THE OBJECTIVE
Roberto Herrscher

Antes de las pateras, las carabelas

Antes de los soldados habían llegado los hombres blancos de traje y maletín. En la República Centroafricana, en el Congo, en Ruanda, compraban sus valiosas materias primas a precio de saldo y vendían sus baratijas a precio de oro.

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Antes de las pateras, las carabelas

Antes de los soldados habían llegado los hombres blancos de traje y maletín. En la República Centroafricana, en el Congo, en Ruanda, compraban sus valiosas materias primas a precio de saldo y vendían sus baratijas a precio de oro.

¿Cuántas veces hemos visto esta imagen? Cabizbajos, vencidos, agotados, los inmigrantes han sobrevivido a la patera y su drama no ha hecho más que empezar. Altivo y uniformado, el hombre blanco los observa. Los cuenta. Los mide.

Esta foto ilustra la noticia de que Interpol ha lanzado un plan para “desmantelar las redes ilegales antes de que las pateras inicien las travesías.”  

Y yo me pregunto: ¿Cuándo es “antes” del viaje de las pateras?

Antes vinieron otros viajes: la mayoría en sentido inverso, de Europa a sus viejas colonias. Desde mediados del siglo XX y hoy mismo viajan a los polvazales de África los soldados de los países ricos, garantes de la paz.  Van a asegurar gobiernos “estables”, o sea defensores de sus propios intereses económicos.

Antes de los soldados habían llegado los hombres blancos de traje y maletín. En la República Centroafricana, en el Congo, en Ruanda, compraban sus valiosas materias primas a precio de saldo y vendían sus baratijas a precio de oro. Hasta las balas y los instrumentos de tortura de los que huyen en pateras vienen de Estados Unidos, de Francia, de España.

Y antes de eso, en los siglos XVI  y XVII, habían llegado los colonizadores. Los que se quedaron con la tierra y empujaron a los locales a desiertos y lodazales. “Huelen mal”, dicen hoy muchos descendientes de estos colonizadores de América, refiriéndose a los indios. Y fueron sus abuelos los que les quitaron el agua y los encerraron en el desierto.

Y antes, mucho antes, habían viajado hacia el oeste tres carabelas: la Pinta, la Niña y la Santa María, tan frágiles y cargadas de desesperados y hambrientos como las de hoy. Eran las de Colón. En el Puerto de Palos debían estar sentados los presidiarios que iban a lo desconocido, a las tormentas del mar y al escorbuto. De pie, vigilándolos, debían estar los hermanos Pinzones. ¿No llegaron ellos a América como inmigrantes sin papeles?

Ahora me pregunto, ¿hasta dónde les parece que hay que remontarse para buscar, como quiere Europol, desmantelar las “redes ilegales antes de que las pateras inicien su travesía”? 

    

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