THE OBJECTIVE
Rafa Latorre

Marianismo exacerbado

A Mariano Rajoy le hemos señalado su parecido con Bartleby, con Oblomov y con Fabrizio del Dongo, aquel desorientado patricio de La Cartuja de Parma.  Hemos hablado de su letal parsimonia, de su taoísmo innato, de su exasperante ambigüedad galaica, de esa ideología difusa que profesa y que siempre nos termina remitiendo a abstracciones como la normalidad, el sentido común o lo que importa la gente. Hasta le hemos comparado con un percebe, agarrado con más fuerza al poder cuanto más fuerte baten las olas. De él ya lo hemos dicho todo. Ya no queda una gracieta por inventarle.

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Marianismo exacerbado

A Mariano Rajoy le hemos señalado su parecido con Bartleby, con Oblomov y con Fabrizio del Dongo, aquel desorientado patricio de La Cartuja de Parma.  Hemos hablado de su letal parsimonia, de su taoísmo innato, de su exasperante ambigüedad galaica, de esa ideología difusa que profesa y que siempre nos termina remitiendo a abstracciones como la normalidad, el sentido común o lo que importa la gente. Hasta le hemos comparado con un percebe, agarrado con más fuerza al poder cuanto más fuerte baten las olas. De él ya lo hemos dicho todo. Ya no queda una gracieta por inventarle.

Rajoy matará de sopor al periodismo, de amor a la socialdemocracia y de indiferencia al populismo.  Rajoy ha sobrevivido a los dos directores que publicaron en sus diarios los célebres papeles de Bárcenas que acabarían con él y que nos tuvieron todo un verano adivinándole sucesores. ¿Quién se acuerda hoy de la operación Menina?

Ya no queda nada que decir de Rajoy. Hablamos de Rajoy porque no podemos hablar de política, porque Rajoy ha enterrado la política en la misma fosa que a toda a una generación de la derecha española. Íñigo Errejón  se fue a Argentina para buscar en Ernesto Laclau la fórmula de la transversalidad y bien podría haber recurrido a Rajoy, que lo tenía más cerca. Helenio Herrera decía que se juega mejor al fútbol con 10 que con 11 y a Rajoy se le ve más cómodo gobernando con 137 diputados que con mayoría absoluta.

El líder de la derecha española lleva años aplicando un programa socialdemócrata y en el Congreso de su partido derechista le ha votado un 95%. Porque allí nadie fue a hablar de política sino de los cargos de Cospedal, del nuevo destino de Martínez Maíllo y de otros chismorreos sobre el aparato. Todo fue de un marianismo exacerbado, una bella paradoja como aquella que le había salido a  Aznar de forma inconsciente: “Soy una persona extraordinariamente normal”.

En la Caja Mágica no hubo divergencias ideológicas porque la ideología quedó proscrita allá por 2008, la última vez que Rajoy se ensució de barro doctrinal para mandar a paseo a los liberales y los conservadores de su partido liberalconservador. Lo más exótico que queda en el Partido Popular es Cristina Cifuentes, que siempre amenaza con abrir un debate minúsculo y a la que le basta una llamada del presidente para que la subversión se le quede reducida a un par de tatuajes.

El columnismo muere de inanición por culpa de un Rajoy que ha perfeccionado tanto su personaje que ya ni siquiera resulta creíble. Y este artículo, con la enésima recopilación de chistes sobre Rajoy, es otra derrota. Rajoy nos ha vencido a todos.

Lee también la opinión de José María Marco:

Versus_Marianismo_2

 

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