Petroleras y eléctricas cargan contra la Agencia Internacional de la Energía: «Es un 'lobby' verde»
El sector subraya que el origen del organismo consiste en velar por la seguridad energética
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) está en la diana de una parte del sector energético de Estados Unidos. En los últimos días ha surgido un debate en torno al organismo, al que se le acusa de estar cada vez más politizado y sumido bajo el yugo de los postulados ecologistas. Un escenario que pone ahora en el foco al director ejecutivo, el turco Fatih Birol, que lleva al frente de la institución desde 2015, y que hace unos meses recibió en manos de Emmanuel Macron la máxima distinción de Francia por su defensa de la energía nuclear.
Hace unos días, Robert McNally, que fue asistente especial del presidente George Bush y actual presidente de la energética Rapidan Energy Group, lanzó una serie de dardos contra la agencia en un artículo publicado por el periódico norteamericano Wall Street Journal. «La AIE se creó en 1974, un año después de la crisis del petróleo, para crear una organización multinacional que reforzara la seguridad energética, proporcionando datos y análisis fidedignos, analizando los mercados, las políticas y la geopolítica de la energía para organizar respuestas a las emergencias. La Agencia Internacional de la Energía proporcionó en su día información sólida, pero sus informes ya no son de fiar. Hoy la AIE se parece más a una organización no gubernamental obsesionada con el clima«.
Una opinión que comparten algunas eléctricas y petroleras de Estados Unidos, y también del resto de países de Occidente. Así, fuentes del sector energético subrayan que «el texto se ha hecho viral en todo el mundo energético» y apuntan a la «posición cada vez más ideológica» del director Birol.
«Durante la mayor parte de las últimas cinco décadas, la AIE cumplió con su deber de vigilancia. Se convirtió en el principal estándar de análisis imparciales y previsiones desprovistas de sesgos políticos. La agencia navegó por las crisis energéticas, proporcionando datos y coordinación política durante las dos guerras del Golfo, el ataque iraní de 2019 a las instalaciones petrolíferas saudíes de Abqaiq y varios desastres naturales que afectaron al suministro de energía y a las tendencias energéticas básicas. Pero, lamentablemente, en los últimos años, la AIE ha sucumbido a la politización y se ha desviado de su misión de seguridad«, apunta McNally.
El exasesor de Bush asegura que «en 2020 la AIE cedió a la enorme presión de los activistas climáticos y dejó de publicar previsiones de demanda de petróleo y gas que no mostraran que la demanda de esos combustibles pronto alcanzaría su punto máximo debido a las futuras políticas climáticas imaginarias. Los grupos ecologistas se habían enfadado porque las previsiones de la AIE mostraban lo que los activistas consideraban una demanda excesiva de petróleo y gas. Ello se debe a que estas previsiones de referencia se basaban únicamente en la legislación vigente y no en conjeturas sobre futuras políticas ecológicas».
«La capitulación de la AIE ante las presiones políticas trasciende los meros debates técnicos entre expertos en previsiones energéticas. Intimidar a la autoridad energética más respetada del mundo para que engañe al mundo haciéndole creer que la demanda de petróleo y gas alcanzará pronto su punto máximo podría alinearse con las preferencias de ciertos gobiernos y activistas. Pero la distorsión y politización de las previsiones de la AIE, antes respetadas, plantean riesgos importantes», añade McNally.
Por último, sentencia: «La AIE ha ha anunciado que, en su escenario imaginario, en el que el mundo avanza hacia un nivel de emisiones cero, no serán necesarias nuevas inversiones en petróleo y gas, y por tanto no se permitirán. Los medios de comunicación y los activistas han interpretado alegremente la observación de la AIE como una petición de la autoridad energética mundial de prohibir nuevas inversiones en petróleo y gas. En las últimas semanas, la administración Biden la ha utilizado para detener la tramitación de solicitudes de nuevos proyectos de gas natural licuado (GNL). Basar las decisiones de limitar o prohibir las inversiones en petróleo y gas en previsiones oficiales influidas por agendas políticas socava la seguridad energética y roza el autosabotaje energético».
Debate en Estados Unidos
Esta situación ha generado un debate en el que se ha entrometido Jason Bordoff, el que fuera asistente especial del presidente Barack Obama y fundador del prestigioso Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia SIPA. «Bob (como se conoce a Robert McNally) argumenta que la proyección de la AIE sobre el pico de demanda de petróleo es perjudicial porque perpetúa el mito de que no es necesario seguir invirtiendo en nuevos yacimientos de petróleo y gas. Pero la AIE dice explícitamente lo contrario. Explica en los diversos escenarios en el que los países cumplen sus compromisos que es necesario invertir tanto en proyectos de petróleo y gas nuevos como en los ya existentes».
Comentarios que tuvieron respuesta por parte de McNally: «Me refiero a la inversión en nuevos proyectos de petróleo y gas, como el proyecto Willow en Alaska que el presidente Biden aprobó el año pasado. Ahí es donde la AIE ha sido curiosamente ambigua y ha permitido que se mantenga la impresión de que pide una prohibición para alcanzar el escenario emsiones cero.