Jodeos, que Woody Allen sigue vivo
«El caso de Allen tiene muchas aristas, un morbo importante, y un sinfín de mentiras, medias verdades y manipulaciones»
Recuerdo una escena. Está en Desmontando a Harry, comedia de 1997. El protagonista lo interpreta Woody Allen y se llama Harry, o sea, Woody Allen haciendo el prototípico papel de hombre neurótico y apocado. Resulta que Harry se ha liado con una de las pacientes de su exmujer, psiquiatra de profesión. Ambos empiezan una discusión a gritos en el apartamento. Una mujer pide explicaciones a gritos. Un hombre se defiende como puede. En un giro de los acontecimientos que haría palidecer a cualquier espectador avezado, Harry le espeta a su antigua pareja: «Oye, ¿qué dices? Soy tan víctima como tú. A ver, ¿tú crees que el que me haga una mamada una tetuda de 26 años es algo agradable para mí?».
No es agradable para el que esto escribe mandar a paseo a nadie, aunque sea en el titular de esta columna. Pero al menos no soy Pablo Echenique, calumniador mayor del reino, llamando «conocido pedófilo reincidente» a Woody Allen. Sigue vivo el director de nuestras vidas, y ha estado en Venecia presentando su última película, que esperemos no sea la que ponga el broche final a su carrera. Se llama Golpe de suerte y dicen los sabios que es de lo que mejor que ha hecho en los últimos años este neoyorquino de 87 tacos. He sentido una alegría importante. Porque me alegra que la gente que es excelsa en su profesión siga ejerciéndola. Me alegra que siga Allen en el cine, que siga Dolly Parton cantando, que siga Antonio López, con sus otros 87 tacos, y su lienzo en la Puerta del Sol.
Hace unos años, en pleno auge del movimiento Me Too, Woody Allen empezó a caer. La turba, sedienta de cabezas que hacer rodar, giró el pulgar hacía abajo y condenó a Allen. El testimonio de su hija Dylan Farrow sobre los supuestos abusos sexuales que cometió su padre, o sea, Allen, consiguió volver a encender las cenizas de unas acusaciones que ya se habían producido en los años 90. Por aquel entonces, Mia Farrow, antigua pareja de Allen, denunció esos presuntos abusos que el cineasta habría realizado a su por entonces hija de apenas 7 años. Se investigó, claro. Se juzgó, por supuesto. ¿Se condenó? No. Woody Allen es un hombre libre. Un hombre cuyos presuntos actos punibles han sido revisados por los expertos correspondientes. Era inocente en los años 90. Es inocente en 2023.
«Se han aliado cobardes grupos audiovisuales y activistas sin pruebas, luchando por matar artísticamente a uno de los grandes directores de la historia del celuloide»
El caso de Allen tiene muchas aristas, un morbo importante y un sinfín de mentiras, medias verdades, manipulaciones y titulares que buscan el click por encima de todo. Woody Allen, que siempre ha negado cualquiera de las terribles acusaciones, ha pasado para muchos y sin que nada haya cambiado, de inocente a culpable. Se han pronunciado desde entonces multitud de pirómanos sociales, no me refiero solamente a Echenique, que han intentado cancelar ciclos del cine de Allen. Y en algunos casos lo han logrado. Se han aliado cobardes grupos audiovisuales y activistas sin pruebas, luchando por matar artísticamente a uno de los grandes directores de la historia del celuloide. Capítulo aparte merecen los orgullosos actores que renegaron el haber trabajado con Allen. Véase el caso de Timothée Chalamet que denunció públicamente al realizador americano para tener opciones al Oscar.
Leo a Woody Allen en una entrevista de Variety: «Siempre he tenido muy buenos papeles para mujeres, siempre he tenido mujeres en el equipo, siempre les he pagado exactamente lo mismo que a los hombres, he trabajado con cientos de actrices y nunca he tenido una sola queja de ninguna de ellas en ningún momento. Ninguna dijo jamás: ‘Al trabajar con él, era malo o acosaba’. Mis editoras han sido mujeres. No tengo ningún problema con eso. Nunca ha estado en mi mente de ninguna manera. Contrato a quien creo que es bueno para el puesto. Nadie se ha quejado nunca y no hay nada de qué quejarse».
A la vida de este judío de Brooklyn no le queda demasiado. Ha estrenado su película número 50, sigue con razonable buena salud y una mente con más ingenio que gran parte de Hollywood. Y por los años de oscura—e injusta—sombra sobre su persona, hay mucho de justicia en verle, encogido, tímido y en esmoquin, en la alfombra roja del festival de cine de Venecia. Esta semana ha vuelto a los medios patrios porque ha opinado sobre el asunto Rubiales. Qué pereza. Escribió Alberto Olmos en Twitter que ojalá tuviese tiempo Woody Allen de ponerle una querella a Echenique por lo de «conocido pedófilo reincidente». Pasará, porque está por encima de eso. Como pasarán los Echeniques, las condenas sin jueces, y los cobardes e hipócritas. Nos seguirá quedando el cine de Woody.