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Analgésicos y tranquilizantes, los medicamentos más vendidos en España

Los expertos advierten de que hay un «problema social» con el abuso de este tipo de pastillas y piden concienciar a la población de sus riesgos

Analgésicos y tranquilizantes, los medicamentos más vendidos en España

Varios medicamentos. | Roberto Sorin (Unsplash)

El grupo de medicamentos que más se vendió en España en el año 2021 es el de los del sistema nervioso central, que incluye los analgésicos, los antidepresivos, antipsicóticos y tranquilizantes. Así se desprende el Observatorio del Medicamento que publica la Federación Empresarial de Farmacéuticos Españoles (FEFE). 

Casi al mismo nivel de este grupo se encuentran los medicamentos del aparato digestivo y metabolismo, en los que destacan aquellos que son para el tratamiento de la diabetes, según señalan desde FEFE. 

Le siguen los medicamentos cardiovasculares, los del aparato respiratorio, la sangre y los órganos hematopoyéticos y los productos genitourinarios, con una suma de más de 1.000 millones de euros entre los tres últimos grupos. 

En total, en el año 2021 se vendieron 1.328 envases de medicamentos en las farmacias por un valor de 16.704 millones de euros, lo que supone un crecimiento del 3% respecto al año anterior. 

En 2022, según señalan desde FEFE, «el mercado está evolucionando sin subidas estridentes en los medicamentos financiados, pero con crecimientos muy importantes de los medicamentos publicitarios y los productos de consumer health«. 

Los diez medicamentos de mayor consumo

El Observatorio del Medicamento recoge los datos de los diez medicamentos más vendidos, por envases, en 2021. Entre ellos se encuentran cuatro analgésicos, un antiagregante plaquetario, una hormona tiroidea, un antiulceroso y dos tranquilizantes, y todos ellos juntos suponen más de un 10% del total consumido a lo largo del año.

Por orden, los medicamentos más vendidos fueron Nolotil (analgésico), Adiro (antiagregante), Paracetamol Kern (analgéstico), Enantyum (antiinflamatorio), Paracetamol Cinfa (analgésico), Eutirox (hormona tiroidea), Omeprazon Cinfa (antiulceroso), Orfidal (psicoléptico/tranquilizante), Lexatin (psicoléctico/tranquilizante) y Zaldiar (analgésico). 

Si en lugar de las ventas por unidades se tiene en cuenta la facturación, entre los diez primeros hay cinco anticoagulantes, dos antidiabéticos, un medicamento para la osteoporosis y un antipsicótioco inyectable. «Esta relación va variando de año en año, en algunos de los productos, particularmente por  la introducción de nuevos medicamentos de precio más elevado» señalan desde FEFE.

«Es un problema social, más que médico»

Las sociedades médicas llevan años denunciando el aumento del uso de tranquilizantes y ansiolíticos, unos medicamentos que advierten de que no son inocuos y que además, generan adicción. 

«Es un problema muy antiguo, te hablo de hace unos 20 años, desde 2009 ya el ascenso de prescripción es permanente, pasamos de ser los terceros de Europa hace ocho o nueve años a ser los primeros en estos momentos«, dice en una conversación con THE OBJECTIVE Antonio Torres, responsable del grupo de trabajo de salud mental de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). 

El experto considera que uno de los factores que han llevado al excesivo consumo de tranquilizantes es la banalización por parte de la sociedad de sus efectos secundarios. «Son medicamentos que socialmente se consideran poco peligrosos, se considera que no tiene ningún tipo de efecto secundario y que además, son baratos para la administración, que es la combinación perfecta para que sean medicamentos de uso masivo». 

«Se ha considerado que es un medicamento de botiquín y no es cierto, tiene muchos peligros, tiene una capacidad de adicción importante«, dice Torres. «Además, como genera un efecto rápido e inmediato, se está extendiendo también a lo largo de la pirámide de edad. Antes era casi siempre para personas mayores, ahora tenemos adolescentes y jóvenes consumiendo estas sustancias». 

Considera que es «un problema social, más que médico», y que deberían intervenir las autoridades para concienciar tanto a la sociedad como a los propios médicos de los riesgos de estos medicamentos, que «son muy útiles, pero utilizados adecuadamente». 

A esto se ha llegado, considera Torres, por la poca tolerancia a la frustración y al dolor, y por la medicalización de situaciones vitales que deberían superarse de manera natural. «Hay personas con ansiedad, pero hay muchas que no tienen ansiedad, sino conflictos», dice el médico. «Detrás de esto también está la falta de tiempo para poder hacer un diagnóstico preciso de realmente lo que es ansiedad o lo que son conflictos vitales, que si estos los convertimos en ansiedad y la ansiedad la convertimos en un proceso crónico, evidentemente estas personas van a querer medicación», añade.

Por eso, opina que «gran parte de este problema se solventaría si a todas las especialidades médicas nos dieran el tiempo suficiente para atender a nuestros pacientes, porque esto es una queja que se escucha también en los servicios de salud mental y psiquiatría, que tienen primero un atasco tremendo». 

En cuanto a los analgésicos, Torres señala que también «hay cierto abuso». «Hay muy poca capacidad para soportar el malestar y los mínimos síndromes», como un dolor de cabeza por un mal día o un golpe sin más complicación, por ejemplo.

Además, «hubo una política comercial aumentar dosis que no han demostrado ninguna utilidad, como el paracetamol de un gramo, que podría estar indicado en personas son sobrepeso o de un gran tamaño, pero normalmente la dosis tradicional de 650 mg es la que ha demostrado analgesia y capacidades antipiréticas suficientes». 

«Todo está ligado con esta situación de no tener el más mínimo dolor», concluye. 

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