THE OBJECTIVE
Nestor Barreira

Estar en el infierno permanentemente

«No creo que mi dignidad sea estar en una cama con un cuerpo que no sientes, con una sonda para la orina y sin más esperanza que estar así eternamente”, decía Ramón Sampedro.

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Estar en el infierno permanentemente

«No creo que mi dignidad sea estar en una cama con un cuerpo que no sientes, con una sonda para la orina y sin más esperanza que estar así eternamente”, decía Ramón Sampedro.

Después de leer la noticia sobre eutanasia en Argentina en The Objective me vino a la cabeza la historia de Ramón Sampedro. Ese tipo simpático que era capaz de hablar de la agonía con la misma normalidad que tú de la alegría.

¿Podéis comprender que alguien sufra por estar vivo? Le hago una entrevista para televisión en su casa, año 1993. Plano americano. En la cabecera de su cama un teléfono con auriculares y micrófono. Ramón como siempre tumbado, el cabezal erguido, doble almohada, pijama azul de algodón gordo. Sus manos inertes por debajo de las sábanas.

– “Silencio, estamos grabando”.

– “¿Me puede decir su nombre?”

– “Ramón Sampedro”.

– “Explíqueme el recurso que ha planteado usted en los tribunales respecto a su problema”.

– “Si lo planteo es porque tengo esperanzas. No creo que mi dignidad sea estar en una cama con un cuerpo que no sientes, con una sonda para la orina y sin más esperanza que estar así eternamente”.

Me habla de la muerte con una habilidad pasmosa.

-“Tengo derecho a decidir cuándo marcharme”, dice.

Sampedro recalca que una de las cosas que dan sentido a la vida es la libertad y si tienes un cuerpo que no tiene esa libertad, ¿para qué vivir?

– “Soy una cabeza pegada a un punto muerto”.

– “¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar, Ramón?”, le pregunté.

– “No estoy aquí para hablar por hablar. Si no me hacen caso también puedo morir de inanición. Un sufrimiento más”.

Estaba sentado al lado de su cama. Me olió. Supo que fumaba. Pidió un cigarrillo. Saqué a relucir mi torpeza por no saber comportarme delante de alguien que no lo puede hacer como tú. Le encendí un Malboro y se lo metí en la boca. Tras una bocanada se lo retiraba. Así una y otra vez hasta que llegó un momento en el que la ceniza dibujó esa curva que realiza cuando no le dejas que visite todavía el suelo.

-“Para un tipo que dice vivir un infierno tienes una sonrisa bonita”. Pensé.

.- “Si hubiera alguien que estuviera de acuerdo en ayudarme a morir sería un acto de amor entre dos, ¿no?”, dijo. “El infierno es vivir así permanentemente”.

Hambre, cianuro… Lo que importaba era irse. Era una cuestión de tiempo. Nunca lo olvidaré. #muertedignaya

 

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