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Juan Milián

El catalanismo a debate

En la presentación en Barcelona del libro colectivo Anatomía del procés (editorial Debate) se habló mucho del pasado más reciente y asfixiante de Cataluña. Sin embargo, también hubo tiempo para reflexionar sobre el futuro del catalanismo.

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El catalanismo a debate

En la presentación en Barcelona del libro colectivo Anatomía del procés (editorial Debate) se habló mucho del pasado más reciente y asfixiante de Cataluña. Sin embargo, también hubo tiempo para reflexionar sobre el futuro del catalanismo. Es una cuestión que ganará presencia en el debate público en los próximos meses.

A uno le cuesta saber qué es hoy el catalanismo y si tiene alguna relevancia. Si en su día era la defensa de la lengua y la cultura catalanas, el autogobierno, la regeneración democrática, el liderazgo económico y político de España y un compromiso europeísta, podríamos afirmar que triunfó con la Transición y los años posteriores. España es una de las democracias más avanzadas, abiertas y descentralizadas del mundo, sin duda, por la colaboración de aquella corriente del catalanismo.

Sin embargo, ante aquella tendencia más o menos liberal, no tardaría en emerger un nacionalismo comunitarista –valga la redundancia– como el que hoy defiende la mayoría parlamentaria, que no social, en Cataluña. Por tanto, podemos decir que el catalanismo triunfó, pero no supo gestionar su éxito. Y hoy ha sido devorado por un pensamiento iliberal, por una auténtica rebelión contra el pluralismo.

El separatismo ha dinamitado todo pacto tácito de convivencia en Cataluña; por lo que no podemos volver a una situación pasada como si nada hubiera ocurrido. Es algo que el actual gobierno socialista de Pedro Sánchez no acaba de entender. Los catalanes no independentistas no aceptaremos un regreso al silencio. No aceptaremos apaños que permitan a los partidos independentistas fortalecerse para el próximo golpe. Si el separatismo llega a tener las llaves de la caja o el control de los jueces, podemos dar por finiquitada la democracia.

Así pues, si el catalanismo aspira a jugar un papel relevante en el futuro deberá forjar un nuevo lenguaje que ayude a la reconciliación social. Frente al nacionalismo que mata la cultura en una obsesiva búsqueda de las esencias en el pasado, el catalanismo debería entender la diversidad de lenguas y recursos culturales como una oportunidad para el pensamiento. No se trata de encerrarse, sino de abrirse, de asociarse, de fecundarse. Siempre es mejor aprovechar los recursos culturales que protegerlos dentro de fronteras mentales. Éstas son las valiosas ideas que desarrolla François Jullien en su libro La identidad cultural no existe (editorial Taurus).

En definitiva, y por paradójico que parezca, el catalanismo debería exigir hoy a Cataluña lo que exigió ayer a España: democracia (respeto al Estado de derecho), pluralismo (defensa de los derechos de los castellanoparlantes) y liderazgo europeísta (no al separatismo).

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