Un catedrático en ejercicio físico afirma que lo ideal es entrenar por las mañanas con fuerza
El deporte es la mejor inversión en bienestar que podemos hacer, una práctica cotidiana que suma salud invisible y duradera

Entrenamiento de fuerza | Canva pro
Durante años hemos asistido al auge y caída de innumerables tendencias de bienestar, desde dietas milagro hasta entrenamientos extremos que prometían resultados inmediatos. Sin embargo, hay una práctica que ha logrado trascender el carácter pasajero de las modas: el ejercicio. Lejos de ser una obsesión estética, cada vez más expertos subrayan que la actividad física es una inversión en salud a largo plazo, una herramienta que mejora la calidad de vida y contribuye a un envejecimiento más activo y autónomo.
En España, una de las voces más reconocidas en este campo es la de Felipe Isidro, catedrático en Educación Física y divulgador de referencia. A través de sus redes sociales insiste en que “moverse es vivir mejor” y recuerda que el deporte no debe verse como un castigo, sino como una práctica aliada del bienestar. Sus mensajes apuntan a una idea central: no hace falta entrenar durante horas ni preparar un maratón para estar en forma, basta con incorporar el movimiento de manera sostenible en la vida diaria.
Cuándo y cómo entrenar
La obsesión por el entrenamiento intenso ha dejado paso a una visión más integral. Como señala Isidro, de nada sirve acudir seis días al gimnasio si el resto del tiempo lo pasamos sentados frente al ordenador. La clave está en pequeños gestos cotidianos: subir escaleras en lugar de usar el ascensor, caminar para hacer recados o bajarse una parada antes del metro. Son actos sencillos que reducen el sedentarismo, uno de los grandes enemigos de la salud pública en sociedades cada vez más digitalizadas. Este enfoque enlaza con lo que varios estudios han denominado la “dosis mínima eficaz” de ejercicio. Comenzar con actividades accesibles, nada más despertar, como levantarse y sentarse de una silla para fortalecer las piernas o realizar planchas de pocos segundos, evita frustraciones y aumenta las posibilidades de mantener la constancia. Y es que el ejercicio temprano activa el metabolismo, mejora la concentración y el estado de ánimo, y favorece el descanso.
La fuerza como seguro de vida
Si hace unos años el cardio en exceso ocupaba todas las portadas de revistas de fitness, hoy los especialistas coinciden en que el auténtico pilar de un buen estado físico es el entrenamiento de fuerza. No se trata únicamente de ganar masa muscular o definir la silueta, sino de preservar funciones vitales a lo largo de los años. Ejercicios tan básicos como las sentadillas, flexiones o zancadas fortalecen músculos y huesos, protegen frente a la osteoporosis, previenen caídas en la edad madura y elevan el gasto energético incluso en reposo. «La fuerza es un auténtico seguro de vida», explica Isidro, ya que garantiza movilidad y autonomía en la madurez, aspectos que pesan más que la estética en el balance final de la salud.

Más que estética: salud mental y calidad de vida
Aunque muchas personas comienzan a entrenar motivadas por objetivos físicos, la ciencia demuestra que los mayores beneficios se experimentan en otros planos. El deporte contribuye a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, fortalece el sistema inmune, ayuda a mantener un peso saludable y combate la ansiedad y la depresión gracias a la liberación de endorfinas. En este sentido, cada vez más psicólogos recomiendan el ejercicio como complemento a la terapia en casos de estrés crónico o baja autoestima. Y es que la sensación de logro al superar pequeños retos diarios, como aumentar el número de repeticiones en una rutina o mantener la constancia durante semanas, refuerza la confianza en uno mismo.
El mensaje final de los expertos es claro: el deporte no es una moda, es un hábito que acompaña toda la vida. Iniciar el camino no requiere material costoso ni rutinas extremas, basta con moverse más y con regularidad. A los 20 o a los 30 los motivos pueden estar ligados a la apariencia, pero en la madurez los frutos son otros: energía, salud y autonomía. Así, la verdadera tendencia de este siglo no es la obsesión por la perfección física, sino la búsqueda de un equilibrio sostenible entre cuerpo y mente.