THE OBJECTIVE
EL BLOG DE LUCÍA ECHABARRIGA

¿Tenemos que cancelar a Carlos Vermut?

«Todos estamos dañados, hasta cierto punto, por nuestra propia experiencia en la vida y todos hemos hecho cosas de las que nos arrepentimos»

¿Tenemos que cancelar a Carlos Vermut?

El director de cine Carlos Vermut.

1. Louis Ferdinand Celine


Leí De un castillo a otro cuando yo era muy joven y debía tener 15 o 16 años. El libro estaba en la biblioteca de mi hermano.

No me quedaba claro si era una vida ficticia o en una novela real. Me trasladé a la pastelería barroca de Hohenzollern, viví en el caos de la derrota alemana, respiré el hervidero de odio de los colaboracionistas derrotados estacionados allí, desde noviembre de 1944 hasta marzo de 1945. 

Celine era colaboracionista, colaboracionista nazi, y escribió muchos panfletos colaboracionistas fervientemente antisemitas. Era la primera vez que yo leía una historia contada por un simpatizante de la causa nazi en la que no se arrepentía de lo que había defendido.

Leí poco después Viaje al fin de la noche. Ni siquiera recuerdo muy bien de qué trataba, solo recuerdo que me impresionó mucho. Hay que tener en cuenta que yo era una adolescente. Una adolescente en un mundo en el que no había Internet y había mucho tiempo libre. Porque recuerden ustedes que en mi casa no se permitía ver la televisión, solo en contadas ocasiones pero nunca casi nunca entre semana. Y nunca estaré suficientemente agradecida a mis padres por ello. El caso es que yo tenía mucho, mucho tiempo libre.

Sé que Viaje al fin de la noche describía el deambular metafísico de los hombres, condenados al absurdo de la existencia y víctimas de la locura colectiva. Sé que Celine se había dado cuenta de que el infierno son los demás mucho antes que Sartre. Sé que era una novela misantrópica y nihilista, que hablaba de la Primera Guerra Mundial y que tenía un mensaje muy claro: el hombre no tiene un lugar donde sentirse cómodo. La vida, el viaje que nunca termina, es inútil. La vida, en resumidas cuentas, era una mierda, venía a decir Celine. Exactamente lo mismo que piensa un adolescente. Para una adolescente la vida cotidiana es el horizonte insuperable de la existencia.

Céline revisaba y destruía todas las ilusiones humanas: la nación, el progreso técnico, el orden, el amor. Era perfectamente comprensible que después se hubiera hecho nazi. Al fin y al cabo cualquier nihilista abrazaría una ideología de odio y destrucción.

Años después recuerdo que Cristina Rosenvinge y Ray Loriga dijeron que Celine estaba entre sus autores favoritos. No les avergonzaba decir que estaban leyendo a un colaboracionista nazi.

Sin embargo Celine había sufrido una campaña de cancelación. Una campaña de cancelación que duró hasta su muerte en 1961.

Charles Bukowski se obsesionó con Celine. Decía que era el mejor escritor de los últimos dos mil años. Fue a buscarlo a Francia. Creo recordar que viajaba acompañado de su editor o de su agente, no recuerdo muy bien la anécdota. Celine vivía recluido, aterrorizado porque los vecinos le tiraban piedras cuando salía y le arrojaban basura al jardín, y no les quiso abrir la puerta.

Bukowski convirtió a Celine en uno de los protagonistas de su novela Pulp, en la que se supone que Celine no ha muerto en 1961 sino que ha huido y se ha refugiado en Los Ángeles.

Celine fue un pensador profundamente individualista. Si lees a Bukowski con atención, es fácil apreciar que estuvo fuertemente influenciado por Celine, no solo como escritor, sino que también usó varias imágenes celinianas que él recogió y transfirió a su propio estilo de escritura, incluidas ciertas anécdotas. Celine estaba validando las experiencias personales de Bukowski. Había encontrado en Celine una voz que no retrocedía, que no se avergonzaba. Las obsesiones de ambos autores eran comunes: la infancia, las apuestas a los caballos, la madre pasiva, el padre abrumador, el desamparo del niño. A Bukowski nunca le avergonzó decir que admiraba un colaboracionista nazi.

