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'Dear Child': un 'thriller' que no te da respiro

Esta miniserie de apenas seis capítulos es un disparo de adrenalina, con un guion inteligente y brillantes actuaciones

‘Dear Child’: un ‘thriller’ que no te da respiro

Una escena de la serie 'Dear Child'. | Netflix

Cada día se hace más complicado mantener la atención en una sola pantalla. Sobre todo cuando se trata de producciones propias del streaming. Son pocos los espectadores que no ceden a la tentación de revisar el móvil mientras ven la televisión. Tampoco ayuda que la mayoría de trabajos disponibles carezcan de ritmo y originalidad. The Bear (Disney+) es una excepción que confirma la regla. Pero Dear Child (Mi dulce niña) llegó para cambiar eso.

La serie alemana de apenas seis capítulos, titulada originalmente Liebes Kind (Dulce niño), no llega a las cinco horas de duración. Por eso es perfecta para un maratón televisivo. Reúne lo que cualquier adulto busca en un thriller: misterio y muchas capas que se desvelan para finalmente contrarrestar las diferentes hipótesis. Jugar al detective en estas producciones siempre es un placer.

La sinopsis del programa de Netflix es la siguiente: una mujer y una niña logran escapar de su secuestrador. Pero una vez en libertad, seguirán siendo prisioneras del abuso que este hombre les infligió a ellas y a otras mujeres. Este es el tráiler:

Lo primero a destacar de este trabajo, dirigido por Isabel Kleefeld y Julian Pörksen, adaptando el bestseller de Rommy Hausmann, es la claridad para incrementar la tensión capítulo a capítulo. Desde un principio, nada es lo que parece. Cada píldora de información está muy bien administrada, sin abusar de la paciencia del espectador, lo que se agradece. Entonces, lo que en un principio luce confuso, se aclara para luego abrir una nueva puerta. Al mismo tiempo, vamos armando el rompecabezas con las piezas que suelta la investigación policial. 

Luego, algo maravilloso de Dear Child es que todos los personajes tienen profundidad, desde la novata policía que informa a sus superiores del hallazgo de la desaparecida, al inicio de la serie, hasta el padre que sufre una grave depresión por la supuesta pérdida de su hija. La trama se construye y alimenta entonces apoyándose  en sus protagonistas y actores secundarios.

Otro punto original es la sencilla pero acertada manera en la que se relata cómo el abuso sicológico puede generar traumas y dependencias emocionales. Cuando repites y castigas comportamientos, como si se tratara de adiestrar animales, creas una fidelidad desde el miedo que es muy difícil de superar. Esto es uno de los puntos más altos del guion y los actores lo comunican muy bien.

Tomando en cuenta lo anterior, la actriz Kiem Riedle consigue que, primero, sintamos pena por todo lo que ha pasado. Después, nos preguntamos por qué toma ciertas decisiones que parecen ir en contra de su propia salud. Que esto sea o no producto de los condicionamientos generados a través del castigo propinado por el perpetrador es algo que solo se responderá al final del programa, aunque el espectador puede adelantarse y figurar su propio guión.

Precisamente, la proeza de los creadores de la serie viene de allí: toman un argumento conocido (el secuestro) y lo enfocan de manera diferente. No se trata de sobrevivir, desde lo físico, sino desde lo mental. Perdonen si sueno muy generalista, pero trato de evitar cualquier spoiler que arruinaría la experiencia del televidente. Aquí, saber menos es clave para disfrutar.

Otra mirada del abuso

En la mayoría de películas y series sobre personas que son secuestradas, las narraciones siguen un patrón. En algunos casos se centran en las artimañas para escapar del encierro  o del abusador, otras en la venganza de las víctimas y algunas en los duelos del entorno si fallecen, pero pocas se detienen a reflejar cómo es el día a día de los que sobrevivieron.

Dear Child está marcada por la presencia del perpetrador hasta el último capítulo. Es una apuesta arriesgada que funciona. La voz en off del secuestrador machaca, irrita y nos pone, —como a los protagonistas— al límite. En este sentido, Hannah (Naila Schuberth) hace un extraordinario trabajo como la niña que aprende a seguir las reglas de su «padre», sin chistar.

Hanah es una víctima que no conoce más que unas cuatro paredes. Es ella la que genera cierta compasión en el secuestrador y es a partir de eso que la trama se complica. Obviamente, la pequeña fue coaccionada, no posee cierta educación moral que le permita ver con claridad las diferencias entre el bien y el mal. Por ello, pareciera cómplice de su verdugo.

La complejidad de ver una niña confabulada con un adulto es angustiante, pero el espectador comprenderá por qué Hannah es como es. El otro chiquillo de la historia,  Jonathan (Sammy Schrein), es el opuesto, y representa todo el dolor que un entorno violento genera. De manera que se establece rápidamente cómo fue la dinámica que se usó para que una adulta y dos menores de edad convivieran bajo las órdenes de un enajenado mental sin mayores contratiempos.

Es cierto que el desenlace final puede ser anticlimático si has estado atento a ciertos detalles o si eres de los que suele sospechar sobre las actitudes de los protagonistas. Pero de ninguna manera esto ensucia el excelente guion y las buenas actuaciones de Dear Child. Así que si estás buscando una nueva propuesta que te mantenga aferrado a la silla, sin mirar los reels de Instagram, esta es tu mejor opción.

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