Cómo saber si estás sufriendo de apatía tóxica
Cuando la empatía se lleva al extremo puede volverse un inconveniente para la persona que la experimenta
La empatía implica ponerse en el lugar de los demás, comprender sus emociones y preocupaciones, y buscar maneras de ayudar cuando notamos que están sufriendo. Esta habilidad es fundamental para comprender la alegría y el dolor de los demás, siendo un componente esencial para una sociedad saludable.
La empatía, en sí misma, es positiva y necesaria, actuando como el vínculo social que nos ha unido desde tiempos remotos, permitiéndonos apoyarnos mutuamente en momentos difíciles para sobrevivir como grupo. Sin embargo, es importante señalar que existe una forma de empatía tóxica que puede resultar perjudicial para quien la experimenta.
¿Cuándo surge la apatía tóxica?
El inconveniente que señala la revista CuerpoMente surge cuando la empatía natural y espontánea de los niños es manipulada y llevada al extremo por los adultos en su propio interés. Los niños son obligados a descuidar sus propias necesidades para satisfacer las de los demás.
Actitudes como «qué bien cuida a su hermano» o «dale tu muñeco a tu amigo, no le hagas sufrir» refuerzan la idea de servir a los demás y poner las necesidades de los demás por encima de las propias. Este tipo de enseñanza poco saludable de la empatía persiste hasta la vida adulta, y en lugar de ser una cualidad positiva para conectarse con los demás y ayudar al prójimo, se convierte en una fuente constante de sufrimiento.
Síntomas de apatía tóxica
- Experimentar y sufrir por todos los males del mundo como si fueran propios, absorbiendo cada noticia y drama, ya sea cercano o distante, como una carga personal que agota toda tu energía.
- Carecer de tiempo para uno mismo, ya que toda la atención se dirige a cuidar de los demás, generando sentimientos de culpa al intentar atender a tus propias necesidades.
- Ser objeto de abusos por parte de otras personas que detectan y se aprovechan de tu empatía, sin ofrecer reciprocidad ni dar nada a cambio.
- Sentir desilusión hacia los demás, al dar mucho de ti mismo, pero al necesitar ayuda, experimentar que los demás muestran egoísmo y no se involucran en apoyarte de la misma manera en que tú lo haces por ellos.
Causas de la apatía
No está oficialmente catalogada como una enfermedad con una lista específica de síntomas psicológicos para el diagnóstico clínico. Pero, el indicador más frecuente de apatía en una persona según los psicólogos de Buencoco es la falta general de interés por la vida o la indiferencia hacia cosas que normalmente resultarían interesantes. Esta carencia de motivación puede estar vinculada a la insatisfacción de necesidades básicas y más elevadas, según la teoría de la pirámide de Maslow.
Prácticamente todos atraviesan momentos de apatía en algún momento de la vida cuentas estos profesionales de la psicología. La pérdida de interés, sentirse indiferente, vacío o apático, es algo común que puede surgir debido al estrés (apatía por estrés) o simplemente a la fatiga, cuando uno necesita tiempo para sí mismo.
La apatía ocasional generalmente no se percibe como un problema significativo. Puede surgir tras una decepción, manifestarse como desinterés hacia la pareja (ya sea sentimental o sexual) o presentarse en períodos de desánimo, incluso en el trabajo. Sin embargo, en estos casos, no se trata de apatía grave.
No obstante, cuando la apatía se vuelve crónica, pasa a ser un aspecto constante en la vida de la persona y puede evolucionar hacia una «apatía patológica», afectando la capacidad de experimentar placer, mantener relaciones románticas y disfrutar de una vida plena y feliz.
¿Cuál sería la apatía sana?
- Reconocimiento de Capacidades y Limitaciones. Entender tanto nuestras habilidades como nuestras limitaciones nos permite establecer hasta dónde podemos llegar y dónde no. Sufrir por situaciones fuera de nuestro control puede llevar a bloqueos existenciales o depresión, mientras que enfocarnos en lo que podemos cambiar nos proporciona estabilidad y confianza.
- Priorizar el Bienestar Personal. Inicialmente, es crucial ocuparnos de nuestro propio bienestar. Al cuidarnos a nosotros mismos primero, acumulamos la energía necesaria para decidir cómo y con quién queremos compartirla.
- Establecimiento de Límites. Saber decir «no» cuando no queremos o consideramos que algo es abusivo no implica carecer de empatía. Reconocer y defenderse contra los abusos es esencial para mantener una buena salud mental.