El eterno uso de los muertos en las batallas de los políticos
El lanzamiento de muertos en las luchas dialécticas de la política española se ha vuelto una práctica cada vez más rutinaria
«¡Miserable!». Así de contundente se mostró la presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata a reelección Isabel Díaz Ayuso cuando una candidata rival repitió la insinuación de que ella tenía la culpa de algunas de las muertes en residencias durante la pandemia.
¿La presidenta madrileña considera miserable usar los muertos de una tragedia —en este caso la pandemia— para atacar a un rival político? Es evidente que no, dado que es la misma presidenta que no ha tenido problemas en corear el eslogan de «¡Que te vote Txapote!», con el que se pretende vincular a la primera fuerza política de España ni más ni menos que con el asesino García Gaztelu Txapote, el criminal que vació el cargador de su pistola sobre Miguel Ángel Blanco Garrido, Fernando Buesa o Gregorio Ordoñez.
Pablo Iglesias se indignaba mucho cuando se le vinculaba con los muertos de las residencias, pero no porque le pareciera mal que se usaran. Sólo le parecía mal que se usaran contra él. Si era con Díaz Ayuso, le parecía estupendo.
Esta misma semana, el presidente del Gobierno se ponía muy digno en la Cámara Alta contra el Partido Popular por usar, a propósito de las listas de EH Bildu, otra vez los muertos de ETA contra el PSOE. Su discurso sonaría menos cínico si no fuera porque estamos cansados de ver cómo los partidos que forman parte del Gobierno y sus socios parlamentarios no se han cansado de arrojar cada uno de los muertos causados por la dictadura franquista sobre las cabezas de todos los diputados del Partido Popular.
Y cuando el comodín de Franco contra el PP no ha sido suficiente, otros han llegado al extremo de decir que cada muerte por violencia machista era culpa de los diputados de Vox (el periodista Antonio Maestre llegó a decir que todos los votantes de Vox eran cómplices del asesinato de Laura Luelmo).
Para compensar, no faltarán quienes quieran decir que cada muerto en las calles de Venezuela o Nicaragua es culpa de Pablo Iglesias (Antes hubieran dicho que de toda aquella cúpula de asesores complutenseros que fundaron Podemos tras estar un tiempo cobrando de gobiernos latinoamericanos. Pero como en aquel grupo han acabado todos peleados entre ellos y reemplazados por el pablismo y sus acólitos, se quedan con el jefe).
Poniendo muertos encima como fórmula de oposición
Los muertos ya fueron un problema para el Gobierno de la Transición. El entonces presidente Adolfo Suárez, junto a su vicepresidente militar Gutiérrez Mellado y su ministro Rodolfo Martín Villa, tenían que soportar ya por entonces que les culparan a ellos de los asesinatos de ETA y GRAPO. Era su Gobierno el que había concedido la mayor amnistía a asesinos de ETA (muchos de los cuales volvieron a asesinar después de aquel ‘perdón’), y fueron célebres los funerales a víctimas de ETA en los que se gritaba de manera atronadora aquello de «¡Gutiérrez Mellado, tú lo has matado!», llevando a aquel Gobierno a acabar dejando los funerales para las madrugadas y sin representación oficial, en una indigna costumbre con la que tuvo que acabar el Gobierno de Felipe González.
Durante el tiempo de la oposición ‘fraguista’, esta decidió excluir los muertos como arma arrojadiza. Sólo en la etapa final, en la última legislatura del Gobierno del PSOE, y a pesar de las peticiones expresas de los ministros de Interior de la época de sacar el terrorismo del debate político, los del PP, liderados por Aznar, no pudieron evitar usar el GAL, el caso que les permitía echar a Felipe González muertos a la cara.
Durante la segunda legislatura del Gobierno Aznar, el accidente del Yak volvió a permitir al PSOE, ahora en la oposición con Rodríguez Zapatero y Pérez Rubalcaba, echar aquellos muertos contra el Gobierno tras su nefasta gestión de aquello. Inolvidable aquel debate entre Bono y Zaplana en el que ambos se tiraban muertos a la cara, uno los del Yak y el otro los de los GAL.
Después vino la Guerra de Irak y se repitió el guion durante las elecciones europeas de 2004, en las que el candidato del PSOE, Josep Borrell, sacaba los muertos de la Guerra de Irak y su rival popular, Jaime Mayor Oreja, volvía al comodín de los muertos del GAL.
Pero fue en las legislaturas de José Luis Rodríguez Zapatero cuando el uso de muertos quedó definitivamente consolidado. El proceso de diálogo/negociación con ETA de entonces llevó al Partido Popular a fijar en su agenda es eslogan de que el PSOE traicionaba a los muertos de ETA. Y en esa misma legislatura, el PSOE y todos sus socios parlamentarios dejaron fijado que contra el PP siempre tendrían el comodín de los muertos de Franco.
Lo peor no es que lo usen, ni escuchar a tanto aplaudidor a ambos lados del charco dispuesto a romperse las manos ante semejante nivel de argumentación, sino ver a los mismos que usan con tanta frivolidad a los muertos contra el otro simular que se sienten ofendidos de manera dramática cuando su rival los lanza contra ellos. Una vez más: puño de hierro, mandíbula de cristal.