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'La sociedad de la nieve': un rescate emocional de la tragedia de los Andes

Pablo Vierci reflexiona en un nuevo libro sobre el accidente del vuelo 571, los límites de la condición humana y la necesidad de los «pactos de entrega mutua»

‘La sociedad de la nieve’: un rescate emocional de la tragedia de los Andes

El arriero Sergio Catalán que encontró a Nando Parrado y Roberto Canessa. | El País Uruguay

Los pasajeros del vuelo 571 de la Fuerza Aérea uruguaya, tanto los vivos como los muertos, llevaron a la raza humana más allá de sus límites. La hercúlea exigencia física de esta hazaña llamó la atención del mundo entero hace ahora 50 años: nadie pensaba que se pudiese sobrevivir con ropa de calle en las inhóspitas cumbres de los Andes… nadie, salvo aquellos estudiantes, miembros de un equipo de rugby que se estrellaron contra la cordillera el viernes 13 de octubre de 1972. Se ha hablado mucho del milagro físico que fue sobrevivir más de 70 días en condiciones totalmente extremas, casi imposibles hasta para los montañeros más experimentados, pero se suele pasar por alto el portento humano que fue aguantar psicológica y emocionalmente las dificultades que el destino les fue poniendo delante. Este proceso es lo que narra Pablo Vierci (Montevideo, 1950) en La sociedad de la nieve (Alrevés, 2022) y es el motivo de que aquellos héroes pudiesen conseguir lo imposible. Lo consiguieron porque lo hicieron juntos.

«Para los supervivientes es el paso definitivo de comunidad a sociedad, pero para el lector es una invitación a buscar su propia cordillera»

Vierci, compañero de estudios de las víctimas del accidente, explica a THE OBJECTIVE que «más allá de los detalles más escabrosos y controvertidos como la necrofagia y otras situaciones extremas, la comunidad y el vínculo que allí se crearon entre los que sobrevivieron al accidente es lo verdaderamente interesante y único de esta historia». La versión más famosa de esa historia es ¡Viven!, la película dirigida por Frank Marshall, en 1993, y aunque existen otras obras literarias y cinematográficas más tempranas, ninguna ha gustado mucho a los supervivientes de la tragedia aérea y a sus allegados. Es fácil caer en lo sensacional sobre todo si es rentable. Lejos de eso, Pablo Vierci, que es amigo de toda la vida de Nando Parrado y vecino de Roberto Canessa, ahonda en las vivencias de los pasajeros supervivientes y propone una explicación del milagro basada en la comunión de distintos factores humanos y sociales que hicieron que un pequeño grupo de ellos pudiese salir de allí con vida. A Vierci lo pudo salvar la escritura, pues confiesa que era «el único de la clase al que le había interesado eso desde joven», y no viajó con ellos.

Portada.

Cuando el 23 de diciembre de 1972, Parrado y Canessa volvieron a la civilización y revelaron al mundo su hazaña y la de sus 14 compañeros vivos aún en la montaña, solo los más optimistas de sus amigos y familiares conservaban la esperanza. Vierci escuchó testimonios, premoniciones y augurios sobre la tragedia desde una posición privilegiada y pudo comprobar cómo se sentía el entorno de los pasajeros de aquel fatídico vuelo, que acabó convirtiéndose en parte de él y que aún lo es. Ese punto de vista es la novedad que ofrece su libro. Vierci explica el dolor de las familias y se concentra en exponer situaciones y sensaciones que solo puede entender una persona que pasó por una experiencia semejante. Despegaron 45 personas -cinco tripulantes y 40 pasajeros-, su avión se estrelló en un desierto blanco, después de 10 días los dejaron de buscar y tras más de 70 aparecieron 16. 

El autor de La sociedad de la nieve se detiene en la lista de nombres que Canessa y Parrado dieron a sus rescatadores con los nombres de aquellos que seguían vivos el día que salieron de su improvisado y precario refugio. Cuando esa lista fue comunicada a los familiares, que aguardaban exaltados, desconcertados e impacientes ante la noticia, aquellos que no vieron los nombres de sus amigos y familiares en la lista, lo sintieron como una segunda muerte, un concepto que recorre parte del libro. 

