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Las señales que te mandan tus encías para avisarte de que algo no va bien

Pasan más desapercibidas en sus lamentos, pero debemos oír lo que ‘dicen’ si nos preocupa nuestra boca

Las señales que te mandan tus encías para avisarte de que algo no va bien

Dentista

Es muy evidente hacer caso a lo que nuestros dientes nos ‘cuentan’ para entender la salud bucodental. Sin embargo, las encías, más silenciosas y algo más discretas, irradian señales para alertar de que algo no va bien en nuestra boca. Convertida en caballo de batalla de millones de españoles a diario, la salud bucodental es, por incidencia, uno de los motivos más frecuentes de consulta médica en nuestro país.

Los enemigos los conocemos. Podemos hablar de caries, pero también de desmineralización, de pérdida de piezas dentales o de la incómoda halitosis. Del mal aliento ya te hablamos en THE OBJECTIVE tiempo atrás, pero es sólo la punta de un iceberg infinitamente más complicado. Y, como en un iceberg, no debemos quedarnos sólo en esa parte que sobresale para comprobar que hay problemas.

Las encías, mudas en la mayoría de los casos, sólo acaban quejándose cuando la circunstancia se ha agravado hasta límites en los que empiezan a aparecer complicaciones mucho más severas. Las enfermedades gingivales, fundamentalmente la gingivitis y la periodontitis, no se cansan de mandar señales cuando las cosas van mal, pero conviene saber interpretarlas.

En ese extremo, es la periodontitis —contemplada como una inflamación crónica de las encías—puede acabar desembocando en pérdida de dientes, destrucción del tejido óseo y en los tejidos de soporte dental. Una realidad más compleja que la que acontece con la gingivitis y por las que conviene saber qué nos están gritando nuestras encías.

Las señales de alarma que mandan las encías

Una mujer con dolor de encías en el dentista
Exceso de sensibilidad, inflamación o sangrado son algunas de las ‘quejas’ de las encías. ©Freepik.

Como en cualquier consulta médica, lo importante es prevenir y no curar. Obviamente, cuando la prevención no ha sido suficiente, toca curar y no dejar pasar determinada sintomatología hasta que sea irreversible o tremendamente cara. Es irónico, pues con una higiene dental completa y con una asistencia periódica al odontólogo podríamos tener una boca más o menos sana.

Sin embargo, dejar correr ciertos síntomas puede acabar complicando sobremanera la salud de nuestra boca y las encías son una buena piedra de toque para saber qué está pasando. Para ser consciente de ello, debemos saber que nuestras encías han de ser blandas, suaves y de color rosado, nunca rojas, hinchadas, inflamadas o sensibles al tacto —a un tacto lógico, entendemos—.

Tampoco es una buena señal que las encías sangren durante el cepillado o cuando utilizamos la seda dental. Uno de los falsos mitos más arraigados en torno a estos cepillados sangrantes apunta a que así se descongestionan las encías y se regenera la sangre. Esta idea peregrina es completamente absurda, pues la sangre se regenera sola y no necesitamos hacer ‘sangrías’ en nuestra boca para purgarla.

Pérdida de piezas, inflamaciones, infecciones…

En un sentido parecido, la persistencia del mal aliento puede ser otra señal dental de que las cosas no van bien en nuestra boca. Placa bacteriana y sarro se acumulan en la línea de los dientes, marcando la frontera gingival, irritando las encías y forzando una respuesta inmunológica que desemboca en inflamaciones de estos tejidos que, si no se corrigen, pueden dañar las fibras de las encías o formar bolsas periodontales. Este fenómeno, caracterizado por ser espacios entre dientes y encías, suponen una acumulación bacteriana que agrava el daño tisular.

Con ello se genera además una retracción de las encías. Cuando esto sucede, van quedándose más partes del diente expuestas. Esto, más allá de un problema estético, supone un riesgo dental acrecentado. La raíz del diente y la parte interior es más suave y delicada que la parte superior porque su esmalte dental es más fino, lo que aumenta la posibilidad de caries. También, las encías dejan de ‘sujetar’ con la misma firmeza el diente ante esa retracción de tejidos, y el riesgo de perder piezas se multiplica.

Pequeños gestos cotidianos como un aumento de la sensibilidad dental, experimentar dolor o malestar al masticar, además de tener problemas de mordida pueden estar detrás de estos cambios en las encías. Ya sean gingivitis o periodontitis, la situación puede siempre ir a peor si no se pone remedio o si se mantienen ciertos hábitos.

Una mujer joven en el dentista
Las revisiones periódicas son fundamentales para comprobar que todo va bien en nuestra boca. ©Freepik.

Es el caso del tabaquismo, como es lógico, que perjudica a la salud gingival, además de una mala higiene dental. No obstante, hay cambios hormonales que pueden devenir en problemas de encías, sobre todo tras la menopausia o que haya una influencia genética. Lo cierto es que nadie se libra de estos riesgos que, conviene explicar, se complican con la madurez a medida que envejecemos.

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