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Cómo mejorar la salud de tus encías (y boca) en cinco pasos

Hacen menos ruido que nuestros dientes, pero sufren en silencio. Hasta ahora

Cómo mejorar la salud de tus encías (y boca) en cinco pasos

Una mujer joven con dolor de encías | ©Freepik.

Es posible que pasen desapercibidas o, cuanto menos, que destaquen menos que los dientes. Sin embargo, la salud de nuestras encías es de capital importancia para entender el conjunto de la salud bucodental. No sufren caries —directamente— y no aparecen desmineralizadas. Además, no es tan fácil observarlas, motivos que hacen que a veces pasen a un segundo plano.

Sin embargo, las encías se quejan. Y lo hacen de maneras muy dispares, demostrando que están sufriendo y que hay enfermedades que las atacan. El problema, como siempre que hablamos de salud bucodental, es que el daño que hoy sufre una encía mañana puede acabar salpicando al diente.

Ejemplos como la gingivitis —la inflamación de las encías— es el primer paso. Si no se controla a tiempo puede devenir en periodontitis, una infección más severa y peligrosa. La pérdida de hueso y la retracción gingival son el aviso ante una posible caída de dientes, razón para no tomarse la salud de las encías en broma.

Por suerte —entendiendo como suerte algunos síntomas—, las encías se manifiestan. Lo malo es que no siempre interpretamos correctamente estas manifestaciones. Algunas, de hecho, se toman como un gesto de buena salud o de cierta purificación gingival cuando no es así. Uno de esos ejemplos es el sangrado de encías al cepillarse los dientes, lo cual no es nunca una buena señal. Razón de más para comprobar cómo podemos ‘blindar’ nuestras encías y así proteger nuestra boca.

Cómo identificar enfermedades de las encías

Un dentista revisa las encías de un paciente
Las encías sanas deben ser rosadas, firmes, lisas y no aparecer retraídas. ©Freepik.

Es complicado que no haya una interrelación entre la salud gingival y la salud dental. De hecho, es posible que cuando unas se quejen, otros se resientan —y viceversa. En cualquier caso, debemos saber cómo han de ser nuestras encías: rosas, brillantes y muy uniformes. Tanto en color —ese rosa o coral que citamos, que debe estar repartido por toda la boca— como una textura firme y lisa. Si las presionásemos deben sentirse firmes y no hundirse.

Una encía sana será aquella encía ausente de dolor, tanto al tacto como a la sensibilidad que genera el consumo de alimentos o bebidas. Del mismo modo, unas encías sanas no sangran por el cepillado o por el uso del hilo dental. En un sentido parecido, las encías deben marcar una alineación con los dientes, estando bien adheridas a ellos, creando un cierre hermético que las selle.

Por eso, ver encías con bordes mal definidos o encías retraídas que dejan ver la raíz de los dientes será una mala señal. Factores que nos ayudan a comprender cuáles son los errores habituales más allá de cepillarse los dientes mal de los que ya te hablamos en THE OBJECTIVE.

Curiosamente, no debemos pensar sólo que las enfermedades gingivales afectarían a la boca. Este tipo de infecciones pueden propagarse a otras áreas del cuerpo, además de suponer problemas añadidos para elementos aparentemente distintos como las enfermedades cardiovasculares o incluso la diabetes.

En este segundo supuesto se comprueba que la diabetes —y su control deficiente de los niveles de glucosa en sangre (la glucemia)— podrían fomentar las infecciones, tal y como explica esta investigación. Relación parecida a la que sucede con la periodontitis y los riesgos cardiovasculares, como también avala una publicación científica.

Cómo mejorar la salud de nuestras encías

Una mujer utiliza un colutorio
El uso de colutorios está recomendado, pero no a discreción sino con consulta previa al especialista. ©Freepik.

La buena noticia es que ya sabemos cómo identificar el estado de nuestras encías. También cuáles son los riesgos. Así que es el momento de comprobar qué podemos hacer por ellas. Como es evidente, todo pasa —para empezar— por una buena higiene oral con los cepillados tras cada comida. También implica limpiar a conciencia nuestra lengua y sustituir periódicamente los cepillos de dientes o los cabezales de los cepillos eléctricos. Lógicamente, se recomienda el uso diario del hilo dental.

Si no es hilo dental, cepillos interdentales o arcos, además del irrigador bucal. En cualquier caso, será bien recibido todo elemento que permita eliminar restos de comida de entre los dientes. Para ello también debemos contar con dentífricos que tengan fluorida, que es un agente que combate la caries. Motivo por el que conviene saber cómo elegir una buena pasta de dientes.

Algo a lo que también contribuirá el uso de colutorios y enjuagues, pero siempre contando con el beneplácito de nuestro odontólogo para saber cuáles nos convienen más. Además de para controlar los patrones de uso. Por último, aunque primordial: mejora tu dieta, reduce tus niveles de estrés —y el consumo de alcohol— y visita de manera periódica a tu dentista.

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