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Economía

España es el último de los ocho primeros países de la OCDE en digitalizar su sector productor

Los expertos ligan la apuesta por la inversión con el incremento de la productividad

España es el último de los ocho primeros países de la OCDE en digitalizar su sector productor

Escrivá recibe la cartera de Transformación Digital de mano de la vicepresidenta primera. | Europa Press

A los retos pendientes para la transformación digital en nuestro país, el ministro José Luis Escrivá también tendrá que sumar que España se encuentra, además, en la última posición de la digitalización de su sector productor. Al menos, el último entre los cuatro primeros países de la Unión Europea, Reino Unido, Estados Unidos, Finlandia y Suecia. Así lo corroboró ayer la profesora emérita de la Universidad de Valencia y directora de Proyectos Internacionales del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), Matilde Mas, quien profundizó sobre este aspecto en el seminario en el que Fedea presentó el trabajo llamado Renta per cápita y productividad en la OCDE de 1960 a 2022, por parte de Rafael Doménech (BBVA Research y Universidad de Valencia) y Ángel de la Fuente.

Allí, Mas relacionó el desarrollo de las inversiones en intangibles, desde el punto de vista de la digitalización, con el índice de la productividad, ecuación en la que España tampoco sale bien parada. Mas, doctora en Ciencias Económicas por la Universitat de València y catedrática de Fundamentos de Análisis Económico hasta septiembre de 2021, mantuvo en su intervención que España «está de pena si queremos compararnos con estos otros países, porque el peso de la digitalización o de la penetración de las TICS (la Tecnologías de la Información y la Comunicación) en los sectores económicos, es muy bajo en el sector productivo, y representa un 5% frente a un 15% como representa en Estados Unidos».

Esta economista parte de un análisis previo que tiene en cuenta activos y sectores, y que según una clasificación de la OCDE, observa 28 industrias clasificadas que atienden a tres grupos: (1) aquellas industrias que producen TICs, (2) industrias que utilizan esta tecnología y, por tanto, las usan muy intensivamente, y (3) las empresas que no las usan tan intensivamente.

Esta clasificación -remarca Mas- es interesante por todo cuanto se apunta sobre el modelo productivo, porque, en su opinión, «hay que ver si el problema es por el cambio del modelo productivo, mirándolo desde las perspectiva de la digitalización». Así -explica-, y teniendo en cuenta los datos, con los 28 sectores y los tres grupos de industrias que crean TICS, intensivas y no intensivas, y tomando como referente los países de los cuales hay información, porque se necesitan tener muchos datos desagregados, luego, tomando los cuatro primeros países de la UE, es decir, Francia, Alemania, Italia y España, además de Reino Unidos, Estados Unidos, y los dos países más avanzados en digitalización, que son Suecia y Finlandia, «si comparamos por sectores -determina la catedrática-, nosotros, España, estamos de pena, en muchas direcciones: pero, en primer lugar, si el sector productivo es que el tiene mayor penetración de la digitalización, España ocupa la última posición, lo que se ve en cómo el peso del sector productor de las TICs en España representa un 5% y el peso en Estados Unidos representa un 15%».

La baja productividad española

Además de tener el menor peso en la digitalización del sector productor -sostiene esta experta-, España también es el segundo por la cola, después de Finlandia, de los países con menor peso en los sectores no intensivos. Por tanto, estamos mal en dos sectores.

En cuanto a la productividad -desarrolla-, España también tiene la peor posición en el agregado, en un ranking en el que «Estados Unidos es líder indiscutible en el agregado y en las tres tipologías. En todos los países -señala Mas-, el sector más productivo es el sector productor, seguido por el que usa intensamente las nuevas tecnologías. Ahora bien -destaca la directora de Proyectos Internacionales del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie)-, en todos los países, salvo en España, que tiene, una productividad más alta en el sector menos intensivo. Y la razón -apunta- tiene que ver con el empleo, porque pierde empleo que se traspasa al sector más intensivo».

Desde el punto de vista de los activos, Matilde Mas hizo una aclaración previa de lo que entiende desde la perspectiva de la digitalización. Mantiene que hay tener en cuenta que el hardware y el software son ya activos reconocidos por la Contabilidad Nacional (1995), mientras -comentó con sorpresa- «la I+D se reconoce solo como activo desde el año 2010, y en la práctica desde el año 2015, pese a que la literatura abunda en que este es el criterio más importante».

Pues bien, rememora Mas, en 2005 ya hubo economistas como Carol Corrado que plantearon que para sacar el mayor provecho a la digitalización había que sumar otros activos intangibles, además del software y de la I+D, sin los cuales no se puede sacar provecho. Pues bien -aborda la economista-, entonces también se consideró plantearse los consumos intermedios, que eran gastos, en inversiones, si éstos se prorrogaban más de un año, teniendo en cuenta lo que dicta la Teoría Capital, que mantiene que hay que renunciar el consumo presente para producir más en el futuro.

