THE OBJECTIVE
EL BLOG DE LUCÍA ETXEBARRIA

'Zorra' y 'Creatura': cuando follar es obligatorio

«Creía que el feminismo era una teoría política que asentaba sus raíces en la ilustración, pero me entero de que cualquier canción o película cantada o dirigida por una mujer, es feminista»

‘Zorra’ y ‘Creatura’: cuando follar es obligatorio

Una escena de 'Creature' y los miembros del grupo Nebulossa, ganadores del Benidorm Fest de 2024 con 'Zorra'. | TO

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha declarado ‘zorrista’ y ha dicho que «el feminismo es algo muy divertido». Una afirmación que ha indignado a las feministas de toda la vida, a las que no les parecen temas muy divertidos los asesinatos por violencia de género, por ejemplo, o la discriminación sistémica de las mujeres.

Por otro lado en los premios Gaudí una joven directora triunfa y se lleva seis premios. Y el equipo de opinión sincronizada inmediatamente habla de triunfo feminista y de una película feminista.

Yo creía que el feminismo era una teoría política que asentaba sus raíces en la ilustración, pero ahora me entero de que cualquier canción o cualquier película, en cuanto esté cantada o dirigida e interpretada por una mujer, inmediatamente es feminista. A este paso, comer pipas será feminismo.

No, no todo es feminismo. No todo lo que hacemos las mujeres es intrínsecamente feminista o una reacción contra el patriarcado. La creación surge del inconsciente y el inconsciente no siempre actúa por una motivación política. En la mayoría de las veces la creación es la forma de expresar algo que el propio creador no alcanza a comprender.

Hablando en otro artículo de la canción de la semana, esa canción que se llama Zorra y que vamos a llevar a Eurovisión hice un apunte sobre la pornificación en la sociedad del hiperconsumo.

La pornificación es la conversión del cuerpo en un objeto de consumo, de forma que el cuerpo deviene en mercancía y, así, imágenes que en principio no deberían estar relacionadas con el sexo inmediatamente nos remiten a un «escenario pornográfico». Por ejemplo en el caso de la escenografía de esa canción no era necesario que aparecerán dos hombres con botas de látex de tacón, corsé y collar de perro. No era necesario que aparecieran vestidos con un atuendo que inmediatamente nos remite a la escena BDSM. Tampoco era necesario que nos mostraran sus nalgas tonificadas y se dieran cachetes en ellas.

Esta representación pornográfica supone un mensaje muy particular sobre el cuerpo: el cuerpo es objeto de reclamo y de venta. La pornificación condiciona el imaginario social sobre la sexualidad y se ha integrado en la vida cotidiana hasta normalizarse. Una imagen que hace años hubiera estado directamente censurada ahora se considera divertida, y así lo considera el propio Presidente del Gobierno.

En la sociedad del hiperconsumo todo es consumible y todo se convierte en mercancía. Por lo tanto, consumimos cuerpos. Tinder es como un catálogo de Ikea en el cual vas escogiendo productos y decidiéndote por aquel que te llama más la atención. Y en este sentido la construcción del amor se altera profundamente, porque en nuestra sociedad actual consideramos que el sexo es una parte necesaria e integrante de una relación amorosa. Y no podemos concebir que en una relación de pareja el sexo no sea importante. Sin embargo, para un hombre victoriano el sexo era una cosa de prostitutas y en su relación con su esposa el sexo sería una práctica que se utilizaría exclusivamente para procrear. Esto mismo lo podría pensar un hombre católico en los años 50.

Ambas posturas son extremas. Tan extremo es pensar que el sexo solo puede utilizarse para tener hijos como considerar que una relación de pareja no es buena si no hay sexo. Por supuesto que el sexo es muy importante en la gran mayoría de las relaciones de pareja, porque es un método de comunicación y de expresión de afecto, intimidad y cercanía. Pero no es lo MÁS importante. Muchas de nosotras hemos vivido relaciones en las que el sexo era fantástico y todo lo demás era una m*. Aquello no era una relación sino un desastre. Muchísimas mujeres que han sido maltratadas psicológicamente cuentan en consulta que el sexo era buenísimo, precisamente porque su agresor utilizaba el sexo para tenerlas controladas.

Por otra parte existen muchísimas relaciones en las que prácticamente no hay sexo, y sin embargo la relación se mantiene y es satisfactoria para ambas partes. Parejas en la que los dos tienen más de 60 años, parejas en las que uno de los dos es asexual o lo son los dos, parejas en las que uno de los dos está enfermo, parejas de lesbianas de larga duración (este fenómeno tiene hasta nombre: lesbian deathbed). Son parejas en las que el sexo es escaso y no particularmente satisfactorio, o que directamente no existe, y que sin embargo se mantienen porque el amor sigue presente. O a veces lo que sigue presente es el interés. En cualquier caso, relaciones en las que ambos miembros quieren mantenerse unidos y consideran que el vínculo les ofrece suficientes incentivos como para no romperlo.