Cuando el año pasado del 2022 se publicó Guerra, un manuscrito perdido de Celine, las críticas fueron espectaculares: «Es un milagro. El término es no exagerado. Guerra es un texto breve, intenso, trágico y lúbrico, que hay que colocar al lado de las obras maestras del autor. Constituye la pieza central del inmenso puzzle literario que Céline construyó a partir de su propia vida», Jérôme Dupuis, Le Monde. «Es un texto furioso. Un acontecimiento histórico», Nelly Kaprièlan, Les Inrockupibles.

Hay que recordar que Guerra no se había podido publicar hasta entonces precisamente por el pasado nazi de Celine. Quienes habían encontrado el manuscrito lo habían ocultado.

2. Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa

En 1991 ECM publicó un disco de la Hilliard Ensamble titulado Gesualdo. Una verdadera joya. Yo amé profundamente ese disco.

Gracias en parte a la defensa del compositor por parte de Stravinsky, se reconoce hoy en día que la música de Gesualdo fue una precursora temprana de la disonancia expresiva. Y más allá de tal consideración, reconocemos que su estilo general de escritura vocal marcó un antes y un después en la historia de la música renacentista.

La interpretación de The Hilliard Ensemble es definitiva y deslumbrante. Las sensuales partes diatónicas y su énfasis en los rangos superiores para momentos de impacto dramático se mueven de un momento alto a otro, puntuados por unas disonancias impactantes, perturbadoras. Quizá a quienes son más tendentes a la armonía romántica y contemporánea pueden encontrar esas puntuaciones chocantes. Obviamente una persona a la que no le guste muchísimo la música podría encontrar este disco no solo aburrido, sino también aterrador. Yo me fasciné sin embargo con los tonos puros, con la claridad expresiva. Abracé la disonancia y me encantó.

En 1991 no existía Internet y ¿cómo iba a saber yo quién era el compositor? No tenía ni idea de que se trataba de un compositor maldito. No sabía que desde el Renacimiento hasta el siglo XIX su música no se había interpretado y que sus madrigales habían estado guardados en cualquier cajón durante cuatro siglos y mucho. Que a Gesualdo no se le interpretaba. Que se le había cancelado, en suma.

El 16 de octubre de 1590 Gesualdo le dijo a su joven esposa que partía de caza por unos días, pero en realidad Gesualdo había urdido un plan con la complicidad de sus criados. Retornó a su castillo y se escondió en una de las estancias De ese modo esperó a la noche.

Se dice que encontró a su mujer y a su amante en pleno fornicio en el dormitorio conyugal, en la propia cama que él compartía con su esposa. Gesualdo estaba armado de un cuchillo y de una pistola. Asesinó a su esposa a puñaladas ante los ojos de su amante, que nada podía hacer porque estaba siendo apuntado con el arma. Finalmente a él le disparó en la cabeza. Después arrastró los cuerpos por el palacio para que todo el mundo los viera. No fue un crimen pasional, puesto que llevaba tiempo planeándolo.

Tras los asesinatos, Gesualdo fue a ver al Virrey de Nápoles para confesarle su crimen. Pero al tratarse de un crimen de honor se le eximió de toda responsabilidad. con el tiempo Gesualdo volvería a casarse. Los hijos que tuvo con su primera esposa fallecieron en extraños circunstancias y se supone que el propio Gesualdo los mató.

Se dice que mató al primer hijo porque lo creía en realidad hijo del amante de su esposa, el conde Fabrizio. En una versión se cuenta que lo mató golpeándole contra los barrotes de la cuna y en la otra que lo tuvo colgado de una soga durante dos días hasta que el niño murió por asfixia. En todas las versiones el niño es un bebé que no tiene ni tres años.