Valle de las Lágrimas, enero de 1973 / Fotografía de la Fuerza Aérea Uruguaya

El título del libro, que el autor prestó para un documental producido un año antes de su publicación, es una síntesis perfecta de lo que narra. Durante la lectura es casi inevitable recordar El señor de las moscas de William Golding, pues existen ciertas similitudes entre los náufragos de uno y los pasajeros del otro, así como en las micro-sociedades a las que se ven reducidos en medio de la nada. Imaginen, por un momento, sobrevivir a un accidente aéreo, en medio de la cordillera más larga del mundo, sin ningún otro tipo de vida ni nada orgánico alrededor en decenas de kilómetros… o en miles de ellos si uno se equivoca de dirección. 

Al accidente sobrevivió más de la mitad del pasaje, aunque algunos heridos murieron durante los primeros días. Los supervivientes se fueron uniendo y compartiendo el dolor de sus pérdidas y así se cimentaron las bases de una nueva comunidad. Sin embargo, en el frío y acuciados por el hambre, el reloj corría más rápido y tuvieron que buscar alternativas para abrigarse y racionar la escasísima comida que tenían. Todo cambió cuando se enteraron, gracias a una pequeña radio que consiguieron arreglar, que las autoridades habían dejado de buscarlos y que se los daba por muertos. Vierci pone el foco sobre este aspecto y lo extrapola a «lo llano», que en la jerga de los supervivientes es todo aquello que no fuera la montaña.  Y la profundidad con la que reflexiona sobre el sentimiento de abandono y de autodependencia que sienten los supervivientes al enterarse de esa noticia permite sacar lecciones muy valiosas. Para los supervivientes es el paso definitivo de comunidad a sociedad, pero para el lector es una invitación a buscar su propia cordillera.

Justamente, para Vierci, esta historia ha ganado fuerza tras la pandemia de la covid-19 porque al mundo le ha tocado de pronto luchar sin tener un enemigo y sin frente, contra la pura adversidad de nuestro entorno. El autor afirma que siente que la gente ha encontrado su cordillera en retos como la pandemia o incluso la guerra de Ucrania y su consiguiente crisis económica mundial. Opina que esta historia cala mejor en los espíritus de la gente en momentos de dificultad colectiva y que eso, unido al aniversario del accidente, ha devuelto el interés por la tragedia de los jóvenes uruguayos. 

Pablo Vierci

Con la noticia del fin de la búsqueda, aquel grupo de personas abandona la duda y se adentra en el frío mundo de las certezas: si no salen de ahí, nadie los va a sacar. En ese momento se ven confrontados a la dura verdad de que, si quieren reunir las fuerzas necesarias para salir de ahí con vida, al no quedar ya comida, tendrán que recurrir a los cadáveres de sus compañeros. Cuando se impone esta terrible realidad, todos quedan unidos por ese vínculo, un «pacto de entrega mutua», como lo califica el autor del libro. Vierci revela a este diario que los supervivientes no pusieron en práctica una decisión tan atroz hasta que todos autorizaron a sus compañeros a disponer de sus cadáveres si morían. Este hecho fue decisivo para que entendieran que, si sus compañeros muertos pudiesen hablar, les hubieran dicho lo mismo… «Sin eso no hay mañana» – decían ellos.

La fe también encuentra su lugar en La sociedad de la nieve y juega un papel tan importante  que vale la pena descubrir por uno mismo. Al final, todos los supervivientes de aquellos 72 días, se hicieron la misma pregunta. «¿Vale la pena vivir?» – y también todos respondieron igual – «sí». Quizá sea este aspecto del drama el principal reto del director de cine Juan Antonio Bayona, autor de películas como Lo imposible, sobre el tsunami que asoló Indonesia en el 2004, en la adaptación homónima de este libro para Netflix  que ha realizado asesorado por Vierci y que se estrenará en unos meses. Ojalá lo haya superado.

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