En Creatura vemos una pareja joven, en la que ambos miembros son atractivos y están sanos. Esta pareja ya no tiene sexo. Intentan tenerlo, pero nunca les sale bien. Es muy llamativo que en ningún momento se llaman el uno al otro por su nombre. Hay una escena particularmente intensa de la película en la que esta pareja intenta tener sexo, pero por alguna razón no funciona. Ella se pone nerviosa, no se siente a gusto y cree que él no está en exceso por la labor…y a partir de ahí entran en una bronca en la que se están llamando «amor» el uno al otro todo el rato. («¿Pero ¿qué dices, amor?»,«no me siento a gusto, amor», «pero ¿te vas a ir, amor?»). Se trata de una comunicación paradójica, porque ahí no hay ningún tipo de amor. Ni se gustan en la cama ni se entienden fuera de ella.

Lógicamente, ella empieza a sentirse atraída por otras personas. Pero quizás está pidiéndole mucho a su relación. Quizá si no habláramos de una chica en el año 2023 quizás si todo sucediera en el año 1947, a una mujer de su edad (de unos treinta años) le daría completamente igual tener más o menos sexo con su marido, o incluso agradecería no tener demasiado.

La cuestión es que constantemente me hablan mujeres que me cuentan que su marido ya no las desea. O que ellas ya no desean a su marido. Y lo viven como un drama, sin darse cuenta de que en realidad no se trata de ningún problema ni de una situación excepcional. Puesto que la mayor parte de las parejas de larga duración perdieron el deseo después de los tres primeros años. Esas mujeres se sienten raras y extrañas porque nadie les ha explicado que se trata de un problema muy corriente y que, si la afinidad espiritual e intelectual se mantiene, y el proyecto común también, la pérdida de deseo no destruye esa relación. Pero en la sociedad del hiperconsumo, en la sociedad pornificada, una relación sin sexo o con poco sexo se vive con vergüenza o con culpa.

Liz y Neville Hodgkinson, ambos periodistas, han estado casados durante treinta y tantos años y tienen dos hijos adultos. Hace cinco años, guiados por la señora Hodgkinson, decidieron reconocer que estaban mortalmente aburridos el uno del otro en la cama. Y optaron por dormir separados y abstenerse temporalmente incluso de los abrazos y caricias casuales de la vida cotidiana, mientras se alejaban físicamente el uno del otro. El experimento se convirtió en una forma de vida establecida. Ahora viven en un matrimonio blanco. Y ambos se declaran más felices, más sanos, más tranquilos, más independientes mentalmente y, sin haber tenido un amante, cada uno más abierto a amistades más ricas y profundas, mientras su propia relación florece de una manera nueva.

Esta historia la contó Liz Hodkinson en el libro Sex is not compulsory. El libro no estaba particularmente bien escrito pero se convirtió en un éxito porque ninguno de los dos era religioso. No optaron por la vida çélibe por una razón de religión o de espiritualidad sino simplemente porque no les apetecía más sexo. Fue como una salida de armario que le llevó a tantísimas parejas en la misma situación a poder reconocer ante sus amistades que hacía tiempo que no dormían juntos y no tenían sexo, y que tampoco estaban deprimidos ni tristes ni rabiosos por ello.

La protagonista de Creatura entra en una indagación sobre su propio deseo y se mete en unos vericuetos psicoanalíticos sobre el complejo de Electra y el contraincesto. Vamos a explicar esto: Jung cree que entre los cuatro y los seis años la niña se enamora de su padre y empieza a competir con su madre por su atención. (Soy madre de una hija y yo nunca vi que mi hija quisiera más a su madre que a mí, muy al contrario, por eso yo no hago demasiado caso a Jung en este plano.) Y, en cuanto al tabú del contra incesto, según esta teoría las mujeres que experimentan el contra-incesto son hijas de padres que se distancian de ellas con un rechazo frío, porque intentan evitar materializar unos impulsos incestuosos que surgen en ambos, padre e hija. Esta reacción defensiva por parte del padre lleva a que la hija se forme una autoimagen negativa. Que piense que el padre se aleja de ella porque no la quiere.

Mucho se ha escrito sobre relaciones incestuosas, en especial las que afectan a la relación padre-hija (Justice & Justice, 1979; Koch, 1980; Vander Mey & Neff, 1982, Rubin, 1983) y por eso es tan vigente la teoría del contra incesto que la película investiga.

El despertar sexual de Mila ( la protagonista de Creatura) está ligado a la atracción que siente por su papá. De ahí una confusión de sentimientos y un distanciamiento progresivo entre el padre e hija, hasta la edad adulta. Poco a poco, el padre ya no se atreve a tocar a su hija, ni siquiera a bailar. Se amplía la brecha entre ellos. A veces, el cuerpo de Mila se cubre de manchas de eccema, una expresión de malestar inexpresable.

