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'One Piece': el pirata que te roba el corazón

Luffy, el aprendiz de corsario, es uno de los mejores personajes que se hayan visto en la televisión

‘One Piece’: el pirata que te roba el corazón

El mexicano Iñaki Godoy hace de Godoy Monkey D. Luffy. | Netflix

Perdonen lo cursi del título, pero es cierto. El mexicano Iñaki Godoy hace de Godoy Monkey D. Luffy uno de los personajes más entrañables de la televisión que hayamos visto en la última década. Como protagonista de One Piece, aceptamos que nos lleve de la mano a este delicioso mundo de piratas, marineros, villanos con poderes inimaginables y océanos salvajes. 

No era una tarea fácil dada la expectativa que este live action, disponible en Netflix, despertaba en los seguidores del manga. Además, los fracasos continuos al tratar de conseguir una franquicia de calidad y rentable —The Witcher fue el último triste caso célebre—, no presagiaban nada bueno para una obra tan rica como la creada por el japonés Eiichirō Oda. Sin embargo y contra todo pronóstico, One Piece se erige como una de las mejores series de los últimos años.

No voy a comentar esta producción para los fanáticos de la obra original, pues supongo que ya habrán sacado sus conclusiones equiparando lo mostrado. Sí lo haré para el espectador desprevenido que busca, entre tantos títulos, algo para entretenerse. Empecemos por decir que One Piece se consume rápido. Son apenas ocho capítulos de aproximadamente una hora de duración, regularmente con tramas episódicas que se resuelven de inicio a final. Es decir: no es nada complicada. Se presenta un problema al comienzo que el protagonista, Luffy, resuelve o deja encaminado al cierre de esa hora de duración.

No obstante, eso no quiere decir que carezca de profundidad. En la medida que este simpático adolescente va superando los trámites para conseguir lo que se propone, va creando más problemas y enemigos que seguramente volverán en las siguientes temporadas. ¿Y qué es lo que quiere Luffy? Pues ser el más grande pirata de todos los tiempos, sin perder una pizca de su pinta playera y sombrero de paja. La tarea no es sencilla, porque para reinar entre los filibusteros necesita conseguir un mítico tesoro conocido como One Piece.

Sin lorito francés

Decía Joan Manuel Serrat que «todos los piratas tienen un lorito que habla en francés» y que están destinados a los finales trágicos. Luffy es la antítesis de ello. Más que un forajido es un chico que cree en los sueños. Tiene una fe imperturbable en el destino y es capaz de inspirar hasta al menos valeroso de la tripulación. Podría pensarse que tanto pensamiento positivo resulta empalagoso, pero, para suerte del producto, no es así. Y no lo es gracias a un elenco maravilloso que complementa al personaje principal.

Así, Luffy consigue sumar en su aparente delirio piratesco a un gran espadachín, el enigmático y muy bien parecido Roronoa Zoro (Mackenyu); a una preciosa roba tesoros, Nami (Emily Rudd); a un gran fabulador, Usopp (Jacob Romero) y a un cocinero karateca, Sanyi (Taz Skylar). Todos ellos son personajes que enriquecen el relato y le dan personalidad a la trama. Cada uno tiene una ambición que por cosas de la vida ha dejado de lado, no obstante el bueno de Luffy está allí para devolverles la esperanza y recordarles lo que Azúcar Moreno cantaba una y otra vez: «Solo se vive una vez».

Como es de esperarse, esta agrupación variopinta debe enfrentar a muchos enemigos, todos muy bien caracterizados. Otro gran punto alto de One Piece son los antagonistas. Al tratarse de una fantasía, no hay la más mínima intención de racionalizar los acontecimientos, ni las peleas. Aquí todo es posible y los efectos especiales y el gran trabajo de maquillaje consigue que aceptemos la propuesta sin chistar.

No es un riesgo menor la decisión que toman Steven Maeda y Matt Owens de evitar cualquier tono oscuro o intentar hacer el guión más maduro, como se ha vuelto de moda, por ejemplo, en las historias de superhéroes. One Piece es divertida en su concepción adolescente y tiene mucho humor, lo que por alguna razón lamentablemente ya no se valora. Para la generación que disfrutó Los Goonies (Richard Donner, 195), por ejemplo, es un verdadero disfrute.

Hay algo de Tom Sawyer (Mark Twain) en Luffy que puede contagiar a aquellos que no suelen ver mucha televisión. Por supuesto, la serie le pide al espectador que se deje llevar, que vuelva a creer en tesoros perdidos, seres míticos y misterio a lo Scooby-Doo. Además, si bien hay personajes de todas las texturas y colores, se evita cualquier discurso panfletario para remarcar la inclusión o la justicia social. Aquí hay una perfecta combinación de caracteres que responden a la lógica de lo narrado. Nada es forzado.

Es precisamente el énfasis en la ficción lo que permite otras lecturas sobre el bien y el mal, sobre por qué renunciamos a nuestros sueños, justificando el «fue lo que tocó», en lugar de apostar por aquello que nos hace felices. Todo ello gracias a la sonrisa de Iñaki Godoy, que nos contagia de empatía. 

Solo queda esperar que Netflix sepa llevar bien esta aparente gallina de los huevos de oro. Material hay, pues One Piece está compuesto por más de 100 volúmenes de mangas. De hecho tiene el récord del manga con mayor cantidad de copias publicadas de la misma obra de cómic realizado por un único autor en todo el mundo. Este es el verdadero tesoro. 

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