Invertir en la organización empresarial

A raíz de esto -apostilla Matilde Mas-, se incluyeron cuatro elementos de consumo corriente, a inversión, y esos están relacionados con la digitalización: el diseño, la imagen de marca, la formación de las empresas en las tareas especificas y el gasto de la empresa para acomodarse a los tiempos que corren en el sistema de organización, y esto exige esfuerzo. De este modo, con esos intangibles y los reconocidos por contabilidad nacional, es decir software, I+D, Diseño y Marca, Formación y Organización del trabajo, la pregunta que hay que hacerse es qué países invierten más en intangibles de la muestra de ocho, siendo Francia, Estados Unidos, Suecia y Finlandia los que más, frente a España e Italia, que están a la cola.

Mas también repara en cómo se combina la inversión tangible e intangible. En su opinión, resulta sorprendente comprobar, cómo en países como el Reino Unido, Finlandia, Estados Unidos, Francia y Suecia, la inversión intangible supera a la tangible y, en el caso de Estados Unidos supera en un 70% y en el Reino Unido en el 50%, frente al 25% de España. «Lo cual nos da una medida -defiende- de dónde estamos y porque luego nos preguntamos que porque estamos tan mal».

Los datos constatan -agrega Mas- en qué países ha crecido más la inversión, y es en Estados Unidos. Sorprendentemente «España ocupa la segunda posición, pero está tan alejada, que le queda mucho camino por recorrer. Por lo menos -añade-, es la única buena noticia que tenemos».

Seminario celebrado ayer en Fedea. De dcha. a izqda., Ángel de la Fuente, Rafael Doménech, Matilde Más y Leandro Prados de la Escosura.

El papel de los intangibles

En cuanto al volumen de inversión en intangibles, lo que de una medida correlativa a la productividad, Mas explica que en la mayoría de países se invierte más en software, en I+D y en la estructura organizativa de las empresas. «Pero no ocurre esto en España, porque es el país que menos invierte en estructura organizativa, pues la mayor parte se lo lleva en imagen de marca, al tiempo que -reconoce- en todos los países se destina muy poco a la formación de los trabajadores en el puesto de trabajo».

Según concluyó Matilde Mas en el seminario de Fedea, en la estrecha relación que hay entre la inversión en intangibles y la productividad, y especialmente en la inversión destinada a mejorar las organizaciones, es «donde España -apuntó- tiene un problema de gestión, es decir, de carencia de gestores».

Este martes se dio a conocer el informe de Fedea, realizado en esta ocasión por Rafael Doménech (BBVA Research y Universidad de Valencia) y Ángel de la Fuente (FEDEA e IAE-CSIC), documento en el que analizan la experiencia de crecimiento y la evolución de la distribución de la renta en una muestra de países de la OCDE desde 1960 y se resumen las principales conclusiones de la literatura de crecimiento económico sobre los determinantes de largo plazo del nivel de renta de los países.

Calidad institucional y políticas correctas

El ejercicio se apoya en una descomposición de la renta per cápita en cuatro factores: el producto por hora trabajada, las horas medias trabajadas por ocupado, la tasa de ocupación de la población en edad de trabajar (la que está entre los 16 y los 64 años de edad) y el peso de este colectivo en la población total. La primera de estas variables refleja la productividad, mientras que la última recoge el impacto de la demografía. La segunda y la tercera, finalmente, recogen dimensiones distintas de la intensidad con la que se utiliza el factor trabajo: la duración media de la jornada laboral de los ocupados y el peso de estos últimos en la población en edad de trabajar

Asimismo, el estudio concluye que, en general, la dinámica de la renta per cápita relativa en la OCDE ha estado dominada por la evolución de la productividad y, en menor medida, por la de la tasa de ocupación (que tiene un peso atípicamente elevado en España), con el componente demográfico jugando un papel generalmente secundario en la mayor parte de los países. Los datos revelan que no se ha registrado un patrón uniforme de convergencia entre países dentro de este grupo. Apoyándose en esta literatura quizás más que en el presente ejercicio, los autores también determinan que, en la medida en que las tasas de inversión en distintos tipos de capital se mantengan relativamente constantes, cabe esperar que los países vayan asentándose en posiciones relativas determinadas por su esfuerzo inversor y su calidad institucional. Así pues, el futuro de economías como la española está en sus propias manos y depende fundamentalmente de que se adopten las políticas correctas.

En este seminario -que fue cubierto por THE OBJECTIVE– también participó Leandro Prados de la Escosura (Universidad Carlos III), quien resaltó en su intervención en la necesidad de tener una calidad institucional y de buen gobierno, capaces de diseñar políticas eficaces.

Doctor por la Universidad de Oxford y doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid, catedrático de Historia Económica e investigador en el Instituto Figuerola de la Universidad Carlos III de Madrid, destacó también la importancia de alcanzar la convergencia de la productividad en el trabajo.

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