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Opinión

Máster en desempleo

El nuevo estatuto del becario generará mayor incertidumbre entre los estudiantes sobre su entrada en el mundo laboral

Máster en desempleo

Ilustración de Alejandra Svriz.

El sistema universitario español tiene 1,71 millones de estudiantes, y la Formación profesional otros 1,13. En total, 2,84 millones de jóvenes que se pueden beneficiar (o convertirse en los principales damnificados) del Estatuto del Becario, que entrará plenamente en vigor, si nuevos aplazamientos no lo remedian, el próximo 1 de enero de 2024.

¿Qué es el Estatuto del Becario? 

Se trata de un texto que regula los derechos y obligaciones de los becarios y de las empresas que los acogen. Uno de los aspectos que más destaca es la compensación económica por gastos mínimos que las empresas deberán abonar a sus becarios, así como la obligación de cotizar por ellos, con el consiguiente coste para las empresas que los acogen. Además, se establece la obligatoriedad de un convenio entre la empresa y los centros educativos y la imposibilidad de realizar prácticas extracurriculares más allá del número de créditos que fije un plan de estudios.

El estatuto también limita el número máximo de personas becarias al 20% del total de la plantilla, aunque cualquier empresa podrá incorporar a dos becarios. Para asegurar el cumplimiento, se han fijado sanciones que pueden variar entre los 7.501 euros y los 225.018 euros dependiendo de si son de grado mínimo, medio o máximo.

¿Qué impacto tendrá?

Para los estudiantes: genera mayor incertidumbre sobre su entrada en el mundo laboral, pues en muchos empleos se requiere experiencia previa y resulta muy difícil lograr esta experiencia previa sin haber realizado prácticas durante los estudios. Es un círculo perverso del que no es fácil salir si alguna empresa no permite esa primera experiencia profesional. Desde los departamentos de recursos humanos se suele apuntar que uno de los principales aspectos a tener en cuenta al contratar a alguien suele ser sus valores y su actitud frente al trabajo. Algo que resulta mucho más fácil observar durante el período de prácticas.

En definitiva, las prácticas ofrecen la posibilidad al estudiante de ganarse la confianza de una empresa, desarrollar habilidades y herramientas para su crecimiento profesional, demostrar su talento e incrementar sus posibilidades de un futuro en la empresa. Eliminar las prácticas extracurriculares reducirá enormemente las posibilidades de entrada en el mercado laboral.

Para las empresas: se incrementa el clima de desconfianza entre empresas y Gobierno, pues el Estatuto del Becario asume como punto de partida que las empresas explotan a los jóvenes. Además, se desincentiva la acogida de jóvenes en las empresas, pues los costes derivados de los becarios aumentan notablemente y las empresas están obligadas a dar de alta a los becarios y cubrir (de entrada) parte de las cotizaciones sociales, así como ofrecer una compensación económica a los estudiantes. Sin olvidar el coste que supone la formación de un becario que, al cabo de unos meses, pueda no estar en la empresa porque se acabe su período de prácticas y ya no pueda volver hasta que finalice sus estudios. Este tiempo de formación supone un coste de tiempo y esfuerzo para el resto de personal de la empresa.

En resumen, con el nuevo Estatuto del Becario las empresas tendrán menos incentivos para acoger becarios y los becarios tendrán menos opciones para sus prácticas. Aquellos que logren ser becarios sí que obtendrán una compensación económica gracias a este Estatuto, pero será a costa de reducir las oportunidades para el resto de sus compañeros.

¿Nos lo podemos permitir como economía?

En una economía como la española, con una tasa de paro del 12% a nivel nacional y del 27,8% para menores de 25 años, liderando ambas cifras a nivel europeo, no nos podemos permitir arrebatarles a los jóvenes la oportunidad que pueden ofrecer las prácticas empresariales. Es una injusticia, principalmente para aquellos jóvenes más faltos de oportunidades o que no dispongan de una red personal y familiar que les ayude durante el aterrizaje en el mundo profesional.

Tampoco se puede maltratar a aquellos que generan puestos de trabajo de forma neta en la economía, que son las empresas, pues alterar desde el Gobierno los datos de trabajo con las mayores ofertas públicas de empleo de la historia supone una verdadera trampa, puesto que la sociedad deberá hacer frente a un mayor déficit y gasto público, que crece y se convierte en estructural. Si el Gobierno contratara a todos los españoles, no habría desempleo, pero probablemente tampoco nada que comer. Deberíamos escarmentar en cabeza ajena y ver qué ha sucedido en Venezuela y Argentina estos últimos lustros. En España ya no tendremos tantos becarios, pero ahora sí que podemos afirmar, con toda rotundidad, que tendremos un auténtico máster en desempleo. 

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