Paradojas del asesinato de Gandhi
La India ha recordado los 75 años del asesinato de Gandhi bajo un gobierno del BJP, heredero ideológico de su asesino
Un nacionalista hindú fanático asesinó a Gandhi porque favorecía a los musulmanes, aunque también podría haberlo asesinado un nacionalista musulmán fanático por favorecer a los hindúes. Así estaban las cosas en la India a principios de 1948, desde hacía medio año, desde la proclamación de la independencia, hindúes y musulmanes estaban masacrándose unos a otros, según quién tuviera la mayoría en un lugar concreto.
La cruel paradoja de que un apóstol de la no violencia muriese de forma violenta, abatido a tiros por un terrorista que ya había intentado asesinarlo tres veces, refleja que aunque para la mayoría de los indios, fuese cual fuese su religión, Mahatma Gandhi fuera un santo, casi un dios, había suficiente odio contra él. No es extraño, va con la naturaleza humana, que a lo largo de estos 75 años el asesino de Gandhi, Nathuram Godse, se haya convertido en un héroe para los ultranacionalistas hindúes, al que se dedican estatuas, memoriales, templos e incluso que alguna población haya cambiado su nombre por el de Godse.
Pero no solamente los extremistas celebraron la muerte de Gandhi aquel 30 de enero de 1948, algunos de los suyos también se sintieron aliviados con su desaparición. Para el sector progresista del Partido del Congreso, para la clase política que estaba pilotando el acceso a la independencia y el nacimiento de la nueva nación, y sobre todo para su líder, el Pandit Nehru, Gandhi se había convertido en un peso muerto, el de un tradicionalismo contento con la pobreza, dispuesto a mantener a la India fuera del mundo moderno.
La figura de Gandhi alcanza trascendencia universal, es un símbolo para los pacifistas del mundo, un personaje admirado por encima de las ideologías. Algún pensador católico ha propuesto incluso su canonización por la Iglesia, pese a que no fuese cristiano. Para la India es algo más, naturalmente. Llamarle el padre de la patria se queda corto, no lo ven como los norteamericanos a George Washington o los sudamericanos a Simón Bolívar, sino más bien como a Gautama Buda, un ser que por su virtud ha alcanzado la divinidad.
Pero el auténtico ‘padre de la India’ era el Pandit Nehru, la figura rival de Gandhi… y el principal beneficiario de su desaparición, que le dejó campo libre para cumplir su labor histórica. Liberado del lastre que constituía el tradicionalismo de Gandhi, Nehru pudo negociar con los ingleses no ya la independencia, sino la partición de la India permitiendo la segregación de Paquistán. Nehru configuró el nuevo estado y lo gobernó durante 17 años (y luego su hija gobernó 15 años, y su nieto cinco más).
El emblema de Gandhi era la rueca, el telar artesano con el que pretendía que cada indio tejiese su propia ropa en casa, una concepción medieval de la economía. La primera bandera independentista incorporó la rueca, pero Nehru la cambió por una rueda que significaba todo lo contrario: «India no debe resistirse al cambio, debe ir hacia adelante, la rueda representa el dinamismo». Gracias al esquema de Nehru la India, que va a desplazar a China como país más poblado del mundo, ha experimentado un notable desarrollo económico y tecnológico, es desde hace muchos años potencia atómica y se mantiene dentro del espacio de la democracia moderna, aunque desde 2014 gobierne el BJP, un partido ultranacionalista hindú, heredero ideológico del asesino de Gandhi y una amenaza para el sistema de libertades.
Entierro
Las ceremonias funerarias de Gandhi –no se puede decir entierro porque fue cremado, y sus cenizas arrojadas a los ríos sagrados- fueron el colmo de la mala organización, pero resultaron un éxito para la figura de Nehru.
Pese a lo anteriormente explicado no se puede decir que Nehru se alegrase de la muerte de Gandhi, aunque le viniese bien. Ambos mantenían una relación de amor-odio como la que se da entre algunos padres e hijos. En realidad era una relación afectiva mucho mejor que la que Gandhi tenía con su propio hijo, Harilal, en la que sólo había hostilidad. Harilal había querido ir a estudiar a Inglaterra, como hacían los miembros de cualquier familia india que pudiese permitírselo. El propio Gandhi había estudiado Derecho en el Univesity College de Londres, pero cuando llegó el momento de enviar al hijo a Inglaterra, Gandhi había entrado ya en la deriva tradicionalista y no consideró oportuna una educación occidental para Harilal.
Eso suponía condenarlo a ser toda su vida un segunda clase, y Harilal se lo tomó tan mal que se convirtió en musulmán para fastidiar a su padre, cada vez más devoto dentro del hinduismo. Durante más de 30 años padre e hijo no se hablaron, aunque en una ocasión Gandhi le escribió una terrible carta, acusándole nada menos que de haber violado a su hija de ocho años. Harilal, que había adoptado el nombre musulmán de Mohamed, abandonó en realidad pronto el Islam y se dedicó a otra religión que todavía horrorizaba más a Gandhi, el alcohol. De hecho, al no tener el acicate de herir a su padre, Harilal murió por alcoholismo muy poco después del asesinato de Gandhi.
Por supuesto Harilal no asistió a las exequias de su padre, de modo que el puesto de hijo pudo ser desempeñado sin competencia por el Pandit Nehru. Los indios, por muy nacionalistas que fuesen, sentían fascinación por todo lo inglés, y el gobierno de Nehru decidió copiar el ceremonial fúnebre del último rey británico muerto, Jorge V.
Los restos de Jorge V habían desfilado por las calles de Londres sobre un armón de artillería del que tiraba una impecable formación de marineros, según es costumbre en la monarquía británica, pero no podían colocar el cuerpo del apóstol de la paz sobre una pieza de armamento, de modo que colocaron a Gandhi sobre un camión. Además el ejército indio exigió participar en la ceremonia, que no fuese monopolio de la marina, de modo que pusieron a tirar del camión a una formación mixta de soldados y marineros, que no llevaban el mismo paso, con lo que el vehículo fúnebre avanzaba a tirones.
De todos modos no había posibilidad de mantener una marcha majestuosa porque la multitud –millones de personas acudieron a las exequias- se abalanzó sobre el vehículo funerario como si fuera una riada incontenible, y prácticamente lo sumergió. Tardaría cinco horas en recorrer los siete kilómetros que iban de la casa de Gandhi al lugar de cremación. La policía disparaba contra cualquiera que intentase subirse al camión, sobre el que sin embargo iba encaramado el trío del poder: en el lugar prominente, como heredero político de Gandhi, el primer ministro Nehru; y flanqueándolo el ministro de la Guerra y el de la Policía. Otra paradoja del destino de Gandhi, hacer su último viaje acompañado por los representantes de la violencia de estado.