THE OBJECTIVE
Ferran Caballero

No volveré a ser Messi

«La salud mental no es ahora más que otro palabro para fomentar el narcisismo adolescente de quien busca encerrarse en espacios seguros o zonas de confort para cuidarse muy mucho de un mundo que no le quiere tanto como le quería su abuelita»

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No volveré a ser Messi

MARTIN BUREAU | AFP

Dicen los memes que todos podríamos ser Messi pero que nos tocó un profe castrador y que por eso hemos acabado así. Es una falsedad, claro. Pero algún que otro Messi se habrá quedado por el camino. Y no por culpa del profe o por falta de talento, sino por falta de esa fortaleza que sólo crece en paralelo y gracias al estrés y las dificultades, que nos permite mejorar y que hace que nuestros triunfos sean satisfactorios y admirables.

Será, quizás, el caso de este futbolista de 20 años, ex del Milan, decían, pero que ahora jugaba a fútbol sala y que se suicidó hace unos días por no poder soportar el racismo de la sociedad italiana. Ese porqué que tanto gusta al periodismo aquí no podía ser la salud mental, por no culpabilizar a la víctima, y tuvo que ser el racismo italiano. El racismo es un fracaso de todos y sirve por lo tanto para ocultar, porque no era el tema, porque no era el momento, la debilidad de quien a los 20 años era ya un futbolista fracasado.

El futbolista suicida no tiene problemas de salud mental, porque tenemos el racismo. Tampoco los tiene esa nadadora profesional que abandonó por no poder soportar que la miren en bañador, porque tenemos el machismo. Ni los tiene la tenista Osaka, porque tenemos un periodismo acomplejado que considera, quizás en un acto de lucidez terminal, que hacer su trabajo es incomodar a las víctimas. Que la salud mental asalte la sección de deportes demuestra hasta qué punto ha dejado de ser una aspiración a la fortaleza de ánimo que nos permite dar lo mejor de nosotros mismos. La salud mental no es ahora más que otro palabro para fomentar el narcisismo adolescente de quien busca encerrarse en espacios seguros o zonas de confort para cuidarse muy mucho de un mundo que no le quiere tanto como le quería su abuelita. 

Al final será que sí, que la salud mental es un constructo. Pero un constructo mediático. Que existe o no existe e importa todo o nada según a quién inculpe o a quién exculpe en cada momento. La salud mental exculparía a la madre que mató a su hija si con el victimismo inherente no bastase, pero no exculpa al padre que mató a las suyas porque el heteropatriarcado. La salud mental es ya el último reducto de los cínicos, que sólo recurren a ella cuando no pueden culpar a nadie más. A ver si el doctor o el presupuesto público les solucionan el enorme problema que supone vivir en un mundo en el que el mal existe.

Si los tiempos nos parecen cada día más bestias es sólo porque somos cada vez más débiles. 

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