THE OBJECTIVE
Melchor Miralles

¿Culturas? No. Crímenes

Se excusan en las culturas. Muchos exigen respeto. Sucede en muchos países de Africa con prácticas como la ablación. Ocurre en Orente Medio. Y en la India. Ahí está la foto de Reuters.

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¿Culturas? No. Crímenes

Se excusan en las culturas. Muchos exigen respeto. Sucede en muchos países de Africa con prácticas como la ablación. Ocurre en Orente Medio. Y en la India. Ahí está la foto de Reuters.

Se excusan en las culturas. Muchos exigen respeto. Sucede en muchos países de Africa con prácticas como la ablación. Ocurre en Orente Medio. Y en la India. Ahí está la foto de Reuters. En el rostro de esa mujer se concentran el dolor, el sufrimiento, la vejación, la desesperación, la humillación y a la vez la entrega. Por imposibilidad de rebelarse. Las someten a cirugías de esterilización, en un programa gratuito del Gobierno. Manda narices. Lo hacen además en condiciones sanitarias intolerables. Y enferman. Del cuerpo y del alma. Y sufren. Y mueren. Sí, porque muchas mueren.

No me vale la cultura. No me sirven las tradiciones. No son aceptables culturas que suponen maltrato, vejación, humillación, dolor y muerte para seres humanos. Y casi siempre quienes sufren este horror son las mujeres. De cualquier edad. Desde que nacen están condenadas a morir en vida. Y hay que rebelarse. No hay que aceptarlo. Hay que combatirlo. Ni cultura, ni religión, ni creencias ni monsergas.

Se me queda grabada la imagen de esta mujer. Los pies envueltos en esos calcetines a los que se abraza una tobillera de bisutería que para ella valdrá como oro en paño. El sari. Y la manta que le cubre el cuerpo y la cabeza. Una mano con los dedos frágiles, sin fuerza. Todos los demás con manga corta. Y a ella la abrigan porque tiembla. Tiembla de dolor, y el dolor es frío, congela. Porque lo que le duele es el alma. Y la boca abierta con esos dientes blancos que tiemblan también. Y los ojos entreabiertos. Esta en sus manos.

Para combatir el disparatado crecimiento demográfico de la India, para proteger a las mujeres y posibilitarles una vida digna hay otros caminos. La Fundación Vicente Ferrer ha marcado uno. Y hay otros. El que no es aceptable es el de poner la vida de estas mujeres al borde del abismo. No hay excusas. Ni culturales ni religiosas ni de clase alguna. Una canallada, un crimen, es lo que es, le llamemos como le llamemos. Mi respeto, mi admiración y mi solidaridad a tantas mujeres que en el planeta son tratadas de modo inhumano. A tantas mujeres que nacen condenadas de antemano. Hay que combatir para acabar con este drama. Cada día. Y el primer paso es decirlo, denunciarlo. Pero solo el primero.

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