Los mercaderes de “oro”

Ahora que parece que a Occidente se nos va acabando el zumo de arándanos y las películas de Sharon Stone, volvámonos hacia Oriente y ofrezcamos algo de nuestras preciosas cosechas minoritarias. La literatura nunca se ha llevado bien, al fin y al cabo, con el estruendo y la bobería de masas.

El sábado por la noche estaba el “podemita” Iglesias, (llevaba el pelo limpio y le hacía mucha ilusión que le hicieran preguntas), haciendo de las suyas en la tele amiga de la Sexta, explicando a una parada de Ciudad Real que el Presidente de Iberdrola había ganado en un solo día unos 42.000 Euros. Así justificaba, de manera más que insultante, porqué el recibo de la luz era o no era caro. Nadie discute que ganar 42.000 Euros/día es una cifra anormal, pero ha de tener en cuenta el Sr. Iglesias, y/o su partido cobran de Irán/Venezuela y demás infiernos del mundo terrenal, que Iberdrola da empleo a miles de personas, directa e indirectamente. Casi al mismo número de personas que Iberdrola emplea directa o indirectamente. Al mismo tiempo, y en la misma franja horaria, el Sr. Errejón, en otra televisión amiga, se le inflaba la boca cuando hablaba de los ricos y que éstos no pagan impuestos y la pobreza, etc etc. Nada decía de los miles de Euros que ha cobrado él, de aquella manera de un pueblo como el venezolano que no tiene ni para leche en los supermercados.

Otra vez las encuestas han vuelto a fallar en Argentina. Si durante el balotaje arrojaban un saldo a favor de Mauricio Macri, entre el 8 y el 10%, tras las votaciones el porcentaje se ha visto reducido a un 2,8%. Convendría averiguar a qué intereses responden estas empresas consultoras. A lo peor va a ser que al de quien les pague…

No sé hasta qué punto puede pararse una ciudad y después volver a su rutina con la liviandad de que allí no ha sucedido nada. Toda capital es un reloj que marcha por inercia sin necesidad de una mano que le dé cuerda; las grandes urbes poseen un mecanismo interno gracias al cual encajan las piezas incluso cuando nadie piensa en ellas. Puede que sea el secreto del caos ordenado de París, Nueva York, Madrid o Berlín, que incluso durante sus cataclismos, una vez superado el shock, vuelven a funcionar sin grandes destrozos. Por esta razón impactan las imágenes de una Bruselas desierta, repleta de calles convertidas en arterias sin sangre. Detecto una acción contra natura en su flujo invisible, como si alguien estuviera utilizando un artilugio creado para un fin en algo antagónico: el congelador tratando de freír un huevo o la bañera usada como cama, aunque esto último me lo he topado alguna vez.