga un corte, más calorías y menos saludable va a ser. ©Freepik.

La ventaja de estos animales, como pasa con el resto de la volatería, está en que su despiece no es especialmente complejo, no como lo que sucede con el cerdo. Además, el pollo tiene la ventaja añadida de poder comprarse en entero (algo que no podemos hacer por regla general con cerdos o vacuno) y así ahorrarnos un pellizco importante en la cesta de la compra.

Esto es especialmente relevante cuando caemos en trampas comerciales como el solomillo de pollo, un corte ‘moderno’ que está justo detrás de las pechugas, en su parte inferior y carece de hueso, pero es bastante caro. Como es un corte de la parte, o si directamente apostamos por ciertos productos fileteados como pueden ser la pechuga o el contramuslo, que también están en el podio de los más onerosos.

Una pechuga de pollo sobre una tabla de madera
La pechuga de pollo es un corte muy magro, pero no demasiado sabroso. ©Freepik.

En el lado opuesto, si hablamos de pollo barato, los cortes más amables son los cuartos traseros y las alitas, pero estas últimas tienen muy poca carne y bastante grasa, además de no prestarse demasiado bien a todo tipo de preparaciones. Por contra, los cuartos traseros sí tienen algo más de carne y no tanta grasa, además de ser versátiles, pero aún así es un corte menos jugoso que, por ejemplo, los muslos, que ocupan un punto intermedio entre sabor y cuidado.

Sin embargo, el corte rey del pollo para disfrutar de sabor y beneficios nutricionales al mismo tiempo y no añadir más grasa de la cuenta es el contramuslo. Sí, esa tajada en la parte superior de la pata, un poco por encima a la articulación de la rodilla, y que es además la parte más grande de la pierna de las aves de corral es el mejor corte que podemos buscar si queremos cuidarnos sin renunciar al sabor.

Aunque eso no significa que todos los contramuslos valgan, claro; si lo consumimos con su piel estaremos disfrutando de una carne con más sabor, pero también con más grasa. Por este motivo, lo recomendable es que si cocinamos, por ejemplo, unos contramuslos a la plancha, es que mantengamos la piel durante la cocción y la retiremos posteriormente. Así habremos protegido a la carne durante la cocción

Además, es conveniente que los filetes de contramuslo los hagamos nosotros mismos y no los compremos ya cortados si pretendemos ahorrar algo de dinero. Un problema que también pasa con la pechuga de pollo, cuyo coste entre comprarse en entero a comprarse fileteada puede suponer hasta dos y tres euros más.

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