Gesualdo, ya he dicho, volvió a casarse pero el matrimonio no funcionó. Parece ser que Gesualdo tiró por otro camino. El de la homosexualidad y el sadomasoquismo. Se dice que organizaba orgías con jóvenes desnudos y que se flagelaban unos a los otros.

Gesualdo fue acusado de brujería pero salió indemne de dicha acusación gracias a su dinero y a su sangre noble. En 1613 lo encontraron muerto en el sótano de su castillo. Presuntamente había sido flagelado hasta la muerte por jóvenes en un rito orgiástico sadomasoquista. Él tenía 47 años.

3. Carlos Vermut

Cuando vi Magical girl me quedé absolutamente anonadada. Sobre todo me impresionó el hecho de que fuera una película tan perturbadoramente violenta y sin embargo no se viera en ningún momento una escena gráfica. Todo se sugería y se intuía, pero nada se mostraba. El guión estaba diseñado milimétricamente con la precisión de un reloj suizo. Incluso funcionaba en las partes que requerían la suspensión de incredulidad.

Hay, efectivamente, una parte mágica en Magical Girl y funciona. El poder de Magical Girl reside en las escenas interconectadas y de múltiples capas de alta complejidad, pero también extremadamente fluidas. El encuadre y las composición de las tomas, especialmente de las tomas estacionarias, es novedoso e impresionante. Y las actuaciones de Bárbara Lennie y de Lucía Pollán eran de las que te dejan sin habla. Probablemente no he vuelto a ver a una actriz infantil en pantalla tan buena como Lucía Pollán.

«Sigo considerando Magical girl una obra maestra y sigo pensando que Manticora es una película interesantísima»

No podemos separar al autor de su obra, razón de más para entenderla

No tengo una copia de los libros de Celine porque eran de mi hermano. El CD de Gesualdo se perdió en alguna de mis mudanzas, pero ahora puedo escucharlo en YouTube cuando quiera. Sin embargo, Televisión Española ha retirado a Magical Girl de su web. Gracias a Dios, estoy suscrita a Filmin.

Nunca me dio vergüenza decir que había leído a Celine y que lo admiraba y que me impresionaba lo certero de su prosa, por muy nazi que fuera su autor. No me enteré de la historia real de Gesualdo hasta hace dos años, y hasta entonces de verdad que yo pensaba que Gesualdo había sido un monje que estaba en su convento tocando el laúd. No soy admiradora de todo el cine de Carlos vermut y lo cierto es que Quien te cantará no me gustó nada. Pero sigo considerando Magical girl una obra maestra, y sigo pensando que Manticora es una película interesantísima.

Después de todo, parte del ser humano es tener defectos… es vivir. Todos estamos dañados, hasta cierto punto, por nuestra propia experiencia en la vida y todos hemos hecho cosas de las que nos arrepentimos. Todos cargamos con nuestra propia mochila de vergüenza. Todos tenemos secretos que afloran en nuestros escritos, en nuestras obras. Estoy segura de que la disonancia de Gesualdo tiene que ver con su propio laberinto mental. Me temo que Celine y Carlos Vermut no hubieran hecho obras tan perturbadoras si no hubieran podido mirar de frente al monstruo que quizá ellos llevaban dentro. Cada uno encontramos formas de calmar las heridas abiertas, de negar los dolores y humillaciones de vivir. Una de ellas es el arte, porque el arte es catártico.

Quizá hay esperanza de que podamos comunicar nuestros miedos y ansiedades más profundos en forma de historia, que podamos entretener y educar, que podemos esperar persuadir y dar forma a nuestro tiempo sosteniendo un espejo de mano para quienes necesiten ver las imágenes que contiene. Solo debes saber que una vez que el genio salga de la botella, ya no puedes volver a meterlo en ella. Solo asegúrate de estar preparado para no sucumbir a los caprichos de su magia. Cuidado con el poder del encantamiento.

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