THE OBJECTIVE
Valentí Puig

La violencia como "remake"

El futurismo condensó tanta violencia en el arte que todo un siglo saltó por los aires al fundarse los totalitarismos. Fascismo, comunismo y anarco-sindicalismo aprenden de Georges Sorel el poderío de la violencia prefigurada en Mussolini nadando virilmente o Lenin llegando a la Estación de Finlandia en su vagón blindado. Barcelona llegó a ser conocida mundialmente como la ciudad de las bombas. En el anarco-sindicalismo, Georges Sorel –con sus “Reflexiones sobre la violencia”- impone la idea de que sin violencia no habrá capacidad colectivista. Casi cien años después, Georges Sorel logra su “remake” de la mano de la organización política conocida como la CUP. Todas sus propuestas son ultra-radicales, unilateralmente secesionistas y anti-sistema pero hasta ahora no habían proclamado que hará falta violencia política para que –como hipótesis- el Estado sienta la urgencia de la fuerza bruta. Es decir: hay que llevar la secesión unilateral hasta el límite, hasta que el Estado español entre “en contradicción antidemocrática” y tenga que recurrir “a algún tipo de fuerza legal o incluso de la fuerza bruta”. Es de una simplicidad que ofusca, sustancialmente porque el anti-sistema es un sistema paranoide. La CUP comienza quemando la Constitución en el salón de plenos del ayuntamiento de Barcelona y prosigue con una gestualidad consistente en quemar contenedores o cajeros automáticos. Tanta hostilidad se nutre del rechazo del Estado de Derecho, las formas pluralistas o el principio de la propiedad.

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La violencia como «remake»

El futurismo condensó tanta violencia en el arte que todo un siglo saltó por los aires al fundarse los totalitarismos. Fascismo, comunismo y anarco-sindicalismo aprenden de Georges Sorel el poderío de la violencia prefigurada en Mussolini nadando virilmente o Lenin llegando a la Estación de Finlandia en su vagón blindado. Barcelona llegó a ser conocida mundialmente como la ciudad de las bombas. En el anarco-sindicalismo, Georges Sorel –con sus “Reflexiones sobre la violencia”- impone la idea de que sin violencia no habrá capacidad colectivista. Casi cien años después, Georges Sorel logra su “remake” de la mano de la organización política conocida como la CUP. Todas sus propuestas son ultra-radicales, unilateralmente secesionistas y anti-sistema pero hasta ahora no habían proclamado que hará falta violencia política para que –como hipótesis- el Estado sienta la urgencia de la fuerza bruta. Es decir: hay que llevar la secesión unilateral hasta el límite, hasta que el Estado español entre “en contradicción antidemocrática” y tenga que recurrir “a algún tipo de fuerza legal o incluso de la fuerza bruta”. Es de una simplicidad que ofusca, sustancialmente porque el anti-sistema es un sistema paranoide. La CUP comienza quemando la Constitución en el salón de plenos del ayuntamiento de Barcelona y prosigue con una gestualidad consistente en quemar contenedores o cajeros automáticos. Tanta hostilidad se nutre del rechazo del Estado de Derecho, las formas pluralistas o el principio de la propiedad.

Hay que forzar al Estado para que ocupe el espacio del caos con la imposición coactiva. Si el Estado es el mal, ¿cómo reconocerle el monopolio legítimo de la violencia?  Al contrario, la CUP acapara la violencia política para tensar al máximo la circunstancia y hacer que los poderes legítimos del Estado respondan a la violencia con la violencia. Es evidente que la CUP –anticapitalista, anti-OTAN, anti-Unión Europea y “okupa”- va más allá de la psicopatización del descontento. En el Ayuntamiento de Barcelona, tan fragmentado, tiene  3 concejales de 41 –tantos como el PP- y en el parlamento autonómico de Cataluña ocupa 10 escaños de 135, determinantes por sus acuerdos con los independentistas de Junts pel Sí –en parte, restos de Convergència-, especialmente para que se aprueben los presupuestos. El pavor abruma al votante nacionalista de clase media. Es la mímesis de aquella tensión perfecta sobre la que tanto especuló Sorel. Coinciden en la descalificación de la reforma y la confrontación con el Estado. Sorel fue uno de los brujos maléficos del siglo XX. Weimar colapsó. Para la CUP, hay que provocar la anomia puesto que la ley, como portadora de la proyección paranoide, es el enemigo. Para eso está Zizek.

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