Si a eso le añadimos el doble rasero que existe en la sociedad y que nos divide a las mujeres en vírgenes y p****, no es extraño que a la pobre niña se le cree un conflicto brutal. En la película esta niña cree que su amiga es una zorra porque le enseña las tetas a un desconocido en el Messenger. Es decir, que parece que la protagonista de la película tiene conflictos con su propio sexo porque vive en un mundo sexista . Y también porque ha tenido un padre que se distanció de ella para evitar un incesto. Esta es la explicación que te viene a dar la película sobre los problemas de deseo que vive la protagonista con su pareja oficial.

Creatura es una película muy bien rodada y con unas escenas muy bellas, pero en mi opinión cae en algunos clichés del psicoanálisis, muy especialmente cuando juega con el simbolismo marino del agua y la cueva. No es una película para todos los públicos y puede ser excesivamente tediosa para quienes no estén iniciados en teoría psicoanalítica.

«Creatura me viene al pelo para explicar cómo la pornificación de la sociedad no tiene nada de liberador»

A mí me parece ( pero ésta, obviamente, es una opinión personal) que no hacía falta tanto psicoanálisis y que la protagonista no desea a su compañero porque vive con un muermo de tipo que apenas sonríe en toda la película y que ni siquiera la llama por su nombre. Pero obviamente no creo que la directora estuviera de acuerdo con mi análisis. En cualquier caso, reitero que Creatura está muy elegantemente filmada y que en ocasiones consigue planos de una belleza impactante.

Creatura me viene al pelo para explicar cómo la pornificación de la sociedad no tiene nada de liberador. Cuando te convencen de que el sexo es fundamental para vivir (spoiler: no lo es) en realidad te hacen dependiente de él. En esto consiste el marketing moderno: en crear una necesidad donde no la hay. Esto puede afectar a tu relación de pareja porque tú esperas de tu relación de pareja algo que en muchas ocasiones no puede darte: una vida sexual digna de película de Rocco Siffredi.

Muy pocas parejas pueden mantener una relación sexual trepidante después de unos años. Y muchísimas personas no se sienten particularmente interesadas por el sexo. Y esto no les convierte ni en unos amargados ni en unas malfolladas. No son personas que tengan un problema. Es la sociedad de hiperconsumo la que le convence de que lo tienen.

¿Te suena ese momento de cuando tienes una cita y tus amigos inmediatamente te preguntan si el sexo fue bueno? ¿O cuando le cuentas a una amiga cuánto tiempo llevas sin sexo y la persona frente a ti se sorprende de cuánto tiempo pasó y te hace sentir como un bicho raro? Existe una presión enorme para funcionar sexualmente al cien por cien, sea lo que sea que eso signifique, y socialmente, nos avergonzamos si no cumplimos con ciertas expectativas de lo que es el sexo».

«Muy pocas parejas pueden mantener una relación sexual trepidante después de unos años. Y muchísimas personas no se sienten particularmente interesadas por el sexo»

La escritora Shorronda J. Brown, autora de Compulsory sexuality, dice (cito textualmente) que : «La creencia social de que la sexualidad es algo en lo que estamos obligados a participar, que todo el mundo desea tener relaciones sexuales y que es normal, saludable y necesario tener relaciones sexuales». Shorronda sostiene que esta creencia crea vergüenza sexual para las personas que no tienen ese deseo o no tienen un deseo que se alinee con lo que la sociedad considera una cantidad normal y saludable de sexo. Y que hunde sus raíces en una idea de sexualidad que propone que las personas deberían tener relaciones sexuales de la manera correcta, lo que generalmente significa penetración y excluye a cualquier otro tipo de práctica ( incluso se les induce a las lesbianas a usar vibradores). Olvidando que la penetración que es solo una fracción de lo que puede ser el sexo.

Eurovisión es un evento que en principio sólo pretende entretener y no educar, y yo no soy de las que creen que la canción que enviemos tiene que tener un mensaje claro o una fuerte connotación política. Si que creo que el tema que enviamos y su coreografía nos están reproduciendo el zeitgeist de una sociedad obsesionada con el sexo. Una sociedad en la que el sexo se codifica y se convierte en una mercancía y una sociedad en la que una experiencia que debería ser liberadora se convierte finalmente en una presión más.

¿Nuestro deseo es realmente libre o está mediatizado por el poder? ¿Nuestras elecciones sobre pareja y sexo con profundas e íntimas habían embarcadas socialmente? ¿Realmente nos gusta un determinado tipo de persona o buscamos un perfil adecuado, que representa esto y lo otro? ¿Qué narices es la liberación sexual? ¿Tener mucho sexo es estar sexualmente liberada? ¿Vivir obsesionadas con ser sexualmente deseables y mantener una frecuencia de sexo alta te hace libre?¿Nos hemos liberado para esto?

No sé, Rick. Parece falso.

Creatura de Elena Martin Gimeno. Con Elena Martin Gimeno, Claudia Dalmau, Claudia Borras, Oriol Pla, Alex Brendemühl. 2023.

Mi próximo libro La escritura que cura, un manual de escritura terapéutica, aparecerá en Desclée de Brouwer en marzo.
Si te interesa participar en un taller sobre relaciones afectivas con escritura expresiva que tendrá lugar a partir del 14 de febrero escríbeme a [email protected]

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